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Los rayos del sol a duras penas lograban hacer presencia en aquel vecindario, en su lugar una ligera brisa de rocío mañanero comenzó a recorrer las aún solitarias calles.

El cielo estaba teñido de un color grisáceo, resultado de unos ligeros nubarrones que habían llegado durante la noche y parte de la madrugada; al parecer no faltaba mucho para que comenzara a llover.

Irónicamente eso fue justo lo que pasó tras unos minutos, pequeñas gotas de agua cristalina habían comenzado a caer del cielo; algunas de ellas se impregnaban en aquella ventana dando ligeros golpes en esta.

El ojiazul se encontraba durmiendo plácidamente sobre su cama, estaba tapado con algunas cobijas debido al frío que normalmente abundaba en su habitación durante la noche. Y esta vez (de modo que previniera las molestas llegadas de Gir por las mañanas) tenía la puerta de su habitación cerrada.

Un rato después pudo escuchar pequeños golpes aparentemente provenientes del exterior, sin embargo decidió no darles importancia. Después de todo era sábado y no debería preocuparse por asistir a la eskuela.

—¡Hermanito!– Se escuchó la voz del menor llamar ciertamente entusiasmado al castaño —¡Despierta!, ¿ya olvidaste que día es hoy?– Esas últimas palabras hicieron que Zim abriera los ojos de golpe... Era día de limpieza.

—... Maldición– Susurró estando aún recostado, eventualmente se levantó de muy mala gana para proceder a vestirse.

Podría decirse que no había tantos "cambios" en su forma de vestir, casi siempre llevaba puesta su camiseta de todos los días; algunas veces alternaba usando un pantalón distinto. Puesto que era claro que ese día haría frío, decidió ponerse una sudadera en un tono rosa un poco más intenso que el de la camiseta.

Se estiró un poco antes de abrir la puerta y salir al baño para cepillarse los dientes. Al abandonar la habitación fue recibido por la sonrisa alegre del pequeño niño con goggles azules y gorra plateada junto a él.

—Hola...– Devolvió el saludo junto con una pequeña sonrisa, dándole una ligera palmada en la cabeza al menor.

Ingresó al baño dispuesto a lavarse los dientes, tomó el cepillo rojo que le correspondía y hubiera procedido a ponerle la pasta dental... Si tan sólo la encontraba. Buscó tras el pequeño vaso donde se encontraban los demás cepillos de dientes, se agachó un par de veces esperando encontrarla tirada en el suelo; pero no había nada.

Soltó un quejido ciertamente frustrado, eventualmente el menor se acercó al escucharlo.

—¿Qué pasa hermanito?– Preguntó Gir al notar al mayor bastante molesto. Zim sólo señaló con la cabeza el vaso sin la pasta de dientes, dando a entender que no estaba donde se suponía.

—Oww, ya entiendo– Comentó el menor —¡Mamá!, ¡se acabo la pasta dental!– Exclamó llamando la atención de su padre, quien inmediatamente subió a verificar.

—¿Por qué no van ustedes dos a comprar una nueva?– Propuso el mayor después de una pequeña búsqueda sin éxito por todo el baño.

El castaño parecía un tanto inconforme con ello, pues no saldría de casa con un frío así; mucho menos si la lluvia amenazaba con empeorar.

—¡Claro!– Por desgracia, antes de que pudiera siquiera quejarse, Gir accedió sin protestar ni un poco.

El adulto les dio algo de dinero para la compra y el par de hermanos salieron rumbo a una tienda cercana, ambos sabían donde estaba ya que normalmente pasaban por ahí cuando volvían de la eskuela.

—¡Entonces rodé sobre un millón de pizzas y me convertí en una enorme pizza!– Contaba el pequeño de abrigo verde en forma de perro, al parecer uno de los múltiples sueños extraños que tenía.

Curiosamente, Zim también estaba pensando en uno de sus sueños; más específicamente en el de la noche anterior. No entendía el como era posible que Dib apareciera en este, sin duda era algo que lo tenía realmente intrigado.

A•U•T•I•S•M  AU! [Invader Zim]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora