Diez años más tarde.
Las calles de Gatlon desbordaban de falsos superhéroes. Los chicos corrían por todos lados, vestidos con capas anaranjadas, aullando y sacudiendo bengalas fosforescentes sobre la cabeza o disparándose con pistolas de agua parecidas a las de Tsunami. Hombres adultos se habían enfundado leggings azules y se habían pintado hombreras, para copiar la armadura del Capitán.
Ahora se hallaban chocando copas dentro de los jardines de cerveza acordonados que se extendían a lo largo de la calle principal. Este año también estaba de moda intercambiar el género. Incontables mujeres se habían presentado con versiones atrevidas del entero característico de Dread Warden, y muchos hombres habían atado a sus espaldas réplicas baratas de las negras alas emplumadas de Thunderbird.
Ay, cómo odiaba Felix el Desfile de los Renegados.
Los vendedores ambulantes hacían lo propio, pregonando de todo: desde varitas cursis que se encendían hasta versiones en peluche del famoso quinteto de los Renegados. Incluso los camiones de comida se hallaban celebrando el tema del día, con pasteles de embudo del Capitán Chromium y cestas de Tsunami de pescado frito y patatas fritas, y un letrero anunciaba: “pollo rebozado con palomitas de maíz, el favorito de dread warden: ¡compre ahora antes de que desaparezca!”.
Si Felix había tenido hambre para empezar, estaba seguro de que, a estas alturas, se había quedado sin apetito.
La multitud estalló en una gran ovación. El estruendo de una banda de música se abrió paso entre los chillidos y murmullos. Cornetas, tambores y el martilleo continuo de cientos de músicos sincronizados se desplazaron por la calle. La música sonó más fuerte, ahora justo delante de ellos. Los cañones estallaron por encima, cubriendo a la multitud con papel picado. Los chicos enloquecieron. Los adultos no estaban mucho más cuerdos.
Felix sacudió la cabeza, un tanto decepcionado con la humanidad. Se hallaba parado detrás de la multitud, sin poder ver demasiado del desfile en sí, algo que lo tenía sin cuidado. Cruzó los brazos a la defensiva sobre el pecho; los dedos tamborileaban a un ritmo impaciente contra el codo. Ya tenía la impresión de que había estado de pie en aquel lugar durante una eternidad. De pronto, las ovaciones se convirtieron en un coro de abucheos excitados, que solo podían significar una cosa: la aparición de las primeras carrozas.
Era tradición que las carrozas de los villanos pasaran primero, para incitar de verdad a la multitud, y para recordarle a todo el mundo lo que celebraban. Hoy era el noveno aniversario de la Batalla de Gatlon, en la que los Renegados se habían enfrentado a los Anarquistas y a otras bandas de villanos en un violento combate que terminó con decenas de muertes en ambos lados. Habían ganado los Renegados, por supuesto. Los revolucionarios de Ace fueron derrotados, y los pocos villanos que no murieron aquel día desaparecieron al pasar a la clandestinidad o, directamente, se marcharon de la ciudad.
Y Ace…
Ace Anarquía estaba muerto, aniquilado por la explosión que arrasó la catedral donde vivía.
Aquel día marcó, de un modo oficial, el fin de la Era de la Anarquía, y el comienzo del gobierno del Consejo.
Lo llamaron el Día del Triunfo.
Felix levantó la mirada para observar un globo gigantesco, casi del ancho de la calle, flotando entre los rascacielos. Era una réplica caricaturesca de Cerebro Atómico, que había sido uno de los aliados más próximos de Ace antes de que los Renegados lo mataran unos quince años atrás. Felix no lo conoció personalmente pero, de todos modos, sintió una punzada de resentimiento al ver cómo lo caracterizaba el globo: con la cabeza abotagada y el rostro grotescamente desfigurado.
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SUPERHERO • [Hyunlix] • ADAPTACIÓN
FanfictionEncontrar amor donde buscaba venganza... Encontrar venganza dónde una vez hubo amor... Felix decidió unirse al equipo de sus rivales con un único objetivo en la mente: Vengarse.