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Felix jamás había estado dentro de la sala de conferencias principal del Cuartel General de los Renegados. Según decían, no se usaba demasiado. Minho mencionó una vez una reunión anual en la que al Consejo le gustaba aburrir soberanamente a todo el mundo con estadísticas de sus éxitos de los doce meses anteriores, y con largos debates sobre las prioridades para el futuro. Cuando se lo dijo, intentó mostrarse comprensivo: que terrible, que aburrido, ¿Como puede aguantarlo alguien? Pero la realidad era que no había nada que le hubiera gustado más que escuchar algunos de los anuncios futuros que el Consejo proponía para Gatlon City.

Yeji lideró el camino a la sala, que consistía en una plataforma, en la parte de adelante, frente a cientos de sillas plásticas dispuestas en hileras. Los asientos se iban ocupando con la misma velocidad con que irrumpían
los Renegados en la sala. Felix intentó escuchar disimuladamente a los grupos que conversaban en voz baja, pero parecía que el resto de la organización estaba tan perpleja como su equipo respecto del propósito de esta reunión.

Aunque hacía meses que era un Renegado, la ansiedad seguía apoderándose de él cuando se encontraba rodeado de tantos superhéroes a la vez. Intentó calmarse entrenando su capacidad de observación: contó salidas, determinó qué objetos de la habitación funcionarían como armas aceptables, calculó amenazas potenciales y desarrolló una vía de escape mental en caso de que algo sucediera. Aunque jamás pasaba nada. Empezaba a pensar que toda su preparación estaba injustificada. Los Renegados tenían el mismo desconocimiento acerca de sus motivaciones reales como el día que se había sometido a las pruebas de selección. Aun así, no conseguía relajarse. Cualquier pequeño descuido revelaría su verdadera identidad. Cualquier pequeña pista podía dar por terminada esta farsa. Podían atacarlo en el instante en que bajara la guardia. Era agotador permanecer vigilante y al mismo tiempo actuar como si perteneciera allí, pero estaba acostumbrándose a vivir en estado de alerta permanente. No se imaginaba comportándose de otra manera, al menos no dentro del cuartel general.

—Allí hay cinco lugares juntos —dijo Yeji, señalando hacia una hilera no lejos del frente de la sala. Enfiló hacia los asientos para tomar posesión de ellos.

—¿Felix McLain?

Felix giró rápidamente. Changbin Seo, uno de los cinco miembros del Consejo –a quien se lo conocía más por su seudónimo, Blacklight–, se acercó lentamente entre la multitud.

—¿Tienes un minuto?

—Um —Felix echó un vistazo a Hyunjin y luego a la plataforma al frente del salón. Un micrófono y un taburete aguardaban a un presentador, pero el escenario estaba vacío—. Supongo que sí.

—Te guardaré un lugar —dijo Hyunjin, rozando apenas y casi imperceptiblemente su codo con los dedos antes de seguir al resto del grupo. Casi imperceptiblemente. Por supuesto que Felix y sus nervios traicioneros no dejaron de notarlo.

—Quería discutir la solicitud que presentaste hace un par de semanas —dijo Changbin, cruzando los brazos delante del pecho. Más que una postura defensiva, se trataba de una demostración de poder innato.

Ya lo había visto parado así varias veces: los pies plantados sobre el suelo y el pecho ligeramente elevado. A diferencia del resto del Consejo, que al menos podía fingir ser normal de vez en cuando, parecía que Changbin nunca dejaba a un lado su identidad de “superhéroe”. Ese efecto se hizo aún más pronunciado por el hecho de que ahora llevaba su uniforme icónico: lycra completamente negra que ceñía cada músculo, botas y guantes blancos, y un emblema sobre el pecho que brillaba en la oscuridad. Lo hacía parecer pomposo y un tanto ridículo a ojos de Felix, pero las multitudes de chicas que reían tontamente y siempre lo seguían en los eventos públicos de seguro opinaban diferente.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora