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Cuando Hyunjin abandonó la gala, Jisung y Minho estaban de nuevo en la pista de baile.

Felix se había marchado hacía más de una hora. Conversó un rato con Momo y su esposo, y con algunos agentes con los que había entrenado hacía muchos años pero que ahora rara vez veía, salvo de pasada.
Comió su postre, una crema de limón dulce, y les dio el de Felix a los hermanos de Jisung para que compartieran. Bailó una vez con Jisung y una con la madre de Minho. Pero había estado contando los minutos desde que Felix se marchó, esperando el momento de irse sin que nadie notara realmente la verdad. Sin él aquí, no le interesaba bailar ni hablar de banalidades con nadie. Lo único que quería era regresar a casa, recostarse en la jungla que había creado y pensar en la próxima vez que lo vería.

La próxima vez que lo besaría.

No podía dejar de sonreír al marcharse de la gala y meter las manos en  los bolsillos de sus pantalones de esmoquin. Encontró el rotulador y lo extrajo, haciéndolo girar entre las manos. Debía dibujar algo para obsequiarle cuando volvieran a verse mañana. Solo algo para recordarle las dos últimas noches. Las dos últimas increíbles
noches. Algo para que supiera que estaba pensando en él, que lo que sentía iba en serio.

Sabía que a Felix le costaba entrar en confianza. Le costaba soltar sus incertidumbres. Le costaba arriesgar salir herida. Hyunjin creía que ahora que le había contado la verdad sobre sus padres y su hermana lo entendía mejor.

Cielos, su hermanita. Olivia.

Su sonrisa se desvaneció al pensar en ella. Su corazón se contrajo al imaginar a Felix, el pequeño Felix, asustado, teniendo que soportar algo tan horrendo… Y aunque sabía, desde el punto de vista lógico, que no había persona en el planeta que necesitara menos protección, no podía evitar sentir un deseo abrumador de protegerlo. De evitar que jamás tuviera que sufrir algo así.

Dio vueltas el rotulador, contemplando qué obsequio podía dibujar para abarcar todo ello. Sus zapatos de vestir repiquetearon sonoramente sobre el pavimento, una cadencia acompasada que lo seguía por las calles oscuras y familiares hacia su hogar. Acababa de desechar las ideas más trilladas y obvias, como joyas, flores o un nuevo cinturón de armas, cuando un pequeño movimiento pasó a toda velocidad delante de él, a punto de chocar contra sus gafas.

Hyunjin retrocedió tambaleando. Al principio creyó que era un pájaro o una de aquellas horrendas polillas gigantes que a veces aparecían de la nada en su sótano.
Pero luego la vio: una mariposa negra y dorada, bailoteando alrededor de un poste de luz a solo metros de donde estaba.

—¿Yeji? —preguntó, oteando la calle en busca de más insectos aislados.

La mariposa parecía estar sola. Por un instante, se le cruzó por la cabeza que existía la posibilidad de que no fuera más que una mariposa monarca común. Una que, por casualidad, estuviera revoloteando por ahí en medio de la noche. Rascándose la mejilla con el rotulador tapado, Hyunjin pasó caminando lentamente junto al poste. La mariposa se lanzó como una flecha tras él. Dio una vuelta rápida alrededor de su cabeza, y luego se posó sobre una boca de incendios.

—Yeji —repitió, esta vez con más certeza.

La mariposa abrió y cerró las alas a modo de respuesta, aunque Yeji le había contado una vez que no podía escuchar mientras estaba en modo enjambre. Solo podía ver y... percibir cosas. Era difícil de explicar, dijo.
Hyunjin volvió a mirar alrededor, pero la calle estaba desierta. Solo vehículos aparcados y vitrinas oscuras. Había mosquitos y zancudos golpeando las luces de neón con pequeños chasquidos, pero ninguna mariposa.

¿Dónde estaba el resto de su enjambre?
¿Dónde había estado toda la noche?

La mariposa revoloteó hacia él. Él extendió la mano, y se posó sobre su nudillo. Sus antenas se retorcieron, como examinándolo, esperando.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora