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Felix salió del elevador e ingresó en la decimocuarta planta del cuartel general. Había imaginado un espacio tan moderno y elegante como el vestíbulo de la planta baja, las oficinas del Consejo en la última planta o la sala de entrenamiento en los niveles inferiores del edificio. Había esperado muebles blancos y lustrosos e instalaciones industriales. Creyó que encontraría un elaborado sistema para solicitar y recuperar información, automatizado con computadoras y máquinas. Pensaba ver un laboratorio animado, en el que inspeccionaban armas y se preservaban reliquias. Habiendo trabajado en el sistema de catálogo, sabía lo amplia que era la colección, e imaginó que el depósito sería tan sofisticado y estaría tan custodiado como el departamento de investigación y desarrollo o las salas de entrenamiento de realidad virtual.

Por eso, al poner un pie en la planta que albergaba los depósitos de armas y artefactos, hizo una mueca de sorpresa… y decepción. La pequeña área de recepción era modesta en todo sentido. Se encontró con dos escritorios diferentes de madera, aunque no había nadie detrás de ninguno de los dos. Uno no tenía más que una computadora, un recipiente para bolígrafos y una tablilla sujetapapeles. El segundo se encontraba atestado de globos de nieve y estatuillas de elefantes y una hiedra mustia dentro de una vasija de cerámica pintada con colores estridentes. Un almanaque diario color blanco tenía casi una semana de retraso. Una taza de café con la marca Blacklight contenía una variedad de tijeras, perforadoras y bastones de caramelo, junto con diversos bolígrafos de cuyos extremos brotaban flores artificiales.

Sobre una pequeña placa decía:

TINA LAWRENCE
“SNAPSHOT”
DIRECTORA – ARMAS Y ARTEFACTOS

Alguien había dibujado con tinta brillante una carita feliz junto al nombre.

Los dos escritorios se encontraban encajonados entre paredes, aunque una gran puerta se hallaba entreabierta a la derecha de Felix, desde donde se oía a alguien silbando animadamente. Se acercó a la puerta y la abrió aún más. La habitación del otro lado estaba atestada de archivadores. Una mujer que debía estar cerca de los setenta años se inclinaba sobre una gaveta, examinando los archivos. Tenía un flequillo completamente blanco y gafasvioletas de ojos de gato. Hizo una pausa ante un archivo y dejó caer una pequeña bolsa de plástico llena de diminutas piedras dentro. Luego cerró la gaveta con fuerza. Tomó una tablilla sujetapapeles de la parte de encima del archivador, tildó algo y se volvió.

Al ver a Felix, soltó un grito de sorpresa y estuvo a punto de caerse, sujetando la carpeta contra el pecho.

—Disculpe —dijo Felix—. No quise sorprenderla. Soy…

—Felix McLain, sí, sí, claro —respondió la mujer, quitándose tímidamente las gafas de lectura y apoyándolas encima de la cabeza—. ¿Ya son las diez?

—En realidad, no. Llegué temprano —lanzó una mirada al cubo de bolsas de plástico que la mujer había estado ordenando, pero no alcanzó a ver lo que contenían—. ¿Desea que regrese más tarde?

—Oh, no, está bien —la mujer se acercó y le ofreció la mano—. Soy Tina.

Felix aceptó el apretón de manos. Aunque el contacto directo le había parecido un gesto insólito de confianza cuando entró en los Renegados, se había acostumbrado a ello. Era un pequeño recordatorio de que nadie sabía quién era de verdad.

—Snapshot, ¿verdad? —preguntó, retirando la mano—. Me llamó la atención el seudónimo.

Tina dio un golpecito con el dedo contra la sien.

—Al inspeccionar un objeto, me doy cuenta de si está o no imbuido de poderes extraordinarios. Cuando mis ojos se posan sobre un objeto prodigioso, es como si se cerrara el obturador de una cámara sobre mi ojo: guardo para siempre aquella pieza en mi memoria. Es útil en mi tipo de trabajo, pero no para mucho más.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora