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Felix ansiaba dejar esta farsa en el pasado. A penas salió del cuartel general con el casco falso en un bolso liso, marchó directamente hacia la estación Blackmire, una de las estaciones abandonadas del viejo metro de Gatlon City. Los Anarquistas y él habían vivido allí durante años después del Día del
Triunfo y Felix nunca se había percatado de cuánto detestaba los túneles húmedos y sofocantes hasta que fueron perseguidos por los Renegados y encontraron su santuario dentro de la casa decrépita en Wallowridge.
Aunque no se habían marchado por elección propia y nunca hubiera dejado a Ace solo de poder evitarlo, Felix no podía negar que las condiciones de su alojamiento habían mejorado. No estaba entusiasmado por regresar a los túneles, pero las instrucciones del chantajista solo podían significar una cosa.

HABITACIÓN DE AR - BLACKMIRE

La habitación de la Abeja Reina.

Estación Blackmire.

Hwa, conocida por gran parte de la sociedad como la Abeja Reina, había transformado un viejo armario de mantenimiento de la línea principal del metro en sus aposentos privados. No era acogedor —nada en los túneles podría ser calificado como acogedor —, pero lo había decorado tan lindo como
pudo: pañuelos cubrían las paredes y la pantalla de una lámpara vintage emitía un brillo placentero sobre las paredes de concreto. Y tenía colmenas. Por todos lados había colmenas y el zumbido constante de abejas que volaban agitadamente hacia la superficie todos los días en búsqueda de polen, solo para regresar, de mal humor, con su reina de manera obediente cuando el sol se ponía.

Felix tenía los nervios de punta mientras avanzaba por el túnel, el camino se
iluminaba por el brillo de su linterna. Sus botas de Renegado resonaban contra los rieles del tren. Algunas ratas chillaban, sus ojos se sorprendían por la luz antes de escurrirse en sus agujeros. Aromas familiares la acosaron. El aire mohoso. El aroma rancio de agua estancada. El leve olor de orina de una década pasada. También había nuevos aromas. Sulfuro, humo y el olor penetrante a ácido de los venenos de Cianuro que permanecían desde el día en que los Renegados los habían atacado. Más allá del aroma de la guerra y del hecho de que todas sus pertenencias habían sido confiscadas por los Renegados, no mucho había cambiado.

Sus nervios se agitaban a medida que se acercaba a la habitación de Hwa. La pesada puerta de hierro estaba levemente abierta, pero solo se asomaban sombras de su interior. Felix posó su mano sobre su pistola de ondas de choque, medio esperando una trampa. No le sorprendería que el chantajista lo abordara en el momento en que entrara a la habitación porque ese es el tipo de cosas que un villano sin nombre haría. Su dedo se deslizó sobre el gatillo mientras abría la puerta con una patada y alumbraba la habitación con su linterna.

Vacía.

No solo no estaba el chantajista, sino que tampoco estaban las cosas de Hwa. Lo que era inquietante, pero esperable. Felix sabía que todas las pertenencias que los Anarquistas no pudieran llevar con ellos habían sido empacadas y transportadas al Cuartel General de los Renegados y, en este
momento, descansaban en un depósito temporal en el fondo del departamento
de artefactos, esperando a ser catalogadas. Había visto los vestidos de Hwa, cajas de joyas y hasta su hermosa lámpara vintage .
Lo único que los Renegados habían dejado atrás era un viejo tocador sobre el cuál había un espejo con una punta rota y la pintura que se levantaba de su marco de madera. Faltaban todos sus cajones y estaba alejado algunos metros de la pared, sin duda para que los Renegados pudieran buscar detrás de él pistas y evidencias que pudiera ser utilizadas en contra de los Anarquistas.
Debieron haber pensado que transportar el tocador por todos esos escalones sería demasiado trabajo. Felix no estaba seguro de cómo Hwa había logrado meterlo aquí en primer lugar.

Con la mano en la funda de su pistola, tomó el casco falso del bolso. En la luz tenue, el agujero en el cráneo era casi imperceptible y nadie podría notar la leve diferencia de colores, ignorada por la mayoría de la gente. Fue la falta de brillo lo que hizo que Felix notara que era un fraude. Muchos artefactos de prodigios, incluyendo todo lo que su padre había fabricado, tenían un brillo único. Una luminiscencia que era difícil de detectar a menos que alguien estuviera buscándola.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora