• C. 98 • [9]

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Felix examinó el viejo plano de la Penitenciaría Cragmoor, sus puños
descansaban sobre sus caderas y un dolor de cabeza latía en su sien.

Hwa y Siwon se habían marchado horas atrás para dormir un poco y no vio a Phobia en toda la noche. Estaba determinado a resolver este rompecabezas antes de ver a los demás en la mañana. Tenía que haber una manera de salvar a Ace. Tenía que existir una manera. Y tenían la única arma que podía darles una gran ventaja, aunque pareciera casi incorrecto utilizarla: tenían el casco de Ace Anarquía. El padre de Felix había creado el casco utilizando hilos de energía que moldeaba en el aire. Creó un arma que podía amplificar los poderes de su hermano. Hasta donde sabía Felix, Ace era la única persona que había utilizado el casco. Pero Felix sospechaba que el casco no era solo para su tío. Existía la posibilidad de que pudiera amplificar cualquier poder, lo que explicaría por qué los Renegados habían estado tan determinados a mantenerlo oculto por la eternidad.

Felix irguió su columna, preguntándose hacía cuánto tiempo estaba parado sin moverse. Su atención se concentró en el armario de abrigos del pequeño vestíbulo ubicado entre la sala de estar y la cocina. Era algo irónico que lo que podría ser el artefacto más temido y respetado entre los prodigios, ahora estuviera relegado a un mero armario para abrigos en una casa venida abajo en Wallowridge. Se merecía algo mucho mejor. Pero sus opciones eran limitadas.

Felix no había tocado el casco desde que lo había escondido en el armario la noche que lo robó. Todos los días, cuando llegaba a casa, abría la puerta solo para comprobar que siguiera allí y luego la cerraba rápidamente. Al verlo sentía un dolor en el pecho. Pero ahora se obligó a abrir la puerta. La luz azulada de la cocina caía sobre el casco, pero no podía disminuir su brillo dorado natural. Parecía estar observándole a través de los orificios vacíos para los ojos. Esperando. Antes de que pudiera cambiar se opinión, Felix se estiró hacia el casco y lo tomó con ambas manos. La estrella en su muñeca saltó y brilló con un poco más de intensidad, el brazalete jalaba hacia el casco como si se atrajeran entre sí magnéticamente.

Exhalando todo el aire de sus pulmones, Felix giró el casco, cerró los ojos y lo colocó sobre su cabeza. Era demasiado grande para él. Podía darse cuenta de que, si se movía solo unos milímetros, el casco se tambalearía como la cabeza rota de una muñeca. Pero no se movió. Solo esperó. Olió el aroma ligeramente metálico del interior. Sintió su propia respiración contra la superficie, no como cuando vestía la máscara de metal de Nightmare.

No sucedió nada.

Abrió los ojos y jadeó, trastabillándose contra la pared. El casco se sacudió en su cabeza, pero rápidamente lo sujetó para enderezarlo. La habitación resplandecía detrás del casco. Olas de una luz cobriza bailaban delante de él, como una aurora boreal dorada en la deslucida sala de estar. Sentía como si estuvieran arremolinándose hacia afuera. Desde el casco, desde él.

Sus ojos comenzaron a humedecerse. Se quitó el casco de la cabeza. Las luces desaparecieron. No todas al mismo tiempo, como si apagaras una lámpara, sino con un lento desvanecimiento, como si él estuviera olvidando cómo ver.

Parpadeó para aclarar los remanentes de su visión. Esas luces, esas olas de energía… ¿podían ser las mismas bandas de energía
que había visto conjurar en el aire a su padre todos esos años atrás?

De niño, había asumido que las creaba de la nada, pero estas eran tan familiares. ¿Era
posible que siempre estuvieran allí, invisibles en el éter, esperando a que alguien con un poder como el de su padre las jalara hacia la realidad y creara algo brillante con ellas?

Lo que también era extraño era que sabía que había visto esos rayos de luz antes, cuando había tomado la estrella de la habitación pintada en el sótano de Hyunjin. Y no tenía el casco en ese momento. Apoyó el artefacto sobre su cabeza una vez más. Las luces reaparecieron, tan constantes y deslumbrantes como antes. Entrecerrando los ojos por el brillo, Felix estiró la mano. La estrella en su brazalete latía. Se preguntó si tal vez podría tocar los hilos de energía, quizás podría manipularlos como hacía su
padre. Estiro un dedo hacia un hilo de energía que bailaba a solo unos centímetros delante de él. Su mano lo atravesó completamente. La luz brilló, inmutable. Tan efímera como una sombra.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora