• C. 118 • [29]

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—No sé si puedo atravesar espejos mágicos.

Felix observó a Narcissa con incredulidad.

—Esa información podría haberme sido útil ayer.

Narcissa le lanzó una mirada de exasperación.

—Bueno, ¡tal vez deberías haberme dicho lo que estabas planeando! Sé que ustedes los Anarquistas defienden el “cada quién por su cuenta”, pero hubiera creído que pasar tanto tiempo con los Renegados te habría enseñado a trabajar en equipo.

Felix abrió la boca para contradecir la idea de que podría aprender algo útil de los Renegados, pero se contuvo. A decir verdad, Narcissa podría tener un punto válido. Exhaló y preguntó:

—¿Realmente crees que no funcionará?

Narcissa arrugó los labios, analizando la pregunta.

—Quiero decir, probablemente funcione. Pero supongo que depende de qué tipo de… encantamiento, o lo que sea, tenga el espejo —encogió los hombros—. ¿Tenemos alguna otra opción?

Felix sopló un mechón de flequillo de su rostro.

—En realidad, no. Pero asumamos que funcionará. Escondí el espejo aquí, en una pila de materiales de construcción —dibujó una X en el plano que mostraba la disposición del cuartel general y de los entrepisos, incluyendo los primeros planos de los laboratorios cerca del área de cuarentena. —Una vez que hayas entrado, irás por este pasillo. Luego, doblarás a la izquierda a través de estas puertas y los depósitos estarán a tu derecha. No sé en qué sala están, así que tendrás que revisarlas todas. Y tampoco sé a quién tendrán como custodia estos días, pero puedes apostar que estarán observando de cerca este piso, así que deberás actuar rápido una vez que hayas entrado.

Narcissa no parecía para nada impresionada.

—Y yo que pensaba leer un buen libro mientras estaba allí.

Felix la ignoró.

—Y no te olvides de llevar el espejo contigo en caso de que necesites una salida rápida —añadió.

—Puedes dejar de decir cosas obvias. He estado haciendo esto toda mi vida.

—Está bien.

—¿Y si los depósitos están cerrados?

—Estarán cerrados —Felix extendió un brazo hacia la pila de carpetas junto a ellos y buscó hasta que encontró una tarjeta de identificación blanca: la misma que le había robado a un empelado administrativo inconsciente fuera de la sala de seguridad de los Renegados.— Esto debería darte acceso.

—¿“Debería”? —indagó con sequedad, guardando la tarjeta—. ¿Y si no funciona?

—¿Qué tan buena eres forzando cerraduras? —las cejas de Narcissa se alzaron con consternación—. Estaba bromeando. Si no funciona, entonces solo márchate y regresa. Pasaremos al plan B.

—¿Cuál es el plan B?

—Aún no estoy seguro.

—Alentador —respondió con humor socarrón.

—Tú fuiste quien me sacó de prisión. Querías que los ayudara con la estrategia, entonces eso es lo que estoy haciendo.

—Sí, pero pensé que estaríamos tramando la caída final de los Renegados, algo que tomaría meses, quizás hasta años. No pensé que tendríamos menos que una semana para rescatar al supervillano más infame de todos los tiempos.

—Me gusta apuntar alto.

Narcissa rio, pero sin mucho humor.

—Hablaré con Cianuro y veré cómo avanza la distracción. Prepárate para actuar esta noche, el cuartel general suele estar más vacío entre las tres y las cuatro de la mañana.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora