• C. 136 • [47]

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Hyunjin cayó sobre una de sus rodillas sabiendo que no había nada más por hacer.

O había funcionado o había renunciado a todo por un impulso. Por una posibilidad. Ni siquiera sabia si era una buena posibilidad. Eso y además le ardía el pecho. Pensaba que podría desmayarse por el dolor y la pérdida de sangre y las sombras de la capa de Phobia todavía lo envolvían. Todavía se cerraban alrededor de sus amigos y de él, todavía los tragaba a todos.

Cuando los efectos del Agente N comenzaron, estaba casi demasiado débil como para notarlos. La sensación lo hizo recordar a estar en el área de cuarentena con JeongIn, antes de que descubriera el Talismán de la Vitalidad y se hubiera hecho su tatuaje. Fue como si una chispa se extinguiera dentro de él. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Algo drenaba la fuerza concentrada en sus manos. Los dedos con los que había dibujado tantas cosas increíbles en sus casi diecisiete años.

Los dedos que habían dibujado al propio Phobia cosquillearon hasta que casi no pudo sentirlos en absoluto.

Escuchó una tos áspera.

—No —susurró Phobia—. Esto no… no puedes…

Soltó un alarido mientras comenzaba a desvanecerse. Su capa se esfumó como una niebla en una brisa, una nube de ceniza ondulaba en el suelo del santuario. La capa, los dedos esqueléticos, la capucha sombría y, por último, la guadaña, desparecieron en un bucle de humo en el aire.

Hyunjin contuvo la respiración. Contó hasta diez.

Phobia no regresó.

Se desplomó hacia delante. El calor regresaba a sus dedos, pero no vino acompañado de la sensación de poder que había conocido toda su vida. Sabía más a allá de toda duda que podría dibujar cientos de flores o miles de armas o millones de dinosaurios y ninguno de ellos volvería a cobrar vida.

Y todo lo que había hecho antes... ¿desaparecería? Todo el trabajo que había
hecho al reconstruir la mansión del alcalde… la jungla en su sótano…

Incluso mientras pensaba en ello, Felix jadeó y algo hizo un sonido metálico contra el suelo. Se inclino hacia adelante y levantó su brazalete. El broche volvió a romperse.
La estrella, sin embargo, seguía allí y brillaba con fuerza, indiferente a su victoria. Él también había dibujado esto y, de todos modos…

Detuvo su línea de pensamiento.

No. No la había dibujado. En el mural, la estatua estaba de espaldas, así que sus manos no podían ser vistas. La estrella había estado en el sueño de Felix, no en el de él.

Felix guardó el brazalete en su bolsillo y se arrodilló junto Hyunjin.

—No puedo creer que hicieras eso —dijo inspeccionando la quemadura en su pecho—. Por todos los diablos, Hyunjin, ¿una marca de fuego?

—Fue el método más rápido que se me ocurrió —replicó—. No es tan malo. Creo que chamuscó las terminaciones nerviosas. En serio. Apenas lo siento.

Felix apoyó su peso en sus talones, lo miraba fijamente impresionado. No era la primera vez que lo miraba de esa manera, con algo más que admiración, más que respeto. Era más parecido al asombro. Haría casi cualquier cosa para que él lo siguiera mirando de esa manera.

Todavía estaba tenso, todo su cuerpo estaba tieso, casi esperando que Phobia reapareciera y aullara su risa macabra. Pero solo persistió el sonido de su propia respiración agitada y, después de un momento, escuchó la voz de Minho irrumpir la pesadumbre.

—Eso fue simultáneamente lo más valiente y estúpido que he visto en mi vida.

Hyunjin intentó esbozar una sonrisa, aunque sabía que era débil.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora