• C. 140 • [51]

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—¿Todos están bien allí arriba? —gritó una voz áspera.

Felix se asomó sobre la cornisa y evitó ver la figura quebrada de Ace en el suelo. Sintió una ola de alivio al ver a Christopher Bang a dura penas de pie.

Con una sonrisa exhausta, pasó un brazo sobre su ceja.

—Una vez juré protegerte. Lamento haber llegado tan tarde.

Felix rio, casi delirante por la gratitud que sentía de que no fuera su propio cuerpo el desplomado en la base de la catedral.

—¡Papá! —gritó Hyunjin lanzándose sobre el riel a unos pocos metros de distancia—. ¡Estás vivo!

—Sí —rio Christopher—. Pero creo que ya no soy invencible —intentó disimular el dolor que era evidente en su rostro mientras su atención iba de un lado a otro del techo—. ¿Cómo está JeongIn?

Felix estudió a JeongIn, observó sus extremidades temblorosas y el casco que era demasiado grande para él. El pequeño JeongIn de diez años, valiente e inteligente, probablemente había robado los superpoderes de Ace Anarquía y del Capitán Chromium. Posiblemente los dos prodigios más fuertes del mundo.

Y de Nightmare también, supo con total certeza. No había necesidad de probar esa teoría. Cuando invocó su poder, la fuerza sutil que siempre había vibrado debajo de la superficie de su piel ya no estaba allí.

Nunca volvería hacer dormir a alguien. Pero lo que la sorprendió más que nada era que repentinamente reconocía a JeongIn de una manera en que nunca lo había hecho.

Observarlo era como mirar una ilusión.

Estaba tan quieto como las gárgolas que los rodeaban, su rostro cubierto por el casco, sus brazos extendidos como si estuviera ofreciéndole un regalo al mundo. La estrella flotaba unos centímetros sobre sus palmas encorvadas. Lucía como la estatua. La que había conjurado en un sueño. La que tenía la estrella en sus manos.

La estrella brilló con más fuerza y, por un momento, pudo ver los rayos de energía otra vez: los hilos de oro cobrizo que su padre podía manipular, los restos de la supernova que le había traído superpoderes a la humanidad. Las líneas seguían allí, pero más dispersas ahora de lo que las había visto antes e, increíblemente, todas fluían en una dirección.

Todas fluían hacia JeongIn.

Felix parpadeó y la visión desapareció. Se quedó mirando fijamente al niño con miedo de lo que podría significar.

—Hyunjin —susurró.

El chico estaba concentrado en su hermano, su rostro contraído por la preocupación. Felix se acercó un paso y deslizó su mano en la de él, pero el chico hizo un gesto de dolor y se alejó. Felix se sorprendió. Hyunjin lo miró avergonzado y volteó su mano para mostrarle las ampollas en su palma donde
lo había quemado la estrella.

—No es tan malo.

Felix entrelazó sus codos en cambio.

—No entres en pánico —dijo—, pero creo que JeongIn puede estar absorbiendo todos los superpoderes que quedan… tal vez en el mundo.

—¿Qué? —Hyunjin frunció el ceño.

—El casco está amplificando su poder —explicó—. Ya tomó mi poder y el de tu papá —los ojos de Hyunjin se ensancharon—. Creo que los está tomando a todos.

A la distancia, el último edificio se ubicó en su lugar. Concreto destrozado y acero corrugado partido volvieron a fundirse entre sí. Los esqueletos de andamios y chimeneas deshechas volvieron a trepar a las fachadas. El asfalto levantado de las calles se hundió en niveles parejos y lisos. Paredes colapsadas se enderezaron. Ladrillos y argamasa se fusionaron como piezas de un rompecabezas. El lodo y el agua fueron drenados hacia las alcantarillas.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora