SUPERHERO • [Hyunlix] • ADAPTACIÓN

• C. 19 •

Tomaron el elevador de regreso al vestíbulo principal, luego treparon por una escalinata en espiral, a través de un pasadizo corto y al puente colgante que Felix había advertido al entrar en el edificio. Distinguió de nuevo la sala vidriada, un recinto circular lleno de esculturas pequeñas que habían brillado como estalagmitas de cristal desde la planta baja.

A medida que se acercaban, quedó a la vista lo que había del otro lado de las ventanas. Felix notó que no eran en absoluto esculturas azarosas, sino una maqueta de la ciudad de Gatlon, construida con increíble detalle. Se hallaba realizada totalmente de cristal transparente y brillante.

—¿Qué es esto, una instalación de arte? —preguntó mientras sus ojos seguían el
perfil del horizonte hasta el borde de City Park, trepaban a la cima del cuartel general de los Renegados, cruzaban al otro lado de Merchant Tower, y descendían a los muelles de la marina y a los puentes que cruzaban el río Snakeweed.

—No exactamente —Hyunjin golpeó los nudillos contra la ventana—. Es más una maqueta de juguete. Algo así como el pasatiempo del Bandido.

—¿Y quién es el Bandido?

—Su verdadero nombre es Jeong In —golpeó sobre el cristal—. Hola In, tienes una visita.

Felix vio a una figura que emergía del otro lado del paisaje urbano. Se trataba de un chico, tal vez de diez años, con cabello color azabache que se rizaba alborotado alrededor de las orejas, y gruesas cejas. Se abrió paso a través de la ciudad de cristal, caminando descalzo sobre Broad Street, pisando con cuidado por encima de taxis y árboles en macetas diminutas y, cada tanto, por encima de un peatón vidrio. Estaba tan concentrado al principio cuidando dónde pisaba que ya había cruzado la mitad de la ciudad antes de ver a Felix.

Quedó helado, sus ojos se agrandaron.

—¡Insomnia!

—¿Bandido? —adivinó.

Corrió el resto del camino hasta la ventana que los separaba. De este lado de la ciudad modelo, los rascacielos cedían el lugar a depósitos y astilleros. Una amplia superficie de lo que habría sido la playa alrededor de Harrow Bay le daba un lugar adecuado para pararse.

—El combate en las pruebas: fue lo mejor que vi en mi vida. No soporto a Gárgola. Y ahora, mira, ¡eres aún más bajo de lo que creí!

Minho se inclinó contra el muro de cristal.

—¿Acaso has siquiera hablado con Gárgola alguna vez?

JeongIn miró hacia arriba disgustado.

—Por favor, he visto suficientes entrevistas con Frostbite y su equipo para saber que dos tercios de su cerebro son puros sedimentos.

Los labios de Felix se estiraron en lo que, tal vez, fue la primera sonrisa real de todo el día.

—¿Eso fue una broma geológica?

JeongIn ignoró la pregunta, volviéndose en cambio a Hyunjin.

—¿Puedes dibujarlo?

Felix parpadeó.

—Dibujar… ¿a quién? ¿A mí?

—Eh, claro —dijo Hyunjin, deslizando la mirada hacia él—. Si estás de acuerdo.

—Tienes que decir que sí —pidió JeongIn, metiendo la mano en el bolsillo trasero y sacando una estatuilla de vidrio de quince centímetros que representaba a Gárgola—. Mira, estoy montando las pruebas —señaló en la dirección del lugar de donde había venido—. El estadio está más atrás. Quería representar el momento cuando ganaste y te uniste a nuestro equipo.