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El alba asomaba cuando Hyunjin llegó a casa y bajó penosamente las escaleras a su habitación. Sabía que no debía sentirse tan malhumorado después de lo que habían vivido aquella noche, después de conseguir darle a JeongIn algo que se había resignado a desear: un momento para disfrutar realmente a Seungmin, y pronto, también, a sus amigos. Al menos, después de que sus padres le dieran permiso para contarle al público sobre el medallón.

Pero toda la alegría de JeongIn no podía conseguir que superara la irritación tras enterarse de que, de todas las unidades de patrullaje de la organización, habían elegido al equipo de Frostbite para ir tras Espina. A Hyunjin le dolía la mandíbula de apretar los dientes durante todo el camino a casa.

Mientras iba y venía de un lado a otro sobre su alfombra raída, levantó su brazalete. Por fin, había apagado las notificaciones del centro de llamadas, eliminando la tentación de volver a enfundarse el traje del Centinela. Aspiraba a confiar en el sistema, a encomendarse al código, como querían sus papás. Intentaba darles a los Renegados el beneficio de la duda, creer que eran suficientes para proteger la ciudad, para llevar a los malhechores de su mundo ante la justicia.

Pero hoy no lo podía resistir.

Accedió al mapa de la ciudad e hizo una búsqueda rápida de Frostbite. Su mandíbula se tensó al advertir una pequeña señal parpadeando sobre el mapa. Se encontraba en servicio activo, desplazándose por la Avenida Raikes. Mientras observaba, dobló hacia el norte sobre Scatter Creek Row, moviéndose rápido; debía estar dentro de un coche de patrullaje. Intentó deducir su destino basándose en la dirección en la que se dirigía. Tal vez Espina estuviera acampando en un viejo cobertizo junto al embarcadero, o en uno de los depósitos cerca del puerto, o en algún vagón abandonado junto a las vías extintas.

Hizo una mueca de desazón, obligándose a quitarse el brazalete. Lo lanzó sobre la cama, y se arrojó a un lado, sepultando el rostro en la almohada con un gemido de frustración. Se dijo a sí mismo que debía dejar que ellos lidiaran con el asunto. Intentó persuadirse de que no valía la pena el riesgo de ir tras ellos ni tras Espina.

Hundió los dedos en las mantas.

Capturarían a Espina. La pondrían bajo custodia. Confiscarían las drogas robadas que aún no habrían entrado al mercado negro. Frostbite conseguiría la gloria, pero eso no debía importarle a Hyunjin. El punto es que se haría justicia, y se repararía un daño transformándolo en un acierto. Al menos, a esta altura, lo más cercano a un acierto.

Pero por cada motivo lógico para no actuar, su cerebro le devolvía una excusa para ir tras ellos.

¿Y si el equipo de Frostbite fracasaba?
¿Y si Espina volvía a huir? Puede que necesitaran una mano. Un refuerzo, por si acaso.

Volteó la cabeza hacia el costado. La luz de su brazalete seguía parpadeando. Hyunjin mordisqueó la parte interior de su mejilla. Sintió el tirón del angustioso debate interior. Permanece a salvo. Permanece oculto. Deja que el Centinela descanse en paz. Pero en algún lugar, en lo profundo, sabía que no iba a suceder. Lo sabía desde el momento en que su papá confesó que habían elegido al equipo de Frostbite y no al suyo.

Iría tras Espina. Tenía que hacerlo.

—Solo para estar seguro —dijo, tomando rápidamente el brazalete y volviendo a colocarlo en su muñeca—. No te revelarás, salvo que sea absoluta y verdaderamente necesario.

No era porque tuviera que probar algo. Ni a sí mismo, ni a sus papás, ni... ni siquiera a Felix.

No, esto no tenía que ver con él mismo.

Tenía que ver con el Centinela.

Esto tenía que ver con hacer justicia.

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SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora