•: C. 45 :• [2]

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Al observar la pistola y el rostro petrificado de la joven, Hyunjin sintió que le faltaba el aire. Una retícula de cortes diminutos laceraba su brazo derecho. Debió estar parada junto a la ventana cuando el hombre cayó a través de ella.

—¡Escúchenme bien! —lanzó el hombre.
Aunque su aspecto exterior era rudo, con un tatuaje que descendía desde su mandíbula y se deslizaba dentro del cuello de su camisa, y brazos que claramente habían sido entrenados con pesas, había un innegable temor en su mirada—. Me dejarán ir. No nos seguirán a ninguno de los dos. No atacarán. Si siguen estas instrucciones sencillas, soltaré a esta muchacha apenas quedemos a salvo. Pero ante el más mínimo indicio de que nos persiguen, ella morirá —empujó el cañón de la pistola contra la nuca de la rehén, forzando su cuello hacia adelante. La mano le temblaba mientras empezaba a caminar de costado a lo largo del muro del edificio, manteniendo a la chica entre él y los Renegados—. ¿Tenemos un acuerdo?

La rehén comenzó a llorar.

El corazón de Hyunjin le martilleaba en el pecho. El código se coló entre sus pensamientos. La seguridad de los civiles es lo primero. Siempre. Pero cada segundo que estaban allí parados, capitulando ante las exigencias de este delincuente, Espina se alejaba más y más. A su lado, Felix envolvió hábilmente una mano alrededor de una pequeña pistola que llevaba metida en la parte trasera de su cinturón utilitario.

—No lo hagas —murmuró Hyunjin.

Él hizo una pausa.

El hombre continuó arrimándose hacia la calle, arrastrando a la rehén consigo. Veinte pasos más y doblaría la esquina. Si Hyunjin y Felix no hacían nada, si lo dejaban ir, ¿liberaría a la rehén?

El código indicaba que debían correr el riesgo; no darle motivos para atacar; apaciguar y negociar; no entablar combate cuando corría peligro la vida de un civil.

Quince pasos.

—Puedo darle —dijo Felix en voz baja.

La chica los observó a ambos, más aterrada con cada instante que pasaba. Su cuerpo actuaba de escudo, pero una parte de la cabeza del hombre quedaba al descubierto de todos modos, por lo que Hyunjin confiaba en Felix. La había visto disparar muchas veces. No dudó de que pudiera darle.

Pero aun así, el código…

Diez pasos.

—Demasiado riesgoso —respondió—. No ataques.

Felix emitió un sonido de desagrado con la garganta, pero su mano se elevó un par de centímetros de la pistola. La rehén se encontraba sollozando. El criminal prácticamente la llevaba en brazos mientras retrocedía. Había una posibilidad de que la matara una vez que estuviera fuera de alcance. Hyunjin lo sabía. Todos lo sabían. O podría retenerla hasta llegar… adonde quiera que estuvieran dirigiéndose. Seguiría habiendo dos criminales sueltos en la calle, incluida una prodigio peligrosa, mientras que kilos de medicamentos robados, que necesitaban desesperadamente en el hospital, pasarían a engrosar el tráfico
de estupefacientes de la ciudad.

Cinco pasos.

Felix miró a Hyunjin; sintió las oleadas de frustración emanando de él.

—¿En serio? —siseó.

Él apretó los puños.

El criminal llegó a la esquina y le dirigió una sonrisa maliciosa a Hyunjin.

—Será mejor que se queden quietos. Como dije, la soltaré cuando esté a salvo. Pero ante cualquier indicio de que nos persiguen los Renegados…

Una porra apareció detrás de la esquina y golpeó el costado de la cabeza del hombre. Este soltó un grito y comenzó a girar al tiempo que otro golpe le quebró la cabeza hacia atrás. Aflojó los dedos alrededor de la rehén. Con un aullido, esta se retorció hasta soltarse. Jisung se lanzó desde el dosel de una puerta, soltando un grito estremecedor al tiempo que saltaba sobre la espalda del hombre y lo derribaba al suelo. Minho apareció aferrando su bastón como un garrote. Se paró delante de Jisung y el criminal, listo para golpear por tercera vez, pero él ya había asegurado las esposas en las muñecas del hombre.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora