• C. 31 •

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—No creo que deba ir —dijo Felix, siguiendo a Hyunjin, que se precipitaba por entre las mesas de la cafetería.

—¿De qué hablas? —preguntó él, sin volverse para mirarlo—. Por supuesto que debes ir.

—No me necesitas —insistió—. No sé nada acerca de interrogatorios. Y… puedo comenzar con el trabajo de catalogación, ¿verdad? En serio, solo seré un estorbo.

Hyunjin se detuvo y giró hacia él. Felix se paró en seco, encogiéndose bajo su mirada de preocupación.

—¿Tienes miedo del Titiritero? —preguntó, atónito.

Felix arrugó el rostro.

—No —dijo antes de advertir que, si hubiera dicho que sí, se habría acercado al objetivo de no estar en la habitación junto con la única persona del cuartel general que sabía exactamente quién era él… y que no tenía idea de que estaba haciéndose pasar por un Renegado—. Quiero decir, me parece completamente siniestro. Y no me gustan… los títeres. Ni las marionetas. Hasta los títeres de calcetín me asustaban cuando era chico, así que, sí. Sí, tal vez sí le tenga miedo. ¿Puedo quedar fuera de esto?

El rostro de Hyunjin adoptó la mirada serena y comprensiva que comenzaba a despertar en Felix un sentimiento de amor-odio.

—Lo tendrán atado. Estaremos perfectamente a salvo. Además, sus poderes solo funcionan con chicos.

—No quiero ir, por favor.

Hyunjin parpadeó y, por fin, él percibió que la determinación de él comenzaba a flaquear. Un destello de esperanza recorrió las venas de Felix.

—Felix —dijo finalmente, con delicadeza—, tú fuiste el único que estaba en aquella azotea con la Detonadora y el Bibliotecario. Es posible que sepas algo sobre los Anarquistas y sus vínculos que el resto de nosotros no entendamos. Y seamos honestos, eres muy observador. Tal vez, captes algo que al resto se nos escape. Así que… lo siento, pero creo que te necesitamos allí —sonrió vacilante, como para suavizar el rechazo de su pedido—. Te prometo que no representa ningún peligro para nosotros. No te pasará nada.

Felix tragó saliva. Deseaba poder creer que fuera cierto. Él se volteó, dirigiéndose hacia Jisung y Minho, sentados ante una mesa pequeña cerca del rincón. El plato de Han estaba vacío, excepto por algunos trozos de lechuga dispersos, y Minho se hallaba defendiendo su plato mientras él intentaba pinchar una de sus aceitunas negras con el tenedor.

—¡Tienes un bote lleno de aceitunas! —gritó Minho. Levantó el plato para apartarlo de la mesa, alejándolo lo más posible de su alcance—. ¡Ve y busca las tuyas!

—Ni siquiera te gustan las aceitunas —disparó Jisung, prácticamente cayendo sobre su regazo al inclinarse encima de él mientras daba pinchazos con el tenedor en el aire—. ¡Solo te las serviste para provocarme!

—Está bien, tortolitos —dijo Hyunjin, dejando caer el archivo sobre la mesa. De inmediato, Jisung se reclinó sobre el respaldo de su silla, ruborizándose, en tanto Minho esbozó una sonrisa amplia. Parecía muy satisfecho con el mote. —Han concedido nuestra petición. Tenemos treinta minutos para preparar nuestras preguntas.

Ambos lo miraron, confundidos.

—¿Petición para qué? —preguntó Minho.

—¿Qué preguntas? —preguntó Jisung al mismo tiempo.

Hyunjin miró a ambos y suspiró.

                                  •••

Treinta minutos después, Felix se halló atrapado dentro de una habitación de acero, entre Jisung y Hyunjin, atentos al sonido metálico de los cerrojos por detrás. Había una segunda puerta justo enfrente, a través de la cual traerían al prisionero. Una única mesa se hallaba atornillada al suelo, junto con dos sillas, una a cada lado. En el otro extremo de la mesa había un par de esposas, los gruesos puños enganchados a guantes metálicos que encerraban las manos por completo. Estaban destinados especialmente a prodigios que necesitaban emplear las manos y los dedos para manifestar sus habilidades.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora