• C. 36 •

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La primera vez que Felix visitó el Cuartel General de los Renegados, las oficinas del Consejo no habían sido parte del recorrido, pero él sabía que existían. El número de planta figuraba en el directorio del vestíbulo, y se había propuesto echarles un vistazo, pero nunca surgió un motivo para hacerlo. Al menos, nada que pudiera utilizar como explicación si alguien le preguntaba lo que estaba haciendo.

Pero al salir con cautela del elevador, advirtió que no debió preocuparse. A primera vista, la planta parecía desierta. Por lo menos, el mostrador central de la recepcionista estaba desocupado, y Felix no oyó señales de vida que provinieran de la puerta abierta que estaba atrás. Su mirada saltó a las cámaras de seguridad ocultas en el techo, y se recordó a sí mismo que debía actuar con naturalidad, simular que tenía todo el derecho de estar ahí. Algo que, por otra parte, era cierto. El un Renegado y, según el directorio de la primera planta, el acceso a este nivel no estaba prohibido. Ni siquiera planeaba hacer nada allí, salvo echar una mirada alrededor, pero saberlo no hizo mucho por calmar la paranoia que acechaba en su cabeza.

Felix dio la vuelta al mostrador de recepción, advirtiendo las fotografías enmarcadas, en las que un apuesto hombre con cabello cano rodeaba con el brazo a Prisma, la prodigio que los había conducido a la Sala del Consejo tras el incidente de la biblioteca. Pasó a través de una amplia entrada a un vestíbulo circular con relucientes suelos blancos, una espectacular araña de vidrio soplado a mano, y amplios ventanales con vistas a un imponente paisaje de la ciudad y del océano a lo lejos. Una fuente serena burbujeaba en el centro, y cuadros y vitrinas de cristal se alineaban contra las paredes. Cinco corredores emergían del vestíbulo como los rayos de una rueda, cada uno con una placa decorativa encima de la entrada, grabada con los alias del Consejo: Tsunami. Blacklight. Thunderbird. Dread Warden. Capitán Chromium.

Felix se detuvo de nuevo para escuchar con atención. Solo cuando oyó silencio, comenzó a avanzar por la colección de memorabilia. Una vitrina tenía una única piedra preciosa color verde sobre un lecho de seda. No le hizo falta la etiqueta para identificar la Piedra de la Clarividencia: se le atribuía haber otorgado a una prodigio, llamada Fortuna, la habilidad de describir a quien fuere el momento más feliz y más triste de su vida, incluso si aún no hubiere sucedido. A continuación estaba el abanico dorado que Torbellino podía emplear para cortar a un enemigo en trozos desde una distancia de hasta quince metros. Luego, una colección de enormes huesos de pez, dispuestos con esmero sobre un platillo de madera. Se trataba del esqueleto de un pez navaja. Se decía que su espíritu había embrujado a Sandprowler, imbuyéndolo de la habilidad de enterrarse rápidamente en cualquier tipo de suelo.

Al llegar a un muro libre de vitrinas, donde colgaba en cambio una enorme pintura, Felix hizo una pausa. El estómago se le contrajo al observar la representación artística de la Batalla de Gatlon. Reconoció las escalinatas de la catedral en el trasfondo, aunque el suelo estaba sembrado de destrucción, restos, cadáveres y sangre. En primer plano, encima de una montaña de escombros, se hallaba el Capitán Chromium de pie. Sujetaba su pica de cromo, con el casco de Ace arponeado en la punta. En la base de aquel montículo yacía el mismísmo Ace Anarquía, su cuerpo quebrado sobre una de las balaustradas destrozadas de la catedral, su sangre derramada sobre la tierra.

La boca de Felix se resecó. El artista había plasmado los rasgos de Ace a la perfección: aquella espantosa desolación, incluso de muerto. Ojos oscuros abiertos hacia el cielo, labios abiertos con incredulidad. Sabía que no se basaba en la realidad. Este momento detenido en el tiempo no era más que una interpretación artística de lo que pudo haber sucedido. Tal vez, en la mente de ellos, lo que tuvo que haber sucedido. Pero la realidad era que no había quedado nada del cuerpo de Ace sobre el cual proclamar su victoria con arrogancia.

Aquello no volvía la imagen menos desagradable, y en aquel momento Felix
juró que, cuando derrocara a los Renegados, volvería a encontrar este cuadro y lo destruiría.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora