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Felix serpenteó a través de la tienda de regalos, boquiabierto por la indignación. Debían estar a la vista absolutamente todos los objetos coleccionables de los Renegados que alguna vez se habían fabricado, dedicando una cantidad malsana de espacio en las estanterías a rendir tributo al Consejo: los cinco admirados.

Despertadores de Thunderbird. Loncheras de Tsunami. Lámparas de noche de Blacklight. Pegatinas de Dread Warden, y… en cuanto al Capitán Chromium…

Pues.

Todo era del Capitán Chromium. Desde platos temáticos hasta viseras para el sol, púas de guitarra y figuras de acción, patinetas e imanes para el refrigerador. No había ningún producto que alguien, en algún lugar, no hubiera pensado en ponerle encima el rostro reluciente de Christopher Bang.

Fue con una sensación de desazón que Felix advirtió que, si alguien estaba vendiendo todas estas baratijas, era porque algún otro las estaba comprando.

Levantó un globo de nieve con la silueta de Gatlon bajo el cristal, en la que se destacaba la torre del cuartel general. Le recordó al recipiente donde estaban conservando la mariposa de Yeji, que se encontraba, en ese mismo instante, posada sobre el tocador de Hwa en la casa de Wallowridge.

Apoyó el globo de nieve.

—Solían odiar a los prodigios —dijo, su mirada saltando de un estante a otro. Examinó, estupefacto, un set de salero y pimentero del Capitán Chromium y Dread Warden—. Solían literalmente perseguirnos y quemarnos vivos. Y ahora… —alzó los saleros—. ¿Ahora nos hemos convertido en
chucherías?

Hyunjin hizo un gesto de desazón.

—Esos son realmente inquietantes.

—Pero es raro, ¿verdad? —Felix volvió a colocar los saleros sobre el estante—. Haber sido despreciados durante tanto tiempo… y no fue hace tanto.

—Han cambiado muchas cosas en los últimos treinta años —afirmó Hyunjin, haciendo girar un soporte de llaveros—. Ace Anarquía le mostró a la humanidad que algunos prodigios debían ser temidos y odiados, mientras que los Renegados le mostraron que algunos prodigios debían ser amados y valorados.

—Valorados —dijo Felix—. Pero seguramente no… idealizados.

Él le sonrió.

—Es la naturaleza humana, ¿verdad? Las personas necesitan poner a alguien sobre un pedestal. Quizás les dé algo para soñar —empezó a hojear una libreta de tarjetas postales.

Felix lo miró. Tenía una mota diminuta de pelusa sobre la manga de su chaqueta, y fue solo por el deseo irrefrenable de quitársela que apretó el puño y lo ocultó, en cambio, tras la espalda. Había estado anticipando otro beso de Hyunjin, lo cual le provocaba
excitación, y nervios, e incluso culpa, sabiendo que esta relación estaba condenada a morir. Pero hacía cinco minutos que había llegado a la gala, y él no había atinado a hacer nada, ni siquiera a tomarle la mano.

Las emociones conflictivas eran más que un poco alarmantes.

—¿Qué habrías hecho si hubieras estado vivo antes de la Era de la Anarquía? —preguntó—. ¿Crees que hubieras ocultado tu poder? ¿O intentado ganarte la vida como un mago o un ilusionista, incluso a riesgo de que te atraparan? ¿O habrías intentado defenderte y a los otros prodigios, como lo hizo Ace Anarquía?

Una comisura de su boca se alzó con ironía.

—Definitivamente, no habría hecho lo que hizo Ace Anarquía.

—¿Por qué no? —preguntó Felix, y aunque notó su tono defensivo, no pudo evitarlo–. En aquella época habrías temido por tu vida. Habrías sabido que, si alguna vez te descubrían, te matarían. Por ninguna otra razón más que… —vaciló—. Por ninguna razón en absoluto.

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora