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Hyunjin estaba nervioso y exhausto cuando llegó a la entreplanta encima del vestíbulo principal del cuartel general. Sabía que debía recuperar el sueño perdido: había permanecido las últimas noches despierto, pintando. El mural empezaba a cobrar forma, aunque solo fueran las capas inferiores de sombras y luces: el esbozo general de lo que aún estaba por realizarse. Debían completarse los detalles, todos aquellos pequeños toques destacados que le darían vida.

Finalmente, dejó el pincel a un lado cuando su alarma le recordó que hoy había otra cosa que quería hacer, algo mucho más importante que este nuevo proyecto artístico. Incluso más importante que su búsqueda de Nightmare o de los Anarquistas. Una idea que había estado formándose en lo más recóndito de su mente desde que se marchó del depósito de artefactos, con una mezcla de intriga e ilusión.

Cruzó el puente colgante y rodeó el muro de cristal del área de cuarentena. Podía sentir el peso del Talismán de la Vitalidad contra el pecho; su tibieza, incluso a través de la tela de su uniforme. Había pasado horas leyendo en la base de datos acerca del medallón. Había investigado, solo, todo lo posible aunque la historia del talismán no estuviera tan bien documentada como otros artefactos de la colección de los Renegados.

Un herrero prodigio lo había forjado durante la Edad Media. Si bien sus habilidades dejaban mucho que desear, era, evidentemente, un sanador de algún tipo, y el talismán pronto se ganó una reputación como protector de la peste. Aquella peste. Naturalmente, terminaron robando un objeto tan codiciado, y poco después ahorcaron al herrero por brujería. Por lo que se sabía, nadie había fabricado una copia jamás. Después de eso, el talismán desapareció de los libros de historia durante varios siglos. Con el tiempo, hacia finales del siglo xviii, resurgió cuando un príncipe supersticioso, y quizás paranoico, lo compró en una subasta, asegurando, durante el resto de su vida, que el talismán lo protegía de los enemigos que siempre intentaban envenenarlo. Cuando el príncipe terminó muriendo ya anciano de (aparentemente) causas naturales, el talismán se transmitió de una generación a otra de duquesas y barones, y finalmente, muchos años después, se vendió para pagar una enorme deuda. Volvió a desaparecer del ojo público hasta que, con el tiempo, se donó a un pequeño museo dedicado a los prodigios, cuya colección entera se entregó a los Renegados tras del Día del Triunfo.

Se entregó o se confiscó… los detalles acerca del modo en que los Renegados habían obtenido muchos de los artefactos de la bóveda resultaban bastante inciertos. Según su descripción en la base de datos, se creía que el talismán podía proteger a una persona de envenenamiento, enfermedad y “cualquier amenaza que redujera la fuerza física o debilitara de alguna otra manera las habilidades prodigiosas de quien lo llevara”. No quedaba claro hasta qué punto se había verificado esta teoría, pero le dio a Hyunjin una idea que no podía quitarse de la cabeza.

Cualquier amenaza.

Así decía la descripción.

¿Y qué o quién era más amenazante que JeongIn?

Hyunjin no era tonto. Sabía que quienquiera que hubiera usado el Talismán de la Vitalidad a lo largo de los años seguramente jamás se había topado con una amenaza como In. Sospechaba que su teoría aún no había sido probada, y estaría poniendo en peligro sus poderes siendo el primero.

Ser inmunes al Bandido era imposible. El Capitán Chromium era prueba de ello. Y con cada paso que daba Hyunjin en dirección al área de cuarentena, una voz le susurraba más y más fuerte en la cabeza: ¿Y si funciona?

¿Y si este medallón pequeño y sin pretensiones pudiera realmente protegerlo del poder de JeongIn? ¿Y si pudiera permitirle acercarse a su hermano pequeño, quizás incluso darle un abrazo de verdad, por primera vez en su vida?

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora