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Mientras conducían a Hongjoong al escenario, Felix se hundió aún más en su asiento.

El Titiritero llevaba un uniforme de prisión a rayas blancas y negras, en lugar de su habitual traje de terciopelo color violeta. Cadenas de cromo sujetaban sus tobillos y muñecas, pero no intentó luchar contra su captor. Su cabello color naranja se hallaba apelmazado y revuelto aunque seguía
maquillado: grueso delineador negro alrededor de los ojos, círculos rosados sobre los pómulos y nítidas líneas, dibujadas desde las comisuras de la boca hasta la mandíbula, creando el efecto de una marioneta de madera. Confirmó que, a pesar de lo que Felix supuso durante todos los años que lo conocía, Hongjoong jamás se había pintado la piel. En cambio, su poder había transformado su rostro en el de un títere.

O, más bien, en el de un titiritero.

Intentó acomodarse detrás del Renegado de la siguiente hilera para no ser visto y al mismo tiempo atisbar por encima de su hombro. Lo último que necesitaba era que Hongjoong lo localizara entre la multitud. Estaba casi seguro de que podía confiar en él, pero no tenía certeza, y no lo veía desde su interrogatorio, meses atrás. En aquel momento, no lo había delatado, y desde entonces había guardado su secreto. De todos modos, quizás decidiera que esta era la oportunidad ideal para revelar su identidad, tal vez a cambio de un indulto.

No sería peor que el daño que él le había infligido. Durante el desfile, Felix lo había arrojado fuera de su propio globo aerostático, y lo dejó a merced de sus enemigos. No podía culparlo si decidía incriminarlo ahora para salvar su propio pellejo.

Su rodilla empezó a temblar cada vez más enérgica. Una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo, preparándolo para huir ante la primera señal de traición por parte de Hongjoong. Pero el Titiritero no parecía estar con ánimo vengativo. Se lo veía encantado de ser el centro de atención en una sala llena de Renegados, donde todo el mundo lo miraba como asistentes curiosos en una convención de superhéroes.

—¿Qué pasa? —susurró Yeji.

Felix se sobresaltó.

—¿Qué?

Yeji se hundió en su asiento hasta que sus hombros quedaron a la misma altura que los de Felix. Como era mucho más alta, el efecto era cómico.

—¿Estás escondiéndote de algo?

Felix frunció los labios y volvió a deslizarse hacia arriba.

—No —respondió, aunque él mismo se dio cuenta de que había reaccionado a la defensiva—, mi tío siempre dice que tengo que mejorar mi postura.

Sobre el escenario, Seungmin Kim retiró de la banqueta el maletín que contenía el Agente N, y la acercó al centro del escenario. Christopher Bang apoyó una mano sobre el hombro de Hongjoong intentando conducirlo hacia el asiento. El Titiritero ignoró a ambos, y a la doctora Hogan, que se retrajo cuando pasó junto a ella. Se hallaba ocupado observando la sala con mirada chispeante y divertida.

—Oh, mi Capitán —dijo con su alegre tono chillón—, ¿es una fiesta? ¿Para mí? —sacudió sus cadenas—. ¿Acaso es mi cumpleaños?

Lanzando una mirada gélida al prisionero, el Capitán no respondió.

Felix tragó saliva.

Al costado del escenario, Thunderbird susurró algo en el oído de Blacklight, y el atisbo de una sonrisa se asomó en una comisura de sus labios. Algo en aquella mirada heló la sangre de Felix. ¿Veían siquiera a Hongjoong como un ser humano? ¿O se había transformado en poco más que un experimento científico para ellos? Tal como JeongIn, ¿y cuántos más?

A pesar del parloteo, Felix conocía a Hongjoong lo suficiente para darse cuenta de que estaba aterrado. Lo disimulaba tan bien como podía, pero bien oculta en su mirada había una súplica muda y desesperada que pedía misericordia, imploraba ser rescatado, suplicaba que lo sacaran de allí. Debió saber que era inútil. Rodeado por Renegados, atrapado en su cuartel general, sin un solo aliado…

SUPERHERO   •   [Hyunlix]  •  ADAPTACIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora