Capítulo II

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—¿Q...Qué?

Allen estaba impactado por todo lo que estaba sucediendo. Aun cuando el aura luminosa que lo cubría desaparecía poco a poco, seguía en estado de incredulidad. Su cuerpo volvió a la normalidad, pero la llama en su interior que había despertado después del beso de la mujer seguía ardiendo.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué me hiciste? ¿Por qué me llamaste Arturo Pendragón? —Allen los bombardeó a preguntas mientras daba un paso desafiante hacia ellos.

—¿Por dónde empezamos? —le preguntó el hombre a la mujer, riéndose levemente.

—Quizás por presentarnos —respondió ella, riendo también para luego mirar a Allen, estirando su mano para apretar la del chico sin esperar que este devolviese el saludo—. Mi nombre es Nívea, joven Allen.

—Y yo soy Draco —se presentó el hombre, dándole un leve golpe en el hombro al chico.

—Tranquilo, no somos malas personas. Simplemente hemos venido a por ti ya que te necesitamos —continuó Nívea mientras se sentaba en una silla frente a la mesa y tomaba su vaso para tomar un trago, señalando la silla enfrente de ella—. Toma asiento y conversemos, hay mucho que tienes que saber.

Allen titubeó pero la posibilidad de conocer la respuesta a sus dudas le llevó a tomar asiento frente a la mujer, mientras Draco tomaba asiento junto a su compañera y tomaba también un trago de su vaso.

—¿Qué fue lo que me hiciste? —volvió a preguntar el chico, observándolos a ambos con algo de ansiedad.

—He despertado y liberado tú poder —respondió sin rodeos la mujer, tomando un semblante más serio. El siguiente en tomar la palabra fue Draco.

—¿Conoces la leyenda de los Caballeros de la Mesa Redonda? —preguntó. Allen negó con la cabeza y el hombre se acomodó en su silla, pasando un brazo sobre ella mientras se balanceaba—. Los Caballeros de la Mesa Redonda fueron un grupo de humanos con poderes especiales que hace miles de años enfrentaron a la mayor amenaza que ha existido —Draco hizo una pausa. Allen tragó saliva y continuó escuchando atentamente—. Esto ocurrió hace tanto tiempo, que la leyenda ha ido cambiando con el paso del tiempo y, como tal, se ha dudado de su veracidad. Pero es real, ocurrió. 12 guerreros enfrentaron a un grupo de 12 Demonios, cuyo fin era convertir al mundo en un lugar de muerte y desesperación. Hoy en día, miles de años después, esos 12 caballeros han renacido y nosotros estamos reuniéndolos. ¿Se te ocurre por qué? —hizo otra breve pausa, tomó un trago de whisky y continuó—. Exacto. Estos 12 guerreros vencieron, pero no definitivamente. Los 12 Demonios fueron sellados en el Inframundo y el sello está por romperse. Una vez se rompa, querrán volver a buscar el fin de este mundo como lo conocemos.

—Por eso nosotros, los 12 Caballeros de la Realeza, debemos detenerlos —complementó Nívea mientras le sonreía ampliamente.

— ¿Me están diciendo que yo tengo un poder y que tengo que ocuparlo para pelear y salvar al mundo? —preguntó el chico, aun sin poder creer lo que le acababan de contar.

—Eres un descendiente de Arturo Pendragón, líder de los Caballeros de la Mesa redonda —le contestó Draco mientras tomaba un último trago de su vaso—. Su sangre corre por tus venas, es tú deber acabar la tarea que él no terminó.

—Cada uno de los 12 Caballeros de la Realeza desciende de un Caballero de la Mesa Redonda —le explicó Nívea mientras se paraba y volvía a tomar la mano del chico para estrecharla—. Como ya dije, mi nombre es Nívea y represento a Sir Kay. Soy la líder de los Caballeros de la Realeza.

—Y yo soy su mano derecha, Draco, representando a Galahad —se puso en pie y también tomó la mano del chico para estrecharla mientras sonreía.

—Y tú eres Allen, nuestro Arturo Pendragón —Nívea lo miraba con una sonrisa radiante—. Vamos a dejar que le des vueltas a todo lo que te hemos contado, volveremos por ti en dos días más.

—Te necesitamos Allen. 11 Caballeros no se verían tan bien como 12. Por cierto, gracias por el whisky —bromeó Draco antes de abandonar el lugar seguido de Nívea, dejando a Allen sentado y meditabundo en la cocina de su casa.

En ese mismo momento, en el último círculo del Infierno, los demonios sedientos de sangre y venganza despertaban de su largo letargo. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora