Capítulo XCIV

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—¡ALLEN!

El chico abrió sus ojos de golpe, con la respiración agitada. Estaba de rodillas en el suelo y observaba este con la mirada nublada; estaba ligeramente mareado. Cuando sus sentidos lentamente volvieron a la normalidad, sintió dos manos apoyadas en sus hombros, junto con un poder que no reconocía recorriendo todo su cuerpo. Lo último que recordaba era la masacre de sus compañeros a manos de Lucifer y como había perdido el conocimiento tras esto, sin embargo, el escenario en el que se encontraba era otro completamente distinto.

Cuando su vista se aclaró, alzó sus ojos y pudo ver lo que realmente estaba ocurriendo. Khroro mantenía el solo a raya a Mefistófeles, mientras Hiro, Nívea y Afrodita se encontraban rodeando a Luzbel. Los tres caballeros se encontraban al límite de sus capacidades y le hacían frente al demonio con el máximo de sus poderes. Luzbel, en cambio, si bien no tenía ningún rasguño, empuñaba sus espadas con fuerza y mantenía el ceño fruncido con un leve rastro de frustración.

—Al fin despertaste, enano.

La voz familiar de Draco hizo que Allen alzase sus ojos y notase entonces que este se encontraba a su derecha, posando su mano izquierda sobre el hombro diestro del azabache. El pelirrojo lo miró con una sonrisa tranquilizadora; el aura blanca rodeaba su cuerpo entero y se traspasaba hacia la mitad del cuerpo de Allen. Entonces el chico giró su cabeza y vio a Lancelot a su izquierda, haciendo lo mismo que Draco. Estaba rodeado por un aura negra, la cual traspasaba hacia Allen de la misma manera que Draco lo hacía. Allen sintió como ambas auras se fusionaban en su interior, pero había algo más. El chico sintió distintas energías recorriendo cada parte de su cuerpo.

—Draco... Lancelot... ustedes... ustedes estaban muertos —murmuró Allen mientras miraba con desesperación a los dos caballeros en busca de una explicación. Estaba seguro de lo que había visto, estaba seguro de haber visto a Luzbel aniquilando a todos sus compañeros.

—Oh, ¿Eso fue lo que viste? —preguntó Lancelot, alzando su mirada hacia Luzbel. Allen también dirigió su mirada hacia él y pudo notar como el demonio les devolvía la mirada a través del bloqueo de Hiro, Nívea y Afrodita—. Tranquilo, eso no era más que el ataque ilusionista de Luzbel. Te dejaste engañar por él y probablemente viste la realidad que él quería que vieras, para desmoronarte y matarte.

—Por suerte para ti, enano, nos dimos cuenta inmediatamente que actuabas raro y organizamos una nueva formación —comentó Draco con orgullo mientras también dirigía su mirada hacia Luzbel—. Créeme que no ha sido fácil mantener lejos de ti a esos dos monstruos.

—Tuve una alucinación... —susurró Allen mientras levantaba sus manos frente a sus ojos y las miraba, una envuelta en un aura blanca y la otra en un aura negra—. Una donde los once Caballeros de la Realeza me entregaban su poder... Y luego Pendragón aparecía frente a mí y despertaba mi poder como Nexo...

—Eso no fue una alucinación Allen. Pasó realmente —Le aclaró Lancelot—. Está pasando. El poder de nosotros está dentro de ti, solo hace falta que termines la preparación para poder utilizarlos sin destrozar tú cuerpo.

—¿Cómo es posible...?

—Gracias a nosotros —Lo interrumpió Draco como si hubiese leído sus pensamientos. El pelirrojo y Lancelot observaron a Allen, e inconscientemente ambos apretaron los hombros del chico—. Solo con el poder de la Luz y la Oscuridad podrías despertar como el Nexo.

—Pero éramos tan orgullosos que no queríamos ver. No queríamos trabajar en equipo el uno con el otro —reconoció Lancelot, intercambiando una rápida mirada con Draco.

—Solo faltan unos minutos para que estés listo.

—Eres nuestra última esperanza.

Allen bajó su mirada nuevamente al suelo. Intentó digerir toda la información que le había entregado lo más rápido posible y analizó el nuevo escenario frente a él. Si lo que Lancelot y Draco le habían dicho era real, Allen tenía sobre sus hombros un peso enorme. Eso fue lo primero que pensó. «¿Podré con esto?» se preguntó el chico mientras su mirada estaba fija en el suelo pero su mente flotaba. Todos estaban poniendo sus esperanzas en él. Si no lograba acabar con Luzbel con aquel nuevo y definitivo poder, nada podría hacerlo. Sería el fin completo de la humanidad.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora