Capítulo LXII

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Sin perder tiempo y sin detenerse a escuchar a sus compañeros, Allen entró por la puerta más cercana hacia el interior del castillo. Los demás se miraron, aun confundidos y siguieron al azabache tras la puerta que había cruzado.

—¡Este chico impulsivo! —exclamó Nívea, liderando a los Cabaleros de la Realeza al interior del castillo.

Los Caballeros de la Realeza ingresaron al castillo y se encontraron con un salón a oscuras, apenas iluminado por las llamas escarlatas que rodeaban la silueta de Allen. Esa pequeña luz iluminó unas esculturas que, al inspeccionarlas de cerca, notaron que representaban a los Ocho Duques. Tras ellos se alzaba una escalera en espiral, que dedujeron llevaría a los pisos de más arriba. A ninguno les sorprendió ver a Allen corriendo hacia las escaleras, así que sin decir nada decidieron seguirlo. No habían dado muchos pasos, cuando el piso bajo sus pies tembló ligeramente; acto seguido, el escenario en el que se encontraban cambió.

De un momento a otro, los caballeros se encontraron debajo del mar, rodeados por peces y otros seres de aspecto prehistórico. Pese a encontrarse bajo el agua y a que flotaban, aun podían respirar, lo cual les confundió. Se reunieron los nueve formando un círculo, cubriéndose las espaldas entre ellos; debían estar en constante alerta, ya que se encontraban en territorio enemigo. Sin embargo, el ataque llegó desde donde menos lo esperaban.

La corriente de agua les alertó del peligro bajo sus pies, pero ya era demasiado tarde. El enorme demonio Leviathan nadaba hacia ellos a gran velocidad mientras abría sus enormes fauces. Algunos como Khroro y Lancelot intentaron reaccionar y atacar al demonio, pero este ya los tenía aprisionados y se los tragó sin problemas. O al menos los caballeros creyeron que habían sido tragados por el demonio.

El escenario volvió a cambiar. Ahora los nueve caballeros se encontraban en medio de una selva, pero repleta de naturaleza muerta. Había un intenso olor a putrefacción que obligó a los guerreros cubrir sus narices. Una ráfaga de viento los hizo cerrar los ojos, en el mismo momento en el que Belphegor hacia aparición ante los caballeros. Boric fue el primero en reaccionar e intentó atacar al bestial demonio, pero Belphegor golpeó el suelo con sus puños y los encerró a todos en una prisión de tierra. Los caballeros intentaron derribar la prisión con sus técnicas, pero no lograron ni siquiera agrietar la tierra. Eso, hasta que repentinamente esta comenzó a fundirse. Los caballeros comenzaron a sentir un enorme calor azotándolos mientras la prisión se deshacía. Entonces, el escenario volvió a cambiar.

Ahora se encontraban en el centro de un volcán, apenas de pie sobre un pedazo de tierra mientras el magma los rodeaba por doquier. Satán se encontraba frente a ellos, flotando gracias a sus demoniacas alas. Allen lo embistió, haciendo aparecer la armadura del Modo Fusión y blandiendo con todas sus fuerzas a Gram. Lanzó su ataque de llamas combinadas, pero Satán las recibió sin problemas y sin recibir un solo daño. Esbozó una leve sonrisa mientras Allen y el resto de los guerreros miraban incrédulo como la técnica más poderosa del chico no había tenido efecto contra el demonio. Satán alzó sus brazos, rodeando a los guerreros en una esfera de magma. Los Caballeros de la Realeza no lograron hacer nada, sintieron el calor envolverlos y, cuando sentían que se derretirían en cualquier momento, el escenario para ellos volvió a cambiar.

Ahora los nueve guerreros se encontraban rodeados de lapidas con nombres ilegibles, mientras una bruma blanca se extendía allí donde sus ojos veían; estaban en un cementerio. Se volvieron a reunir en círculo pero, como les ocurrió anteriormente, no les sirvió de nada. Un tornado apareció en el centro del círculo que formaban, atrapándolos a todos mientras veían la figura de Barbatos aparecer y desaparecer entre la bruma. El tornado los elevó hacía el cielo, lugar donde recibieron múltiples descargas eléctricas. Khroro fue el único que logró resistir sin problemas el ataque y, por el rabillo del ojo, divisó la silueta de Beelzebub moviéndose en círculos alrededor de ellos. El tornado se deshizo y las descargas eléctricas cesaron, mientras los nueve guerreros caían hacia un abismo oscuro. Cuando se hizo la luz, el escenario volvió a transformarse.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora