Capítulo XIII

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Ni Minerva ni Mercurio lograron reaccionar a tiempo. Tanto Lancelot como su sombra dieron un corte y lanzaron una gran cantidad de energía oscura con forma de luna creciente.

—¡Sombra Cruzada! —exclamaron al mismo tiempo Lancelot y su sombra.

En esa milésima de segundo, los demonios comprendieron de que trataba el poder del caballero: la manipulación de las sombras. Intentaron esquivar el ataque saltando hacia el costado, pero reaccionaron demasiado tarde. Minerva sufrió el corte de su brazo-serpiente completo mientras que Mercurio sufrió un corte profundo en uno de sus brazos metálicos. Minerva dio un grito de dolor y retrocedió mientras su brazo se regeneraba. Mercurio en tanto titubeó entre retroceder y atacar, instante que la sombra de Lancelot aprovechó para embestir y lanzar otro corte que el demonio bloqueó con su brazo en buen estado. El corte esta vez fue de menor gravedad. Lancelot también avanzó y utilizando movimientos coordinados con su sombra, hizo retroceder a un Mercurio que se quedó sin poder de reacción. Tras eso, Lancelot y su sombra cedieron en su asedio al demonio y retrocedieron. El azabache estaba bien preparado para una batalla de resistencia, no así los demonios. Mercurio y Minerva prolongaron la distancia con el caballero para buscar una solución al problema que este presentaba.

—Minerva, tenemos que utilizar la Liberación... —propuso Mercurio entre notorios jadeos de cansancio.

—No, no podemos, no tenemos la autorización de Júpiter —Minerva escupió sangre negra al suelo y se miró de reojo con su compañero—. De esta no saldremos sin un pequeño "sacrificio".

— ¿A qué te refieres?

—Toma a Craneus y lárgate al Infierno, el portal ya está abierto pero no durará mucho tiempo más así. Si ambos nos quedamos y no cruzamos, seremos aniquilados por este bastardo —Minerva tragó saliva; estaba presa de su nerviosismo, pero debía llenarse de valor para las acciones que tenía que tomar—. Yo lo distraeré.

—Esa es una locura Minerva, entre los dos no podemos contra él, menos podrás tú sola. Tenemos que trabajar en equipo —reclamó el demonio mitad lobo, poniéndose en posición de ataque. Minerva negó con su cabeza y se paró delante de Mercurio.

—Vete, tenemos una misión que cumplir —dijo con decisión. Mercurio gruñó y se volteó para ir hacia Craneus—. ¡Si salgo viva de esta, prométeme que me invitarás a tomar algo!

Lancelot se percató de los movimientos de los demonios y lanzó un corte de energía oscura hacia Mercurio mientras su sombra embestía a Minerva. La demonio fue más rápida esta vez y recibió ambos ataques para darle tiempo a Mercurio de tomar el cuerpo de Craneus. Lancelot se sorprendió por la acción de la demonio, quien perdió ambos brazos por los ataques del caballero. Minerva retrocedió para tener tiempo de regenerar sus brazos y atacó a la sombra. Lancelot corrió y pasó junto a la demonio para dirigirse hacia Mercurio, dejando a su sombra para detener a la víbora. Mercurio desplegó unas enormes alas negras y se elevó mientras Lancelot corría detrás de él. Estaba por alcanzar al demonio, cuando un brazo se enrolló en su pierna izquierda y lo hizo trastabillar, dándole tiempo a Mercurio para escapar. Miró hacia atrás y vio a Minerva resistiendo los ataques de la sombra con un brazo mientras con el otro jalaba al caballero. Lancelot cortó el brazo escamoso de Minerva pero fue demasiado tarde; Mercurio ya se había escabullido entre las nubes junto con el cuerpo de Craneus.

—Bastardos... —murmuró con enfado y se giró hacia Minerva en el momento que esta regeneraba sus brazos, los cuales eran constantemente cortados por los ataques de la sombra.

Lancelot se acercó sigilosamente y cuando se encontró a menos de un metro, Minerva se volvió hacia él. En ese momento, la sombra clavó su espada en el centro de la espalda de la demonio. Minerva abrió grande sus ojos, mirando con sorpresa a Lancelot. Ahogó un grito y bajó su vista hacia la espada-sombra que atravesaba su pecho. Ninguna gota de sangre cayó ni sintió dolor, por eso su rostro de llenó de más sorpresa cuando volvió a alzar su vista hacia el caballero. Lancelot la miraba con un rostro lleno de enfado pero aun así esbozó una leve sonrisa triunfal.

—Tu sombra ahora me pertenece, Minerva. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora