Capítulo XCII

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Allen sonrió con alivio al ver a sus compañeros de vuelta, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente. Luzbel desapareció de su vista y cuando se dio cuenta, lo vio apareciendo entre Lancelot y Hiro, atacándolos con sus espadas. Los caballeros reaccionaron a tiempo y lograron bloquear las espadas del demonio con las suyas, generando una tremenda vibración en el aire. Luzbel tenía un gran manejo de las espadas en ambas manos, tanto que logró hacer retroceder a Hiro y a Lancelot con un solo choque de fuerzas.

Ambos caballeros tomaron distancia antes de volver a atacar. Hiro comenzó una danza frenética con Demonslayer, buscando hacerle un pequeño corte a Luzbel. Lancelot, por su parte, agitaba su espada de arriba hacia abajo para lanzar una serie sin fin de cortes en forma de medialuna. Luzbel, sin preocuparse, bloqueó los ataques de los dos caballeros con sus dos espadas.

Allen observó el combate con impotencia. Aunque lo quisiera, no podía moverse; y aun si lo hiciera, sabía que no tenía el poder suficiente como para equipararse a Luzbel. Inconscientemente, se mordió el labio inferior hasta sangrar mientras observaba a Lancelot y a Hiro atacar sin descanso al demonio.

Afrodita se les unió desde abajo y el demonio más poderoso se vio obligado a esquivar los ataques de tres caballeros. Luzbel solo esquivaba y bloqueaba los ataques de los tres, en ningún momento pasó a la ofensiva y eso intranquilizó aún más a Allen. Fue entonces cuando un grito de mujer llamó la atención de Allen.

El chico llevó la vista hacia un punto cerca del trono y observó, aterrado, como Mefistófeles tenía a Nívea tomada de los pies con una mano, y de las muñecas con la otra, y golpeaba el abdomen de la chica con su rodilla derecha. Siguió buscando con la mirada y encontró a Draco clavado en la pared bocabajo y a Khroro enterrado en el suelo. La fuerza bruta de Mefistófeles había sobrepasado las habilidades de los caballeros.

Los gritos de Nívea desconcentraron a los tres caballeros que luchaban contra Luzbel, momento que el demonio utilizó para atacarlos. Desapareció de la visión de todos y apareció detrás de Afrodita. Antes de que ella se diera cuenta y los demás lograsen advertirle del peligro, Luzbel ya había puesto dos de sus dedos humanos en la nuca de la chica. Afrodita se quedó congelada, incapaz de moverse y con un gesto de terror marcado en su rostro. Allen sabía que Luzbel solo había ralentizado el tiempo alrededor de la chica, pero no así Lancelot y Hiro, quienes pese a haber pasado por lo mismo, no tenían consciencia de la habilidad del demonio. Ambos se abalanzaron a toda velocidad en picada contra Luzbel. El demonio alzó la cabeza para mirarlos y pudieron ver un verdadero gesto lleno de locura reflejándose en su rostro.

Luzbel desapareció y apareció a la altura de ambos caballeros, golpeando los mentones de ambos con el mango de sus espadas. La sorpresa y el golpe descolocaron a los dos caballeros, quienes salieron despedidos en direcciones opuestas tras el ataque del demonio. Este volvió a desaparecer y apareció ante Hiro, enterrando su espada negra en el centro del abdomen del espadachín, atravesándolo por completo. El albino abrió grande sus ojos cuando sintió el filo de la espada de Luzbel atravesando su armadura y su cuerpo, botando sangre sobre el rostro del demonio. Este rio con fuerza y enterró aún más su espada en el cuerpo de Hiro, para luego agitar su espada. Lanzó el cuerpo del caballero al suelo y volvió a desaparecer para atacar a Lancelot. El Caballero Ermitaño logró reaccionar para bloquear el ataque de Luzbel con su espada cuando este apareció ante él. Luzbel colocó sus dos espadas a la par de forma horizontal y atacó por el costado derecho, sin embargo, Lancelot fue veloz para colocar su enorme espada negra para detener el ataque del demonio. Luzbel lo miró y le sonrió con burla, mientras Lancelot utilizaba todas sus energías en contener el ataque de este. Fue entonces cuando Lancelot sintió una segunda presencia detrás de él.

Mefistófeles había terminado por romper las costillas de Nívea a golpes de rodilla y la había dejado botada en el suelo, para colocarse detrás de Lancelot. Extendió sus brazos de forma horizontal y los cerró de golpe, aplastando la cabeza del caballero con sus dos manos. Lancelot lanzó un alarido de dolor mientras Luzbel sonreía y daba un giro sobre su propio eje para golpear el abdomen del caballero con uno de sus pies. Entonces Luzbel le hizo una señal a Mefistófeles y este, utilizando toda su fuerza, dislocó el cuello de Lancelot para luego arrojarlo también contra el suelo.

Allen estaba aterrado. Todos sus compañeros habían sido derrotados en cosa de segundos por Luzbel y Mefistófeles, pero no solo eso, habían recibido heridas mortales. «Y yo sigo aquí, incapaz de moverme. Patético» se dijo a sí mismo mientras observaba los cuerpos de sus amigos repartidos por los distintos lugares de la habitación, todos inconscientes y al borde de la muerte. La impotencia se apoderó del chico, así como el terror y la desesperación. Estaban acabados, y vería la muerte de todos sus compañeros antes de que Luzbel lo acabase a él. Sabía que el demonio querría eso.

Un ruido de escombros chocar contra el suelo le indicó que uno de ellos quería seguir batallando. Siguió el ruido con sus ojos y pudo ver a Draco intentando ponerse en pie. Tenía el brazo derecho inmóvil, probablemente fracturado y el rostro lleno de sangre que se fundía con su barba pelirroja.

—¡No te levantes, Draco! —gritó Allen con desesperación, utilizando las pocas energías que le quedaban. «Por favor, deténganse. No es un enemigo al que podamos vencer» pensó en su interior y le volvió a rogar a gritos que no siguiese peleando. No obstante, el pelirrojo pareció no escucharlo. Luzbel miró momentáneamente de reojo a Allen y luego centró su visión en Draco, al igual que Mefistófeles.

—Me levantaré... las veces que... sean necesarias... —exclamó el caballero entre jadeos mientras se obligaba a erguirse por completo. Sus piernas temblaban y las energías pronto lo abandonarían, pero aun así logró alzar su cabeza y devolver la mirada a los demonios de forma desafiante.

Entonces, un segundo ruido de escombros cayendo contra el suelo le alertó a Allen de un segundo caballero poniéndose en pie.

—Pelearemos hasta que nuestros cuerpos no den más...

Allen vio a Khroro apoyando su lanza en el suelo y tratando de ponerse en pie. Jadeaba aún más pesado que Draco, lo que le hizo pensar a Allen que el rubio tenía una buena cantidad de costillas rotas. Además, era incapaz de colocarse en pie sin apoyarse de la lanza, lo que le indicó que tenía una de sus piernas inutilizada.

—Conmovedor... —susurró Luzbel de forma burlesca, provocando que la ira en el interior de Allen aumentase. El chico se maldijo a sí mismo por seguir allí, sin poder hacer nada para ayudar a sus compañeros. «¡Muévete, patética basura!» se gritaba a sí mismo. Pero entonces, el aumento inesperado en la presión del aire le hizo apartar todo pensamiento de su cabeza.

Allen observó como Draco y Khroro comenzaban a expulsar toda el aura alrededor de ellos de forma frenética. Ambas auras se formaron en esferas de energía que se fueron expandiendo a gran velocidad. Ambos caballeros brillaban y Allen pudo observar la determinación en el rostro de ambos. Momentos antes de que lo hicieran, el chico entendió lo que pasaría. No así Luzbel y Mefistófeles, quienes retrocedieron y miraron con desconcierto el incremento desmedido en el aura de los dos caballeros, y como esta energía se acercaba peligrosamente a ellos.

—¡¿Qué están haciendo, escoria humana!? —gritó Luzbel mientras miraba a los dos caballeros sin comprender, y con cierto terror en su voz y rostro. La energía que ambos despedían estaba alcanzando niveles superiores al poder de Luzbel y el demonio lo sabía. Nunca había sentido un poder así, ni siquiera en su pelea contra Arturo Pendragón.

Draco y Khroro no respondieron de inmediato. Se miraron mutuamente y siguieron expulsando su poder para incrementar la esfera de energía que los rodeaba. Ambos miraron entonces a Allen y le pidieron un silencioso perdón con los ojos. El chico lloraba sin darse cuenta, mientras observaba como los cuerpos de sus compañeros comenzaban a brillar con mayor intensidad. Allen lo sabía, ambos iban a sacrificarse utilizando la técnica que Nívea les había prohibido a todos los caballeros: El incremento desmedido del poder de uno, a cambio de su propia vida.

Draco congeló las paredes, el suelo y el techo sin tocar los cuerpos de los demás caballeros, mientras que Khroro envolvió todo el lugar con una poderosa descarga de energía eléctrica. Ese sería el ataque combinado de ambos antes de morir. Congelarían y luego harían explotar a los dos demonios.

Allen quiso gritar, rogarles que no utilizasen aquella técnica, pero ningún sonido brotó de su boca. Estaba conmovido, y las lágrimas no paraban de caer por sus mejillas. Ya era demasiado tarde. Khroro y Draco ya habían tomado aquella decisión. Ambos caballeros miraron a Mefistófeles y Luzbel, y alzaron sus voces al unísono en un grito. El último grito de los caballeros Khroro y Draco. El grito de despedida.

—¡NOSOTROS ACABAREMOS CON LA MALDAD EN EL MUNDO! ¡LUZBEL! ¡MEFISTÓFELES! ¡RECIBAN EL ATAQUE DE LA ESPERANZA! ¡RECIBAN EL ATAQUE COMBINADO DEL LOBO Y EL ÁGUILA! 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora