Capítulo IX

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Tanto Apolo como Minerva miraban sorprendidos el cambio de Allen. El demonio se alejó, tomando precauciones al ver la transformación del chico. Los ojos rojos de Allen se posaron en el demonio y avanzó. Apolo pestañeó un par de veces y luego frunció el ceño, enseñó sus colmillos y avanzó también. Después de un par de pasos, quedaron a corta distancia y ambos lanzaron un golpe con sus puños envueltos en llamas. El choque de ambos ataques provocó una explosión y una onda expansiva que hizo retroceder a Minerva. Cuando el humo se dispersó, vio como Allen y Apolo mantenían sus puños chocados; ninguno cedía ante el otro y las llamas naranjas del demonio y escarlatas del guerrero se esparcían alrededor.

—¡Apolo, no lo enfrentes! —gritó la demonio, percibiendo el peligro en el que se había convertido Allen tras su transformación, pero el león de fuego no la escuchó y en ese instante comenzaron un intercambio sucesivo de golpes.

Allen, solo con su brazo derecho, obligó a Apolo a retroceder mientras este se defendía con ambos puños. La furia del chico se había desatado y golpeaba reiteradas veces al demonio. Apolo lanzó un golpe que Allen esquivó agachándose y aprovechó para golpear con su codo el abdomen de la bestia. Este retrocedió los segundos suficientes para que Allen saltase, tomase a la bestia de la cabeza y golpease su rostro con la rodilla envuelta en sus llamas escarlata. Apolo retrocedió aullando y tomándose la cara. Tras unos segundos quejándose, observó al chico mientras un hilo de sangre negra caía por su mentón. Rugió y embistió velozmente. Allen saltó para evitarlo pero el demonio fue más rápido y cambió la dirección para golpear con su puño la espalda del azabache. Allen aguantó el golpe pese a escupir un poco de sangre, y se giró haciendo una leve contorsión para patear la cabeza del demonio. Ambos contrincantes dieron un salto hacia atrás para tomar distancia y volvieron a embestir. Tanto Allen como Apolo envolvieron sus puños en sus respectivas llamas y golpearon con toda su fuerza la mejilla del contrario. El choque de ambas fuerzas volvió a provocar una explosión y cuando el humo se disipó, Minerva pudo ver el cuerpo de Apolo en el suelo mientras Allen se encontraba de pie frente a él. Las llamas escarlatas rodeaban la mejilla del chico; las había utilizado para contrarrestar el ataque del demonio. Minerva reaccionó a tiempo y estiró su escamoso brazo para tomar a Apolo y alejarlo así de Allen. El azabache giró su cabeza y posó sus ojos rojos llenos de ira en la mujer.

—Nos volveremos a ver, basura —susurró Minerva antes de desaparecer cargando el cuerpo inconsciente de Apolo.

Una leve brisa comenzó a correr en el lugar, mientras Allen observaba el lugar donde antes había estado la mujer que quería, la mujer que lo engañó. Una lágrima cayó por la mejilla del chico mientras su poder lentamente desaparecía. Su cabello se bajó, las llamas escarlatas desaparecieron y sus ojos volvieron a ser de color negro. Allen observó su brazo quemado y volvió a sentir dolor. Cayó de rodillas al suelo, presa del dolor y del cansancio de la batalla. Sintió como su visión se nublaba poco a poco y cayó de bruces al suelo. Antes de perder la consciencia, pudo ver la silueta de un hombre envuelto en una capa acercarse, sin poder reconocerlo. Allen cerró sus ojos y no supo más del mundo.

En tanto, Minerva llegaba cargando a Apolo al palacio en el Área Sombría y eran recibidos por Júpiter y el resto de los demonios. El demonio de fuego despertó y rugió con furia, incendiando todo a su paso mientras los demonios intentaban calmarlo. Por su parte, Minerva apartó a Júpiter y le comentó todo lo sucedido. Al llegar a la parte de la transformación de Allen, el demonio águila esbozó una leve sonrisa mientras escuchaba atentamente.

—Resultó ser más poderoso de lo que esperábamos —comentó la demonio tras terminar de contar los hechos. Júpiter se tomó su tiempo antes de contestar.

—No te preocupes Minerva, era exactamente lo que quería. Con esto, podemos decir que nuestro primer asalto al mundo humano fue todo un éxito. Prepárate, pronto tendrás una nueva misión.

— ¿Se trata de Él? —preguntó Minerva, inspeccionando con sus ojos el rostro de Júpiter.

—Sí, así que descansa y recupera fuerzas —contestó el demonio y se marchó, mientras los demonios restantes lograban someter y calmar a Apolo. Júpiter abandonó el palacio y comenzó su paseo por el círculo del infierno. En silencio y sin llamar la atención, Juno se le acercó y caminó a su lado.

— ¿Ya comenzó? —preguntó Juno. Júpiter la miró de reojo y su semblante se ensombreció. Sonrió con malevolencia y contestó en un tétrico susurro.

—Sí, mi amada Juno. El eclipse ha comenzado.


Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora