Capítulo X

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Allen despertó incorporándose agitado. Un frio sudor recorría su cuerpo mientras el chico intentaba recobrar sus sentidos. Observó las blancas paredes de su habitación y se calmó. Observó luego su brazo izquierdo: estaba inmovilizado y vendado, pero ya no sentía dolor. Recordó todo lo que había vivido y sintió una puntada de dolor en su cabeza. Había conocido la verdadera identidad de Minerva, había despertado su poder y había enfrentado al demonio Apolo de igual a igual. Podía sacar un saldo positivo de su primera experiencia, salvo por la pérdida momentánea de su brazo izquierdo. Respiró aliviado, estaba sano y salvo.

—Ya era hora de que despertases.

La fría voz que Allen escuchó provenía del rincón de su habitación. No se había dado cuenta, pero un hombre joven estaba sentado con los ojos cerrados y con sus brazos y piernas cruzadas. Su cabello era negro, largo hasta poco más allá de sus hombros y un mechón de cabello ocultaba su ojo izquierdo. Estaba envuelto en una capa negra que cubría todo su cuerpo.

—¿Q...Quién eres? —preguntó Allen.

—Lancelot —contestó, abriendo su ojo visible para mirar por primera vez a Allen. Con esa sola mirada, el chico pudo sentir el gran poder que ocultaba Lancelot. Allen se sintió levemente intimidado por la presencia del caballero—. Vi tu pelea contra el demonio. No lo hiciste mal, pero te falta mucho por crecer. No puedes dejar que otras personas cuiden de ti por siempre.

—¿Cómo están Nívea y Afrodita? —preguntó preocupado. Recién había recordado el estado en el que las dos mujeres habían quedado.

—Mejor que tú, claramente. Llevas cinco días inconsciente. ¿Puedes manifestar tú poder aún?

Allen dudó y bajó su vista momentáneamente. Había logrado manifestar su poder durante la pelea con Apolo pero no estaba seguro de volver a lograrlo. Aún sentía la llama ardiente en su interior, pero no tenía conocimiento de cómo sacar su poder. Puso su mano diestra frente a sus ojos y se concentró. No pasó nada durante varios minutos y comenzó a sentir el nerviosismo, sobre todo por tener la mirada de Lancelot fija en él.

—Recuerda la ira que sentiste en ese momento —le aconsejó en un susurro el caballero de cabello oscuro. Allen asintió y volvió a concentrarse, recordando las imágenes de la pelea con el demonio. Llevó sus esfuerzos al límite y logró encender su diestra en llamas escarlatas mientras sentía como su cabello se erizaba. Lo mantuvo así durante unos segundos y luego perdió la concentración, desapareciendo las llamas y bajándose su cabello. Sintió el sudor cayendo por su frente mientras levantaba la vista hacia Lancelot. El caballero asintió levemente antes de decirle—. Es cosa de costumbre, sigue entrenando cada una hora hasta que lo domines por completo.

—¿Qué es exactamente nuestro poder? —preguntó el chico. Era una duda que tenía desde que conoció a los Caballeros de la Realeza pero que no se había decidido a preguntar. Sintió que Lancelot podría darle la mejor respuesta de todos.

—Aun no lo sabemos, Allen —contestó Lancelot, para desilusión del chico—. Sabemos cómo activarlo, sabemos que está relacionado con nuestra sangre. Sabemos que es un aura que se manifiesta y que nos permite lograr cosas imposibles para otros humanos, como dominar los elementos de la naturaleza o como Nívea que puede dominar la gravedad. Pero aún desconocemos mucho sobre nuestros poderes.

—¿Por qué no interferiste en la pelea? —El chico cambió el tema y no ocultó su molestia hacia Lancelot. El caballero esbozó una leve sonrisa antes de contestar.

—Estaba evaluando tus capacidades. Tenía que ver que tan útil serías para los Caballeros de la Realeza. Déjame decirte que aprobaste por poco. Tienes que hacerte más fuerte.

—¿Cómo?

—Solo tú sabrás —contestó Lancelot mientras se colocaba en pie y abandonaba la habitación.

A los minutos ingresaron en su habitación Nívea y los demás caballeros. La líder tenía un una venda en su frente y en su cuello, pero más allá de eso se veía en buenas condiciones, lo que alivió a Allen. Saludaron y felicitaron al chico y luego se sentaron alrededor de él para contarle lo sucedido en las ciudades atacadas. Según lo relatado por Draco y los demás, no había sido más que una distracción para dividir al grupo. Nívea tenía la sospecha de que el objetivo de los demonios era atacar a los que se habían quedado en el cuartel. Allen aprovechó el momento para contarles sobre Minerva y su relación con ella; sabía que cualquier detalle podría ser importante.

—Suena como una verdadera víbora —bromeó Khroro con una sonrisa.

—Tuviste suerte de que nuestra sanadora llegase junto a Lancelot momentos después de que perdieras la consciencia —le comentó Nívea, dando paso al ingreso de una mujer de pelo rubio. Vestía un ajustado traje blanco, con un escote pronunciado del cual Allen no pudo despegar su vista por unos instantes.

—Mis ojos están acá arriba —reclamó la recién ingresada apuntándose a los ojos, provocando las risas en los presentes. Allen se ruborizó y pidió disculpas entre balbuceos.

—No lo culpes, Vale. Está en esa época de...vigorosidad —dijo Draco mientras todos reían. La mujer bufó riendo y avanzó para tomar la mano del chico para estrecharla.

—Valentine, descendiente de Gaheris, a tus servicios. Soy la sexy sanadora de los Caballeros —se presentó en tono burlón y se bajó un poco más el escote mientras reía y provocaba que el chico se sonrojase más.

—Ya, déjenlo descansar —ordenó Nívea poniéndose en pie. Los caballeros estaban abandonando la habitación, cuando Afrodita apareció en el umbral. La chica entró y esperó a que todos los demás abandonasen el cuarto para mirar a Allen. Tras unos minutos mirándose en silencio, la chica se acercó, se sentó en el borde de la cama y abrazó al chico con fuerza. Allen, inconscientemente, la rodeó con su brazo ileso y la apretó contra su cuerpo. Sintió un leve sollozo por parte de la chica pero no comentó nada. Pasaron así varios minutos hasta que Afrodita se separó y habló con una voz temblorosa.

—Creí que moriríamos todos en ese momento.

—Creme que yo pensé lo mismo, Afrodita —reconoció el chico, esbozando una sonrisa débil. La chica aclaró su garganta antes de continuar.

—Lancelot nos contó que estuviste fabuloso contra el demonio.

—No, no pude vencerlo.

—Pero nos salvaste la vida, para ser tu primera experiencia, eso es algo de lo cual alegrarse —La chica le sonrió con dulzura y Allen se limitó a sonreír. El resto de la conversación se centró en Allen y su batalla contra Apolo. El chico le contó sobre la voz que escuchó antes de transformarse, sobre la sensación de tener su cuerpo envuelto en llamas y sobre la ira que sentía en ese momento.

Una hora después, aun con Allen y Afrodita conversando, Draco irrumpió en la habitación. Se veía agitado y preocupado, y traspasó esa preocupación a los chicos.

—Afrodita, escúchame atentamente y sin alterarte.

—¡¿Qué pasó?! —La chica se puso de pie de un salto. La respuesta del pelirrojo dejó congelado Allen y a Afrodita.

—Tu hermano Craneus fue derrotado por los Demonios del Apocalipsis y lo han capturado. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora