Capítulo LXXXV

380 41 8
                                    

Beelzebub reía a carcajadas de forma burlesca mientras observaba la reacción de los Caballeros de la Realeza ante la aparición de Khroro junto al demonio. Por lo que podían ver, la armadura de Khroro estaba en perfectas condiciones al igual que el chico de cabellos rubios, como sí no hubiesen participado de ninguna pelea. No obstante, la presencia de Khroro allí significaba que había derrotado a Leviathan en la primera habitación. Pero ni Allen ni nadie entendía por qué él se encontraba junto a Beelzebub.

—¿Así serán las cosas, Khroro?

Allen, que se había mantenido en silencio por la impresión que se llevó con la llegada del rubio, se sobresaltó al oír la pregunta de Lancelot y giró su cabeza, al igual que Nívea y Valentine, hacia el azabache. Como siempre, el semblante de Lancelot daba a entender que había comprendido la situación primero que todos allí y sin necesitar mucha información. Khroro y Lancelot cruzaron miradas, y el rubio terminó por asentir lentamente, desconcertando aún más al resto de los caballeros.

—No hace falta que responda a esa pregunta, Lancelot —susurró cortantemente el caballero.

Allen volvió a girar su cabeza bruscamente hacia Khroro, y sus ojos se toparon con los de su amigo rápidamente. Los amarillos ojos de Khroro, antes alegres y cálidos, ahora eran vacíos y proyectaban frialdad. No había rastro alguno de quien se había transformado en uno de sus grandes amigos desde que se convirtió en Caballero de la Realeza. Allen no entendía nada, sabía que Lancelot ya había comprendido lo que estaba ocurriendo, pero el chico no y necesitaba que fuese el mismo Khroro quien el aclarase la confusión. Quiso hablar, pero la conmoción se lo impidió, y fue entonces cuando Beelzebub tomó la palabra.

—¿Ven? Digno heredero de Bedwyr. Así como su antecesor, aquí tenemos a otro traidor —Beelzebub señaló a Khroro con ambas manos mientras su sonrisa se ensanchaba, el chico, en cambio, mantuvo su semblante sin expresión alguna.

—Khroro... no puede ser...

Valentine se adelantó a todos y, sin que Allen y los demás pudiesen evitarlo, subió los escalones hacia el trono a paso lento. La rubia temblaba notoriamente y las lágrimas caían por sus mejillas sin detenerse. Sin dudas, era la más afectada con la noticia de que Khroro era un traidor.

—¿Q-qué va... a pasar con...? —La voz de la chica salía apenas audible. Entre sollozos, Valentine se llevó inconscientemente sus manos hacia su vientre. Fue entonces cuando todos lo entendieron: Valentine estaba embarazada. Valentine y Khroro serían padres.

La chica llegó junto a Khroro y posó lentamente sus temblorosas manos en las mejillas del rubio, mientras su llanto se hacía más fuerte. Sin embargo, Khroro siguió sin mostrar una pisca de emoción en su rostro. Bajó la mirada hacia Valentine y la observó con frialdad por varios segundos. Al ver eso, Beelzebub se alejó un par de pasos mientras se tomaba el abdomen y reía a carcajadas. En tanto, Allen y Lancelot tomaron sus armas con fuerzas y se dispusieron a atacar; aquella situación había colmado la paciencia de ambos hombres. No iban a soportar que Beelzebub y Khroro siguieran burlándose de ellos, y sobre todo de Valentine.

—R-respóndeme, Khroro... por favor... —Le imploró Valentine mientras se observaban mutuamente. Pero aquella persona a la que Valentine le hablaba no era el Khroro que ellos conocieron. El rubio caballero alzó su diestra y la bajó de improviso, asestándole una fuerte cachetada a Valentine.

La chica trastabilló por el fuerte golpe que Khroro le había dado, cayendo por los escalones entre volteretas hasta el suelo frente a los demás caballeros. Se formó un prolongado silencio, solo interrumpido por los quejidos y sollozos de Valentine, quien se había arrodillado y trataba torpemente de curar el dolor en su mejilla con su poder.

—No me toques, basura —susurró Khroro con frialdad momentos después. Esa fue la gota que rebalsó el vaso.

La habitación se iluminó de golpe. Todas las miradas se dirigieron hacia Allen, quien expulsaba todo su poder sin detenerse. Las llamas escarlatas y las llamas amarillas emergían desde distintas partes del cuerpo del muchacho, mientras el cabello erizado de este se movía en diferentes direcciones. Los ojos del chico, ahora de color escarlata, miraban con una furia que jamás había sentido antes a Khroro y a Beelzebub. Tanto el antiguo caballero como el demonio pestañearon una sola vez, momento en que Allen ya había desaparecido del campo visual de ambos.

«¿Cuándo se volvió tan rápido?» pensó Lancelot al percatarse del movimiento de Allen, gratamente sorprendido por la evolución que ha ido teniendo el chico después de todas las peleas que ha enfrentado.

Allen apareció de improviso sobre Beelzebub y Khroro, y con una ágil contorsión en el aire le propinó una fuerte patada al demonio en pleno mentón. Fue tanta la fuerza del golpe de Allen, que Beelzebub salió impulsado hacia atrás hasta que chocó contra una de las paredes de la habitación, agrietándola excesivamente. Por lo que Nívea y el resto alcanzaron a divisar, el mentón del demonio estaba ligeramente rodeado por unas llamas amarillas que se apuró en disolver, mientras un hilo de sangre negra caía por la comisura de sus labios. Pero Allen no se detuvo ahí.

Apenas tocó el suelo tras golpear a Beelzebub, embistió con todas sus fuerzas a Khoro, alzando a Gram por sobre su cabeza para atacar con un corte vertical. Sin embargo, el chico de cabellos rubios se había movido velozmente en cuanto Allen atacó a Beelzebub, y colocó su lanza para bloquear la espada Gram. El choque entre ambas armas generó una gran cantidad de llamas por un lado y de chispas eléctricas por el otro.

«Todas las peleas que ha logrado sortear lo han hecho increíblemente fuerte. Es increíble que esté mirando a aquel chico miedoso y dubitativo que era cuando lo conocí. Me sorprendes, Allen. Pero no nos quedaremos atrás, esperando que nos salves» pensó Lancelot mientras observaba como Allen y Khroro chocaban sus armas. El azabache no pudo evitar sentir una mezcla de alegría y orgullo por lo que Allen había crecido hasta entonces; pero no era el momento de pensar en eso, sabía que debía ayudar al chico en aquella pelea.

Beelzebub escupió al suelo y apoyó una de sus manos en la agrietada pared para salir de ella, observando como Allen y Khroro comenzaban a intercambiar golpes con sus respectivas armas. Gruñó enrabiado por el golpe repentino que el chico le había propinado y envolvió sus garras en electricidad para atacar a Allen. Estaba por avanzar hacia el chico, cuando una sombra pasó por delante de sus ojos. Beelzebub logró moverse hacia atrás justo a tiempo para evitar el ataque combinado de Lancelot y su sombra, y luego vio como estos se colocaban delante de él, estorbándole el paso hacia Allen. En el rostro del Caballero Ermitaño se veía una relajada sonrisa.

—No tocarás a nuestro Nexo. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora