Capítulo LXXXI

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—Cuando los Caballeros de la Mesa Redonda entraron en el Infierno, siendo guiados por la demonio Minerva, se desató la guerra que decidiría el destino del mundo entero —Luzbel comenzó su relato mientras los Caballeros de la Realeza escuchaban con atención cada palabra, incluso Nívea, quien se encontraba profundamente interesada en conocer la verdadera historia tras la agrupación y los demonios. Lancelot, pese a querer escuchar atentamente el relato, se mantenía en guardia por el mal presentimiento que seguía teniendo. «Algo anda mal aquí» era el pensamiento que el azabache no podía apartar de su mente—. Caballeros y demonios se enfrentaron en una sangrienta batalla, un enfrentamiento que duró varios días. La balanza estaba nivelada para ambos lados, hasta que ocurrieron dos sucesos que cambiaron el curso de la pelea. El primero de ellos fue el encarcelamiento de Minerva por parte de sus hermanos demonios, al conocer que ella había guiado a los Caballeros de la Mesa Redonda hacia el Infierno. Y el segundo suceso significativo durante la pelea fue la traición de Bedwyr a sus propios camaradas.

«La relación entre Arturo Pendragón y Bedwyr siempre fue tensa, ya que este último siempre tuvo envidia de Pendragón y siempre discutía sus decisiones —Luzbel hizo una pausa mientras los Caballeros de la Realeza analizaban rápidamente las palabras del demonio, expectantes por saber la continuación de la historia—. Lo que más quería Bedwyr era tomar el liderazgo de los Caballeros de la Mesa Redonda en desmedro de Arturo. La batalla entre demonios y caballeros sufrió una interrupción, momento que los humanos utilizaron para alejarse del castillo y acampar lo más lejos posible para recuperar fuerzas. Durante esa noche, Bedwyr decidió escapar sin ser visto. Fue entonces cuando se reunió con su parte malvada, Júpiter, y cerró un pacto en el cual Bedwyr les diría los puntos débiles de los Caballeros de la Mesa Redonda, a cambio de que los demonios matasen a Pendragón, y dejasen ir a los caballeros restantes con vida. Así, Bedwyr sacaría a Arturo del camino y podría ser el líder de los Caballeros de la Mesa Redonda, pensando ingenuamente que Júpiter y el resto de los demonios no volverían a atacar el mundo humano al cerrar aquel pacto. Bedwyr prácticamente vendió a sus compañeros a los Demonios del Apocalipsis, con el único fin de cumplir sus propias ambiciones.

Luzbel volvió a hacer una pausa, momento en el que los Caballeros de la Realeza intercambiaron miradas de desconcierto entre ellos. Ninguno conocía aquella historia, ni siquiera Nívea, y les resultaba chocante saber que uno de los caballeros que les había inspirado, había resultado ser un traidor. Allen apretó con todas sus fuerzas a Gram y a Aegis, mientras pensaba en lo que debió sentir Arturo Pendragón al saber que uno de sus camaradas los había traicionado de aquella manera ante sus enemigos. Luzbel aclaró su garganta y sacó de sus pensamientos al chico, retomando la historia.

—Como se darán cuenta, el plan de Bedwyr no resultó. La guerra entre los Caballeros de la Mesa Redonda y los Demonios del Apocalipsis continuó sin descanso. Al conocer las debilidades de los caballeros gracias a la información de Bedwyr, los demonios lograron una ventaja importante. En un momento, tuvieron a los caballeros entre la espada y la pared. Cuando la pelea estaba por definirse en favor de los demonios, fue entonces cuando Minerva apareció en el campo de batalla, liberándose de las cadenas que la aprisionaban y uniéndose a los humanos. La superioridad numérica les brindó nuevos ánimos a los caballeros, sin embargo, las cosas volvieron a dar un giro inesperado.

El demonio volvió a hacer una pausa, esta vez para estudiar las expresiones en los rostros de Allen y los demás. Luzbel estaba logrando el efecto esperado en ellos antes de llevar a cabo su plan. Pero para eso debía ser paciente y seguir relatando la historia lo más lento posible, cualquier segundo que ganase para Lilith sería crucial. Sin embargo, había algo que perturbaba a Luzbel. Algo que sin saberlo, perturbaba también a uno de los Caballeros de la Realeza frente a él. «¿Dónde diablos se metió Beelzebub?» pensaba para sí mismo el Emperador del Inframundo. Desde que los Caballeros de la Realeza habían comenzado su pelea contra Leviathan, Luzbel no había vuelto a sentir la presencia de Beelzebub dentro del castillo, lo que tenía inquieto al Duque más poderoso. Luzbel se aclaró la garganta para desviar sus pensamientos de Beelzebub y retomó la historia.

—Bedwyr se reveló contra sus camaradas y atacó a Pendragón. Demonios y caballeros se apartaron para ver como ambos se enfrentaban en una de las batallas más tristes que debió enfrentar Arturo Pendragón. Bedwyr lo atacó con todas sus fuerzas, sin embargo, Arturo se resistía a utilizar todo su poder contra quien consideraba un compañero y amigo. Pronto, el enfrentamiento entre ambos entró en un círculo vicioso, con Bedwyr intentando matar a Pendragón, y con este esquivando los ataques del caballero sin decidirse a atacarle. Sin embargo, ese bucle se rompería rápidamente. De un momento a otro, Júpiter intervino en la pelea y atravesó a Bedwyr en el centro del pecho con su espada, buscando atravesar también a Pendragón, aunque sin éxito. Bedwyr cayó al suelo con su pecho atravesado, y entonces Pendragón liberó toda su ira para enfrentarse a Júpiter. Se reanudó la pelea entre caballeros y demonios, mientras sus máximos líderes se enfrentaban con todas sus fuerzas. Júpiter tuvo a Arturo contra las cuerdas, es más, estuvo a punto de matarlo de no ser porque Bedwyr, con sus últimas fuerzas, se interpuso en el ataque definitivo del demonio y salvó a Pendragón. Arrodillado y a punto de morir, Bedwyr logró pronunciar una disculpa como últimas palabras. Conmocionado por lo que su compañero había hecho antes de morir, Pendragón tomó la decisión de sacrificarse a cambio de sellar para siempre a los demonios. Con la ayuda de Minerva, los Caballeros de la Mesa Redonda lograron terminar el sello y dieron su vida a cambio de encerrar a los Demonios del Apocalipsis para siempre. Pero lo que no esperaban es que algo saliera "mal". Al mismo tiempo que los demonios eran sellados, el poder como "Nexo" de Arturo Pendragón se manifestó y le "robó" sus poderes a sus compañeros, los cuales terminaron convertidos en piedra. De no haber ocurrido eso, probablemente los Caballeros de la Mesa Redonda no hubiesen muerto. El único sobreviviente de la cruenta batalla fue el nexo: Arturo Pendragón. Al darse cuenta de lo que había ocurrido, Pendragón intentó quitarse la vida ahí mismo, sin embargo, el poder de sus camaradas lo detuvo. Y... —Luzbel hizo una pausa, cerró los ojos y sonrió ampliamente. El recuerdo de lo ocurrido le producía una gran diversión. Cuando volvió a abrir los ojos, se topó con la fiera mirada de Allen de vuelta—. Ahí es cuando los Duques de la Oscuridad decidimos aparecer en escena. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora