Capítulo LXIV

373 32 5
                                    

Valentine lanzó un grito al ver la macabra escena y trató de salir corriendo hacia Leviathan, pero Nívea la tomó desde atrás y la contuvo. La rubia cayó de rodillas al suelo y se tapó el rostro con ambas manos, llorando desconsoladamente. Allen intercambió miradas entre Valentine y Leviathan y apretó los puños con impotencia, aguantando las lágrimas. Habían perdido a otro compañero y el chico, una vez más, no había podido hacer nada para evitarlo. De repente, tres luces iluminaron con gran intensidad el lugar. Allen alzó la vista para ver como tres haces de luz se iluminaban frente a Leviathan. A la izquierda una luz negra, al centro una luz plateada y la derecha una luz blanca. Allen enfocó mejor y logró darse cuenta de que se trataba del poder que expulsaban Lancelot, Hiro y Draco. La armadura de Lancelot se había vuelto de escamas color purpura oscuro, lo mismo su enorme espada, mientras sus ojos se volvían como los de un demonio. Las alas de Hiro, al igual que su piel, eran ahora de acero, mientras que su cabello se había vuelto de color plateado. Sus seis manos sostenían sus seis katanas, revestidas con el mismo acero de su piel. La armadura de Draco no había cambiado mucho, seguía siendo completamente blanca, pero la diferencia estaba en que la espada de luz había aumentado su tamaño, además de que desde su espalda emergieron dos enormes alas de hielo y, al igual que Lancelot, los ojos de Draco cambiaron, pero no a los de un demonio como su compañero, sino a unos de color blanco que los caballeros que observaban la pelea catalogaron como "Los ojos de un arcángel". Los tres caballeros expulsaron todo su poder en el modo perfecto, mientras Leviathan los observaba atentamente. Allen pudo ver un rastro de profunda ira en la mirada de los tres guerreros, mientras estos se abalanzaban contra el demonio.

Leviathan rio levemente y no esperó a que los tres le atacasen. Dio un salto y con su cola llena de pinchos metálicos atacó a los Caballeros de la Realeza, obligándolos a detenerse en pleno camino para esquivar el ataque. Los tres se dirigieron una mirada rápida y volvieron a la carga, pero esta vez atacando a distancia. Lancelot lanzó su espada al aire y estiró sus manos, lanzando una serie de sombras con forma de serpiente a las piernas de Leviathan para sujetarlo al suelo. Draco apuntó su cañón con forma de lobo hacia los brazos del demonio y disparó un gran número de balas, congelando su objetivo sin problemas. Entonces Hiro voló hasta quedar frente al pecho del demonio y alzó sus seis katanas, moviéndolas en círculo para generar un remolino de viento cortante mezclado con acero, el cual lanzó en dirección al corazón de Leviathan. Allen apretó su puño y dio un paso inconscientemente, creyendo que los guerreros lograrían acabar con la bestia marítima, sin embargo, Leviathan se liberó sin problemas del agarre de Lancelot, rompió el hielo de Draco y contrarrestó el ataque de Hiro con un torbellino de agua que lanzó desde su hocico. Ambos ataques chocaron con gran fuerza y todos pensaron que se anularían, sin embargo, el torbellino de Leviathan deshizo el remolino de Hiro y siguió su trayecto hacia el caballero. Cuando el potente ataque del demonio estaba por golpear a Hiro, una serpiente se enredó en el pie del albino y lo jaló hacia abajo. El ataque de Leviathan pasó a penas por sobre la cabeza de Hiro, arrancándole un par de cabellos, mientras este era jalado hacia Lancelot, quien volvía a tener su espada en su mano. Hiro le dio las gracias y los tres guerreros volvieron a agruparse, mientras Leviathan los observaba con un gesto de burla en su rostro.

—Es un enemigo completamente distinto a los que hemos enfrentado... —murmuró Hiro, secándose el sudor de la frente.

—Es un fastidio —dijo Draco entre dientes, apretando con más fuerza la empuñadura de su espada, hasta que sus nudillos se volvieron blancos.

—Pero no es invencible, solo hay que encontrar su punto débil —Lancelot, como de costumbre, hablaba con voz calmada. En su mente, analizaba cada aspecto que conocía de Leviathan para formar una estrategia de ataque. Fue entonces cuando Draco giró violentamente su cabeza hacia Lancelot, sus miradas se cruzaron y las palabras de Nívea retumbaron como un eco en su mente: "Para vencer, la luz y la oscuridad deben ser uno solo". «¿Podría ser...?» comenzó a preguntarse, pero entonces Leviathan volvió a la carga. Esta vez el demonio había comenzado a lanzar proyectiles de agua desde sus manos a diestra y siniestra. Los tres esquivaron los ataques del demonio y decidieron atacar de manera individual. Lancelot atacó desde atrás con un corte sombrío, Draco desde el frente agitó sus alas de hielo para generar una ventisca mientras Hiro atacaba desde arriba, girando a gran velocidad mientras lanzaba varios cortes de acero. Leviathan observó los ataques acercándose a él y sonrió ampliamente, volviendo a desaparecer de golpe de la vista de los tres caballeros. Los tres ataques colisionaron en el centro y levantaron una cortina de humo que les dificultó la visión, impidiéndoles ver la aparición del demonio sobre ellos. Leviathan agitó su poderosa cola, generando un torbellino aún más potente que los anteriores, el cual atrapó a los tres caballeros, generándoles un sinfín de cortes en la piel. Los tres perdieron sus transformaciones y cayeron al suelo, completamente derrotados. Intentaron volver a levantarse, pero fue en vano. Leviathan se alzó sobre ellos, listo para darles el golpe de gracia. Allen no aguantó más y estaba por salir en ayuda de sus compañeros, cuando Leviathan se iluminó con un aura diferente; un aura que claramente no le pertenecía. Leviathan deshizo el ataque que estaba por lanzarles a los caballeros y observó el fenómeno que rodeaba su cuerpo. Una intensa aura dorada rodeaba la silueta de Leviathan. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora