Capítulo LXXXIV

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Allen, al igual que los demás caballeros, abrió grande sus ojos al ver la escena que se desarrollaba delante del enorme trono que pertenecía a Luzbel. Beelzebub, sin una pisca de emoción en su rostro, había atravesado con sus garras al Emperador del Inframundo y le había arrebatado su corazón, el cual ahora latía lentamente sobre la palma del demonio eléctrico. Nadie entendía por qué estaba ocurriendo todo eso, ni siquiera el mismo Luzbel comprendía el actuar del demonio, pero de algo estaban completamente seguros: Estaban presenciando la traición de Beelzebub a los Duques de la Oscuridad. ¿Con qué intenciones? Ninguno se atrevía siquiera a teorizar al respecto; la cruenta escena ante sus ojos los había tomado por completa sorpresa y los había paralizado. La sangre negra de Luzbel cayó por el brazo de Beelzebub, así como del orificio que se había creado en el pecho del demonio más poderoso, formando un charco de sangre negra en el suelo alrededor de ambos demonios.

Nívea y Valentine estaban aterradas y ya les era imposible disimular el nerviosismo que sentían, ambas temblaban de pies a cabeza involuntariamente. Lancelot había quedado descolocado por la irrupción repentina de Beelzebub en la escena, y trabajaba en encontrar una respuesta al actuar del demonio, y un siguiente plan de acción, sin embargo, le dificultaba el no conocer las verdaderas intenciones de Beelzebub. El Caballero Ermitaño se aferró a su espada mientras le daba la orden a su sombra de mantenerse junto a Allen de manera desapercibida.

Allen, de todos los presentes, era el más conmocionado. Sus ojos se habían llenado de lágrimas, Aegis y Gram apenas eran sostenidas por sus temblorosas manos, y sus rodillas se habían flectado ligeramente.

—¿Pa... pá...?

La voz de Allen fue apenas audible para el resto de los presentes. Sí bien se había preparado para enfrentar a su padre con las intenciones de matarlo, seguía siendo una de las dos personas que lo trajeron al mundo, y el verlo morir de esa manera tan cruel había hecho que el chico sintiese una enorme tristeza en su interior, mezclada con una intensa ira hacia Beelzebub. Por primera vez desde que se había convertido en Caballero de la Realeza, Allen pensó en su madre, Diane, en su padre, en cómo había sido la vida de ambos antes de que el naciera.

El susurro de Allen apenas lo escucharon sus compañeros, pero fue perfectamente oído por Beelzebub. El demonio, quien aún tenía su brazo atravesando a Luzbel, dirigió su mirada hacia el chico. Los ojos de ambos se cruzaron, pero Allen solo encontró con un par de ojos vacíos, carentes de cualquier emoción. Beelzebub abrió levemente su boca, y parecía que algo estaba por decirle a Allen, cuando la voz de Luzbel fue la que se escuchó en la habitación.

—¿Por... qué...?

Beelzebub desvió sus ojos de Allen para volver a mirar a Luzbel, quien seguía reflejando confusión en su rostro. Los ojos de ambos demonios volvieron a cruzar, y fue entonces cuando Beelzebub dibujó una enorme y maliciosa sonrisa en su rostro. Allen pudo notar como Luzbel utilizaba sus últimas energías para poder hablar y mirar a Beelzebub, y también vio como el demonio eléctrico se burlaba de su padre con aquella sonrisa.

—¿Preguntas por qué? —susurró pausadamente Beelzebub, para luego soltar una pequeña risa—. Eres un estorbo para mí, para mis planes. No eres completamente un demonio, no tienes derecho a ser el Emperador del Inframundo. En cambio, yo sí. Descuida, Luzbel, ocuparé bien tú lugar.

Los Caballeros de la Realeza no daban crédito a lo que estaban escuchando. Allen cada vez sentía más ira contra Beelzebub, pero el que se encontraba más sorprendido de todos era Lancelot. «Mis suposiciones eran correctas. El punto débil del demonio más poderoso era su mitad humana» fue lo primero que pensó Lancelot al oír la respuesta de Beelzebub. Tal y como el demonio había dicho, Luzbel no era completamente demonio. Era un hibrido, mitad humano, mitad demonio. «¿Qué irá a pasar ahora?» se preguntó a sí mismo el Caballero Ermitaño, sin poder creer que Luzbel fuese derrotado de manera tan fácil, ni que su nuevo rival fuese Beelzebub. No obstante, aquellas preguntas que el azabache se hacía serían contestadas antes de lo que él esperaba.

—¿Ves esto, Luzbel? —susurró nuevamente Beelzebub, volviendo a llamar la atención de todos. Las miradas de los caballeros se dirigieron a las garras del demonio eléctrico, en las cuales se encontraba el corazón negro de Luzbel. Beelzebub comenzó a juguetear con el corazón entre sus negras y metálicas garras, provocando muecas de asco en Valentine y Nívea—. Los demonios no tenemos corazón, Luzbel. ¡Pero mira esto! Tú sí tienes uno... ¿Por qué? ¿Acaso no eres un demonio? O... ¿Acaso te crees tan especial como para ser diferente a nosotros? —El tono de voz de Beelzebub estaba cargado de sarcasmo, pero también de un profundo rencor oculto entre cada una de sus palabras. Lancelot no necesitó que el demonio lo dijese para entenderlo. «Beelzebub le tiene envidia a Luzbel» pensó para sí mismo mientras escuchaba al demonio—. Aguardé pacientemente mí oportunidad para acabar contigo, pero no pensé que sería tan sencillo. Ahora, el Inframundo estará bajo mi control, como siempre debió ser.

—No... lo... hagas... —susurró de forma apenas audible Luzbel, implorándole con la mirada a Beelzebub, sin embargo, este solo soltó una risa burlesca.

—Adiós, Luzbel.

En ese momento, Luzbel giró su cabeza para cruzar su mirada con la de Allen. Fue un solo segundo en el que ambos se miraron, y fue la primera vez que Allen vio una pisca de humanidad en quien fuera su padre. Quiso moverse, ordenó a sus piernas a moverse y atacar a Beelzebub para salvar a Luzbel. Pero fue demasiado tarde.

Con una risa burlesca resonando por todo el lugar, Beelzebub apretó sus garras contra el corazón de Luzbel, destrozándolo en miles de pedazos. Allen ahogó un grito, Lancelot apretó sus dientes, y Nívea y Valentine llevaron sus manos a sus bocas mientras observaban la crueldad de Beelzebub. El demonio eléctrico arrancó su brazo del cuerpo sin vida de Luzbel, y lo pateó con fuerza hacia los Caballeros de la Realeza. El cuerpo de Luzbel cayó por los escalones hasta quedar boca arriba delante de Allen. El chico, sin saber exactamente por qué, se agachó para cerrar los parpados de Luzbel en silencio. Al volver a levantar la vista, se encontró con los tres ojos de Beelzebub mirándolo desde el trono que le pertenece al Emperador del Inframundo.

—Me la pagarás.

La amenaza de Allen hizo que Beelzebub se riese aún más fuerte, propagando su burlesca risa como un eco por la habitación. Sin embargo, la amenaza de Allen no era una broma y el demonio se percató de eso rápidamente cuando vio las llamas del chico intensificarse alrededor de sus armas. Beelzebub lo observó un instante, para luego sonreír maliciosamente.

—Tranquilo, chico, para ustedes también les tengo preparada una sorpresa. Una poderosa "arma secreta".

Ninguno entendió las palabras del demonio hasta que, de forma inesperada, un nuevo relámpago golpeó con fuerza junto a Beelzebub. La intensidad de la luz del relámpago cegó momentáneamente a los caballeros, quienes se quedaron unos segundos sin saber que ocurría frente al trono del Inframundo. Cuando el relámpago se disolvió y los caballeros pudieron abrir sus ojos nuevamente, se llevaron una desagradable sorpresa.

A Allen se le cayó el alma a los pies cuando vio la figura humana que emergió de aquel relámpago, mientras que Valentine cayó de rodillas tapándose la boca y con los ojos llenos de lágrimas. Beelzebub volvió a reír con fuerza, mientras Khroro se ubicaba a su lado y miraba a sus camaradas con frialdad. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora