Capítulo LI

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—¿Qué ha pasado?

Boric cargaba a duras penas con el cuerpo inconsciente de Hiro, mientras que Nívea había pasado uno de los brazos de Draco por sobre su cuello para ayudarlo a caminar. Los cuatro se reunieron en el mismo lugar donde se habían separado. Habían visto la explosión que provocó el choque entre Lancelot y Allen con Júpiter, sin saber lo que estaba ocurriendo en aquel lugar.

—Vamos a ver, tengo un mal presentimiento —susurró Nívea y se pusieron en marcha hacía aquel lugar.

Al llegar, encontraron a Lancelot y a Allen tendidos en el suelo e inmóviles. Al reunirse los seis, solo Nívea se encontraba en buenas condiciones, por lo que decidieron utilizar las tabletas que Valentine les había entregado a cada uno antes de partir al Infierno. Boric comió la suya y luego ayudó a Hiro, mientras Nívea ayudaba a Draco. Posteriormente, ayudaron a Lancelot y a Allen. Las heridas de los caballeros sanaron a gran velocidad y recuperaron sus energías en un santiamén.

—Recuérdenme hacerle un monumento a Valentine cuando volvamos... —comentó Hiro mientras se incorporaba y estiraba sus extremidades. Allen y Boric también decidieron elongar junto al albino.

—Sí es que volvemos —murmuró Nívea con pesar.

—Volveremos —Draco se paró detrás de la castaña y apretó su hombro, esbozando una leve sonrisa. La líder lo miró, aun preocupado por aquella presencia que había manipulado a Draco, pero decidió que era mejor callar y le devolvió la sonrisa.

—¿Qué haremos ahora? —preguntó Allen mientras los seis caballeros se reunían en un círculo.

—Júpiter se fue a nuestro mundo, pero aun debemos salvar a Craneus y Afrodita —señaló Draco. Parecía haber vuelto a ser el de siempre y rebosaba energía, algo que Allen y Nívea agradecieron sin decirlo. Lancelot, que se había mantenido en silencio todo el tiempo, tomó la palabra.

—Vamos al palacio y salvemos a esos dos, después nos preocuparemos de Júpiter.

La propuesta fue aceptada por todos, y los seis caballeros se encaminaron al Palacio Sombrío. Al igual que todo en el Infierno, el palacio se encontraba cubierto por una densa bruma oscura, la que dificultaba la visión de los caballeros. El palacio, de aspecto gótico, se erguía imponente frente a los seis caballeros. Sin embargo, ninguno de los seis tuvo tiempo para ponerse a mirar con detalle la edificación. Esto debido a que en la entrada los esperaban las últimas dos demonios con vida. Venus y Juno aguardaban a los caballeros en el arco que formaba la entrada al palacio, y al verlos aparecer decidieron avanzar hacia ellos.

—No dejaré que sigan interfiriendo en los planes de mi amado Júpiter —Les dijo Juno con frialdad. Antes de que los caballeros pudiesen responder, una luz azulina iluminó a Venus, mientras se apegaba a Juno. La demonio absorbió a su hermana, formando un nuevo ser.

La nueva forma de Juno se presentó ante los caballeros. Sus alas se habían transformado en dos largos látigos azules, terminados en puntas de lanza de color dorado. La demonio flotaba, ya que había perdido sus piernas. En su diestra tenía una fina espada dorada, la cual apuntó hacia los caballeros.

—Les presento a la demonio Juno, en su Modo Histeria.

Los seis caballeros se pusieron en posición de pelea, materializando sus armaduras sin perder tiempo. Juno, sin embargo, se elevó en el aire y lanzó un grito desgarrador, el cual se adentró en los oídos de los seis, haciéndoles un gran daño en sus cabezas. Los látigos en la espalda de Juno se estiraron y atraparon a Hiro y Boric, apretándolos y haciéndolos chocar entre ellos. Lancelot y Draco saltaron desde los costados de Juno y trataron de atacarla con sus espadas, pero la demonio comenzó a girar en su eje, repeliendo a los caballeros con sus látigos. Allen saltó, pasó al Modo Fusión y envolvió a Gram en sus llamas escarlatas y amarillas, lanzando su corte con todas sus fuerzas. Juno lo esquivó y lo embistió con uno de sus látigos, pero Allen colocó a Gram envuelta en llamas frente a sí y bloqueó el ataque. Por el rabillo del ojo vio a Nívea acercándose, así que tomó el látigo de Juno para mantenerla sujeta. La castaña pasó encima de Allen y atacó a Juno con todas sus fuerzas. Ambas chocaron sus espadas y comenzaron una serie de choques, provocando grandes ondas expansivas alrededor de ellas con cada golpe.

—Ustedes jamás lograran vencernos, basuras —Le dijo Juno con aires de superioridad.

—¡No nos importa que tan fuerte sean ustedes, mientras estemos juntos, nadie nos va a ganar! —gritó la líder y se separó levemente, para atacar los dos látigos de Juno con su espada. Aumentó el peso de los látigos, haciendo que la demonio cayese con todo su peso al suelo. Intentó levantarse pero fue en vano. Cuando alzó la vista, desesperada, pudo ver como Allen, Draco, Lancelot, Boric y Hiro habían saltado sobre ella y le lanzaban sus mejores técnicas. Boric lanzó un puñetazo con tal potencia, que podría haber desgarrado al aire. Hiro se había transformado en el Modo Perfecto y había utilizado su técnica de desenfundado rápido con sus seis katanas, lanzando seis cortes contra la demonio. Draco y Lancelot lanzaron un corte luminoso y un corte oscuro desde sus espadas al mismo, cruzándose ambos ataques en una equis antes de dar con Juno. Allen había juntado a Gram y a Aegis y había lanzado su ataque de torbellino de fuego cruzado. Los cinco ataques dieron de lleno en la demonio, desintegrándola por completo.

Los cinco caballeros cayeron al suelo y se miraron. Sonrieron ampliamente, incluyendo a Lancelot, y apretaron con fuerza sus puños. Juntos, los seis Caballeros de la Realeza habían acabado con la última demonio.

—Ahora solo queda Júpiter —murmuró Allen, mientras se volteaba hacia el palacio e ingresaba velozmente. Los otros cinco caballeros lo siguieron y se toparon con una escena que no esperaban.

Craneus se encontraba atado, colgando del techo del salón, completamente pálido, demacrado. Pero lo que más horrorizó a todos fue el ver como los huesos se le notaban a través de la piel. A su lado, Afrodita se encontraba de la misma manera, aunque aún no llegaba a estar tan demacrada como su hermano. Los seis se miraron y comprendieron que todos pensaban lo mismo. Ninguno albergaba esperanzas y solo Nívea se atrevió a acercarse a los dos hermanos. Primero inspeccionó a Afrodita y descubrió, para alivio de los demás, que aún estaba con vida. Allen corrió hacia ella al oírla y ayudó a Nívea a desatarla, para luego tomarla en sus brazos. Sonrió ampliamente y una lágrima asomó por sus ojos, sin embargo, esa sensación de alegría se esfumó tan rápido como había llegado al oír las palabras de Nívea.

—Craneus está muerto...

Draco se acercó a la mujer, quien había derramado unas cuantas lágrimas de impotencia, y la ayudó a desatar el cadáver del caballero para cargarlo. Allen miró al hermano de Afrodita con pena. No lo había conocido, nunca había cruzado palabras con él, pero aun así, una profunda tristeza lo embargó al igual que a sus compañeros. Habían librado muchas batallas buscando salvarlo, pero habían llegado tarde.

—Otro caído... —murmuró Hiro mirando al suelo.

—Esto no se acabará hasta que derrotemos a Júpiter —dijo Allen con decisión, mirando uno por uno a sus compañeros. Estos asintieron al oír las palabras del chico—. Vamos y acabemos esta guerra de una vez por todas.

Apenas terminó de decir aquellas palabras, un portal hacia el mundo humano se abrió detrás del chico. Los seis caballeros se miraron extrañados, puesto que ninguno podía abrir aquel portal y no había ningún demonio con vida para abrirlo por ellos. No obstante, no perdieron el tiempo buscando respuestas y aprovecharon la oportunidad. Hiro y Boric cruzaron primero, Draco cargando el cadáver de Craneus y Nívea después, Lancelot los siguió y Allen cerró la fila cargando a una inconsciente Afrodita. Ninguno de ellos notó la presencia que los observaba desde la oscuridad y que había abierto el portal por ellos. Los caballeros solo pensaban en una sola cosa: librar la que pensaban sería su última batalla. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora