Capítulo VI

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Allen cayó en su cama sudado y muerto de cansancio. El entrenamiento no estaba resultando ser lo que se esperaba. Llevaba cinco días realizando actividades físicas. Según lo que Nívea le había dicho, tenía que ponerse en forma o su cuerpo no resistiría su poder. Por esa razón, la líder había sometido al chico a un extenso e intenso entrenamiento para mejorar su musculatura. Si bien Allen siempre iba al gimnasio, ese entrenamiento había llevado al límite sus capacidades. Se levantó a duras penas, se sacó la camisa de entrenamiento y se paró frente al espejo para evaluar las mejoras en su contextura física. «Sin duda he mejorado, espero que esto sirva para utilizar pronto mi poder» pensó mientras terminaba de desvestirse y se metía en la ducha.

Después de media hora bajo el agua, se secó, se vistió y salió al salón principal donde se llevaría a cabo la reunión habitual. Al acercarse, pudo ver a una persona que no conocía. El recién llegado se puso en pie y se acercó al chico para saludarlo. Era rubio, con el pelo corto levantado en mechones y tenía un aro en el labio inferior. Vestía chaqueta y pantalones de cuero y unas botas rojas.

—Así que tú eres el famoso Allen, ¿Eh? —le dijo estrechando su mano y sonriéndole—. Mi nombre es Khroro, descendiente del caballero Bedwyr, todo un placer conocerte.

—Mucho gusto —contestó el chico, estrechándole la mano animadamente. Khroro volvió a su asiento y entonces pudo ver al resto de sus compañeros, todos con un semblante serio y de preocupación en sus rostros. «Algo anda mal» pensó y se sentó en su asiento frente a Nívea y preguntó en voz baja—. ¿Pasó algo?

—Sí, estamos en problemas —contestó la líder, quien tomó un control remoto con el cual encendió la pantalla a su espalda. En ella aparecieron imágenes de cuatro ciudades distintas, todas en llamas y destruidas—. Los Demonios del Apocalipsis empezaron su ataque antes de lo que pensábamos. Atacaron ciudades en África, Asía, Europa y América.

Allen tragó saliva nervioso al oír las palabras de Nívea y observó aterrado las imágenes en la pantalla. El caos se había apoderado de las ciudades atacadas.

—Tenemos que ir, no hay tiempo que perder —dijo Draco, poniéndose en pie. Thomas, Milo y Khroro lo secundaron. Allen pudo ver decisión en los ojos de los cuatro caballeros y también se puso en pie.

—¿A dónde vas tú? —le espetó la líder mirándolo desde su asiento con seriedad.

—Eh... ¿No vamos a ir a ayudar a las personas de esas ciudades? —preguntó el chico, titubeando al ver la seriedad en el rostro de la mujer.

—Draco, Thomas, Milo y Khroro irán. Cada uno irá a una ciudad distinta. Tú te quedas junto con Afrodita y conmigo —le aclaró la castaña mientras se ponía en pie.

—P-pero... ¡Yo también quiero ayudar! —exclamó el chico.

—Aún no hemos terminado tu entrenamiento. Ni siquiera puedes manifestar tú poder. Si vas, solo serás un estorbo —sentenció la líder y se encaminó a la salida junto con los otros cinco caballeros. Allen golpeó la mesa enojado y luego los siguió. Salieron a la oscura noche y la líder se paró frente al grupo.

—Solo irán a ayudar, eviten entrar en combate con los demonios. Si se encuentran en problemas, pidan ayuda y Afrodita o yo iremos en su ayuda —ordenó y los caballeros asintieron sin quejas. Tras eso, la líder se volteó y estiró su dedo índice. Este se iluminó y comenzó a trazar la figura de cuatro puertas.

—Ella puede crear portales en el espacio para que nos desplacemos —le explicó Draco a Allen en un susurró y luego le estrechó el hombro antes de pararse frente a una de las puertas. Thomas, Milo y Khroro lo imitaron. Nívea, Afrodita y Allen se pararon detrás de ellos mientras cruzaban las puertas.

—Vuelvan en una pieza... —les pidió la líder en un susurro, ante lo cual los caballeros levantaron sus puños al aire antes de cruzar definitivamente. Las puertas desaparecieron a los segundos pero Allen se quedó mirando el lugar donde antes habían estado sus compañeros. Ansiaba ir con ellos y se lamentó por aun no estar listo para entrar en acción.

—Bien, es hora de que comience la fiesta.

Una voz llena de malicia detrás de ellos les hizo voltearse con rapidez. Frente a ellos se encontraba un demonio con forma de león humanoide. Era dos cabezas más alto que Allen y su pelaje era de color rojo. Estiraba y apretaba las garras de sus manos mientras los miraba con sus amarillentos ojos. Se relamió los labios antes de volver a hablarles con esa voz llena de malicia que había paralizado a Allen.

—¿Quién de ustedes tres será la presa del gran Apolo?

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora