Capítulo XII

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—No creí que fuésemos a toparnos tan pronto con el "Caballero Ermitaño". Eras el último de nuestra lista.

Minerva tuvo que elevar su voz para hacerse oír, esto debido a que el viento comenzaba a soplar con fuerza en la cima de los Alpes. La fuerte corriente de viento hacía ondear el cabello negro de Lancelot y la capa que llevaba en la espalda. El caballero no respondió enseguida, se tomó su tiempo para analizar con la mirada a sus rivales, el escenario en el que estaban y sus opciones de salvar al herido Craneus. Sabía que sus posibilidades serian remotas al tener a dos rivales frente a él, por eso tenía que actuar con cautela. Si algo caracterizaba a Lancelot era su poder estratégico a la hora de pelear.

—Es un honor para mí que ustedes me tengan en un estatus tan alto —bromeó mientras la sonrisa de su rostro se borraba y tomaba un semblante más serio.

—¿Cómo nos encontraste tan rápido? —preguntó Minerva. Claramente tampoco quería entrar en batalla contra Lancelot.

—Ustedes son muy poco escrupulosos a la hora de actuar, dejan los rastros suficientes como para que un rastreador como yo los encuentre —explicó el caballero. Apretó un poco más la empuñadura de su espada y decidió seguir ganando tiempo—. Mi turno de preguntar. ¿Qué es lo que buscan capturándonos?

—Esa es una absurda pregunta, ermitaño —gruñó Mercurio, enseñando sus colmillos, levemente manchados con la sangre de Craneus—. Son un estorbo para nosotros, así que es mejor para nosotros eliminarlos rápidamente.

— ¿Y por qué aún no han matado a Craneus? —observó astutamente Lancelot. Mercurio gruñó un par de veces pero fue Minerva quien contestó.

—Necesitamos su sangre, es por eso que no lo hemos matado aun. Pero no te preocupes, lo mataremos pronto —La demonio esbozó una enorme sonrisa sádica, mientras convertía su brazo derecho en una serpiente blanca y de acero. De la boca de la serpiente salió una filosa lengua de color purpura. Lancelot suspiró y avanzó lentamente.

—Supongo que esto no lo solucionaremos sin pelear.

Las palabras se acabaron y los tres embistieron con fuerza. Lancelot bloqueó las garras metálicas de Mercurio y el brazo-serpiente de Minerva con el filo de su espada y los empujó con toda su fuerza. Los demonios retrocedieron y Lancelot aprovechó el momento para embestir a Minerva, golpeándola en el abdomen con el mango de su espada para hacerla retroceder más, dándole tiempo así al caballero para atacar Mercurio. Lanzó un corte horizontal con su espada que el lobo esquivó agachándose, pero Lancelot fue más rápido y lo golpeó con la rodilla en el rostro. El lobo aulló y retrocedió lamentándose del dolor. Lancelot se detuvo y observó: adelante suyo tenía a Mercurio y detrás a Minerva. Ambos demonios dieron un salto y atacaron a Lancelot desde el aire. El azabache clavó su enorme espada en el suelo para saltar apoyándose en ella y así evitar el ataque. Recogió sus brazos y sacó la espada del suelo para dar un corte hacia los demonios. Tanto Minerva como Mercurio saltaron hacia atrás para evitar el ataque del caballero y se reagruparon, tomando cierta distancia de Lancelot mientras el caballero caía al suelo.

—Ese bastardo nos está subestimando, aun no utiliza todo su poder —exclamó Mercurio mientras lanzaba un escupitajo de sangre al suelo y fruncía su ceño.

—Obliguémoslo a utilizarlo entonces —sugirió Minerva. Mercurio se sacó uno de sus colmillos, el cual se transformó en una larga y fina espada y embistió a Lancelot. El caballero y el lobo chocaron sus espadas y embistieron el uno contra el otro. Lancelot se mostró más a la defensiva que Mercurio, monitoreando por el rabillo del ojo a Minerva, quien no se había movido de su lugar. Mercurio lanzó un corte desde arriba y Lancelot lo bloqueó con su espada. En ese momento, el brazo-serpiente de Minerva surgió de la tierra y se envolvió en una de las piernas del caballero, jalándolo hacia el suelo y haciéndolo perder el equilibrio. Mercurio aprovechó la oportunidad y se colocó detrás de Lancelot, lanzando otro corte con su espada. Lancelot fue lo suficientemente rápido para bloquear el ataque con su enorme espada mientras forzaba su pierna para sacarla de la tierra; pero no fue tan rápido para evitar el embiste de Minerva, quien en un pestañear se había puesto frente a Lancelot y había clavado sus colmillos en el cuello del azabache. Lancelot lanzó un grito de dolor y blandió su espada contra la demonio. Minerva dio un salto hacia atrás para esquivar el ataque y se relamió los colmillos llenos de la sangre del caballero. Mercurio también tomó distancia de Lancelot y aguardaron mientras el caballero apoyaba una de sus rodillas en el suelo y llevaba su mano a la herida en el cuello. Había logrado moverse a tiempo lo suficiente para que la mordida de la demonio no fuese tan profundo, pero aun así la sangre caía levemente por su cuello. Rasgó un trozo de tela de su capa y la envolvió alrededor de su cuello para detener el sangrado. El sol ya se escondía detrás de las montañas y el viento soplaba con más fuerza que nunca, cuando Lancelot se volvió a poner en pie, tomando su espada con ambas manos mientras observaba a los demonios con una sonrisa.

—Veo que no podré vencerlos si no ocupo toda mi fuerza —murmuró y alzó su vista hacia el sol que se escondía. Minerva y Mercurio también lo observaron hasta que terminó de ocultarse y las sombras se apoderaron del lugar. En ese momento, ambos demonios sintieron una enorme presión proveniente del caballero y supieron que habían cometido un error al tardar tanto en derrotar a Lancelot.

Lancelot había cerrado sus ojos mientras un aura negra comenzaba a rodear su cuerpo y su espada. Minerva y Mercurio retrocedieron inconscientemente en el momento en que la sombra de Lancelot cobraba vida y se posicionaba junto al caballero. La sombra tomó la misma pose que Lancelot mientras este abría sus ojos, ahora ambos de color blanco. La sombra esbozó una enorme sonrisa y fue esta quien habló, utilizando la voz un tanto distorsionada de Lancelot.

—Ahora probaran un poco del verdadero poder de las sombras. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora