Capítulo XXX

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Apolo formó dos lanzas de llamas negras en sus manos y las lanzó contra Allen con todas sus fuerzas. El chico colocó al reforzado Aegis frente a si y bloqueó el ataque del demonio. Cuando el ataque de Apolo se disolvió, Allen batió con fuerzas sus alas, de las cuales emergieron unos torbellinos de llamas amarillas y rojas que golpearon de lleno al demonio. Apolo se cubrió con sus robustos brazos pero el ataque logró hacerle daño, quemando levemente ciertas partes de su pelaje blanco. En cuanto se disolvió el ataque de Allen, Apolo juntó sus manos y creó una bola de fuego que lanzó directo al chico. Allen nuevamente bloqueó el ataque con Aegis pero Apolo se había movido junto al ataque y atacó desde abajo, golpeando al chico en el mentón con su puño envuelto en llamas. El ataque impactó de lleno y obligó a Allen a retroceder. Apolo creó otra lanza y la arrojó contra Allen a toda velocidad. El chico movió con fuerza sus alas para elevarse y esquivar el ataque, y lanzó un corte llameante con Gram. Apolo lo esquivó, creó una espada de llamas negras y atacó a Allen. El caballero bloqueó el ataque con Aegis, contuvo a Apolo durante unos segundos en los que ambos se miraron con odio y lanzó un corte horizontal con Gram. Apolo retrocedió pero Allen logró hacerle un leve corte en el abdomen. Apolo gruñó y volvió a atacar con su espada de fuego, chocando con Gram de Allen. Intercambiaron golpes, bloqueándose mutuamente con sus espadas, hasta que Allen batió sus alas y le lanzó su ataque a corta distancia. Apolo se sorprendió y recibió el ataque sin poder defenderse, provocándole un gran daño al demonio. El león se alejó mientras se quejaba por las heridas que el ataque del chico le había provocado. Lamió su brazo derecho, el más dañado, y luego alzó la vista hacia el chico.

Allen flotaba a cierta distancia de él, observándolo con una gélida mirada. El chico tenía a Gram apretada con fuerza, pero no se desesperaba por atacar. Con el poder de Milo no solo incrementó el suyo, sino que también adquirió más calma a la hora de pelear, algo que siempre le había hecho falta. «Gracias, Milo» pensaba para sí mismo, pensando en su amigo y maestro, «aun muerto, sigues ayudándome». Allen sonrió y alzó a Gram y a Aegis, ambas en dirección al demonio. De la punta de la espada y del centro del escudo, comenzaron a generarse torbellinos de fuego. De Gram lanzó un torbellino de llamas amarillas, mientras que de Aegis lanzó un torbellino de llamas escarlatas. Ambos torbellinos se fueron fusionando en el trayecto hacia Apolo. El ataque avanzó velozmente, dejando al demonio sin capacidad de reacción. La fusión de ambas llamas golpeó de lleno en el estómago del león, dejándole una grave herida pese a que Apolo había rodeado su cuerpo en sus llamas para contrarrestar el ataque. Apolo rugió de dolor y luego alzó el vuelo hasta tomar cierta distancia de Allen. El chico y sus nuevos poderes estaban poniendo en aprietos al demonio, lo cual comenzaba a desesperarlo. Alzó sus manos al cielo mientras mostraba sus colmillos con fiereza, observando fijamente a Allen. Los músculos de sus brazos crecieron considerablemente mientras en la palma de sus manos comenzaba a formarse una enorme bola de fuego negro. Allen simplemente alzó sus cejas al ver lo que el demonio hacía. La bola comenzó a alcanzar un tamaño mayor al de aquella bola que había arrasado con toda la ciudad. Allen pudo ver en los ojos de Apolo un rasgo de bestialidad que antes no había visto. El demonio había perdido la poca cordura que le quedaba; en ese momento, Apolo era lo más parecido a un león como nunca antes se había visto.

—Ahora podrás reunirte con el patético de Milo en el Infierno... ¡Muérete! —rugió con fuerza, lanzándole con todas sus energías la enorme bola de fuego negro.

Una gran ráfaga de viento golpeó el rostro de Allen, quien no se inmutó y observó como el ataque de Apolo se acercaba a él. En ese momento, al ver el enorme ataque del demonio, Allen no temía. Allen no sentía temor ni dudaba al ver la gran bola de fuego acercarse. Por primera vez, Allen estaba seguro y confiado. Batió sus alas y voló a toda velocidad hacia la bola de fuego. Empuñó con fuerza a Gram, la blandió sobre su cabeza y cortó la bola de fuego de forma vertical. El corte de la espada de Allen separó en dos mitades la bola de fuego. Al separarse en dos el ataque, Allen pudo ver el rostro de Apolo aparecer. Un rostro lleno de sorpresa y, como nunca lo había imaginado, de terror. En ese momento en que la bola de fuego se dividió en dos, en esa milésima de segundo en la que las miradas de Apolo y Allen se cruzaron, el demonio sintió por primera vez lo que era el miedo. Todo ocurrió en cosa de segundos. Las dos mitades de la bola de fuego explotaron, generando una gran cantidad de humo. Allen atravesó las dos cortinas de humo por el medio a toda velocidad, empuñando con todas sus fuerzas a Gram. Apolo se quedó congelado, incrédulo, y pudo ver la determinación reflejada en los ojos del caballero. Allen envolvió a Gram en las llamas amarillas de Milo y cortó al demonio por la mitad. Apolo escupió sangre y giró levemente su cabeza cuando Allen pasó a su lado. El chico se colocó detrás del demonio y observó como la parte superior del cuerpo de Apolo se separaba de la inferior.

—Eso va por Milo... —murmuró el chico, mientras las dos mitades del demonio caían hacia el suelo.

Allen descendió lentamente, satisfecho por haber matado por fin al demonio. Cuando tocó la superficie, observó la mitad superior del demonio y sonrió levemente. El rostro de Apolo reflejaba la sorpresa y el temor que había sentido en sus últimos instantes de vida. Allen apretó con fuerza sus armas, sintiendo que por primera vez en su vida había logrado algo importante. Entonces, Gram, Aegis y su armadura brillaron y se separaron del chico. Con sorpresa vio como la imagen de Milo se formaba de aquel resplandor. Allen no pudo evitar soltar lágrimas al ver la imagen de su amigo. Milo le sonrió y asintió con la cabeza antes de desaparecer. «Tú muerte no fue en vano Milo... Gracias amigo, nos volveremos a ver» pensó, observando el lugar donde antes había estado la silueta de Milo. Allen cayó de rodillas, sintiendo el peso de la batalla, y luego se desplomó en el suelo. Antes de cerrar los ojos, observó una figura de mujer acercándose a él a lo lejos. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora