Capítulo LXXIV

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Boric cerró el muñón en el que se había convertido su brazo derecho con su poder de tierra y se colocó en pie con dificultad, respirando cada vez más lento y pausado. Con la pérdida del brazo derecho, perdió el poder de manipular la hierba; ahora tan solo le quedaba el poder de la tierra. Escupió al suelo mientras alzaba su vista con dificultad, hasta toparse con los ojos verdes de Belphegor.

—¿Te duele? —Se burló el demonio, mientras intensificaba el aura a su alrededor. La sed de sangre del demonio comenzaba a incrementar poco a poco, haciendo temblar ligeramente a Boric. Belphegor jugaba con la desesperación del caballero, mientras sus cadenas se movían casi imperceptiblemente dentro de la arena, buscando aprisionar una vez más al moreno.

Boric se percató a tiempo de las intenciones del demonio y dio un salto hacia atrás, lo cual representó un gran esfuerzo para el chico, aunque no fue efectivo ya que una de las cadenas de Belphegor se enrolló alrededor de su pierna izquierda, azotándolo contra el suelo de arena.

Boric intentó liberarse del agarre de las cadenas del demonio, pero entonces estas lo levantaron de golpe desde el suelo y lo alzaron en el aire, momento en el que Boric no tuvo ninguna capacidad de reacción. Belphegor pasó a su lado nuevamente, mientras sus garras verdes crecían, arrancándole la pierna izquierda de un solo tajo.

El caballero cayó al suelo de bruces, aullando por el dolor mientras la sangre que salía bruscamente desde su muslo se derramaba alrededor suyo. Rápidamente, mientras sudaba cada vez más, utilizó su poder de tierra para cerrar la herida a la altura donde Belphegor le había arrebatado su pierna y se sentó apoyando una mano en la arena. Sus esperanzas ya se habían ido, estaba acabado. Con un brazo y una pierna menos, era casi imposible acabar con un demonio tan poderoso como Belphegor. «A menos de que utilice aquella técnica» se dijo a sí mismo mientras observaba al demonio con la vista un tanto nublada. Pronto perdería la consciencia y, de seguir así, la vida.

—Te dije que te quitaría tus miembros uno por uno... —murmuró el demonio, comenzando a reírse a carcajadas mientras se devoraba la pierna de Boric frente a él. Fue una escena que terminó por conmocionar al caballero, pero que también terminó por hacer que se decidiese.

—Antes de que me mates, tengo que hacerte una pregunta... —susurró Boric con todas las energías que le quedaban. Belphegor se agachó frente a él y lo miró con intriga.

—Has peleado bien, así que adelante, te concedo una pregunta antes de morir —Belphegor sonrió, enseñando sus colmillos llenos de rastros de sangre y carne del caballero, lo cual estuvo a punto de hacerle vomitar. Respiró hondo y trató de concentrarse, sobre todo porque cada palabra y cada acción a tomar lo acercarían más a la muerte. Debía jugar su última carta con cuidado.

—¿Cuál es el objetivo de ustedes? ¿Por qué justo ahora deciden invadir nuestro mundo? —preguntó el moreno mientras Belphegor borraba la sonrisa de su rostro.

—Eso fueron dos preguntas, no una —Le dijo con un tono de burla, aunque su rostro reflejaba una completa seriedad—. Pero no importa, las contestaré.

El demonio, para sorpresa de Boric, se sentó en la arena frente a él, en posición de indio mientras cruzaba sus musculosos brazos y se tomó su tiempo antes de contestar las preguntas del caballero.

—Desde siempre, nosotros los demonios hemos estado sometidos a vivir en el Inframundo —comenzó el demonio mientras miraba fijamente a Boric—. Un lugar lleno de putrefacción, sin vida, el cual nosotros odiamos con todo nuestro ser. Nuestro objetivo hace miles de años, cuando creamos a los Demonios del Apocalipsis, era abandonar ese lugar que tanto odiamos y vivir en el mundo humano. Ante la negativa, ante la imposibilidad de vivir junto a los humanos, nuestro objetivo cambió. Cuando ustedes acabaron con los demonios, nosotros acordamos subir al mundo humano para destruirlo. Para que ustedes vivan lo mismo que nosotros hemos vivido durante todos estos años.

El tono de Belphegor estaba lleno de resentimiento y de odio, al igual que su mirada. Boric tragó saliva al oírlo y trató de respirar hondo, mientras su brazo comenzaba a temblar notoriamente. El escuchar las palabras del demonio lo llevó a tomar la decisión que temía tomar. Solo tendría una oportunidad, y era en ese momento. Su única opción en aquel momento es utilizar la técnica que solo podría ocupar en una situación así.

—Es una lástima... —murmuró Boric mientras agachaba la mirada. Las sombras ocultaron su mirada, mientras Belphegor se colocaba en pie, dispuesto a seguir torturando al caballero.

—¿Qué cosa es una lástima? —Quiso saber mientras apretaba y soltaba sus garras varias veces. Boric tardó en contestar, pero cuando alzó la vista y cruzó sus ojos con los del demonio, Belphegor entendió que debió haberle matado antes.

—Es una lástima que estés enfrentando a un humano dispuesto a dar la vida por sus seres queridos, y por toda la humanidad. Creo que ustedes, demonios, nunca lograrán entender ese sentimiento... —susurró Boric con decisión mientras comenzaba a expulsar todo el poder que le quedaba.

Aquel poder que Boric expulsó cruzó más allá de la habitación donde se encontraba, llegando al resto de los Caballeros de la Realeza quienes, pese a estar peleando, notaron la despedida del moreno caballero. Nívea soltó una lágrima y Hiro soltó sus armas en plena pelea con Barbatos al sentir las intenciones de Boric.

Belphegor apretó sus colmillos y retrocedió, mientras el poder que Boric expulsaba hacía temblar el suelo. El demonio desplegó sus alas y alzó el vuelo, alejándose lo que más podía de aquel intenso poder que emanaba desde el caballero. Boric alzó su vista y sonrió triunfal, mientras la musculatura de su brazo izquierdo, su pierna derecha y su tronco comenzaba a incrementar desmedidamente.

—Es demasiado tarde, Belphegor... Ya no tienes escapatoria —exclamó el moreno caballero, observando con satisfacción la mirada de terror en los ojos del demonio.

«Cuando obtuve este poder, supe que podía utilizarlo, en el peor de los casos, para esta técnica. Nívea, gracias por darme la oportunidad de seguir viviendo. Hiro, gracias por brindarme tú sincera amistad. Allen... por el bien de todos, derrota a Luzbel...» fue el último pensamiento que tuvo el caballero, mientras su cuerpo seguía aumentando hasta transformarse en una esfera enorme y deforme.

—¡Estás loco! —gritó el demonio con pavor. Nunca antes había sentido tal poder, y no lograba entender como un humano estaba dispuesto a sacrificar todo con tal de salvar a otras personas. Por un momento, Belphegor sintió un enorme respeto y admiración por Boric.

—¡Pero solo así podré acabarte y salvar al mundo de tu maldita presencia! —gritó a su vez Boric.

Esas fueron las últimas palabras del caballero. Momentos después, el cuerpo de Boric aumentaba su tamaño para luego reducirse de golpe, estallando en miles de pedazos. La explosión de energía también atrapó a Belphegor, destrozándolo también en miles de pedazos. Aquella explosión, provocada por el poder del caballero, destruyó a su paso todo lo que se encontraba en aquella habitación, incluyendo al demonio Belphegor. Y, para pesar de los Caballeros de la Realeza, también se llevó la vida de su amigo. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora