Capítulo LXXXVI

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Allen ejerció más fuerza en Gram para empujar a Khroro, logrando que el antiguo caballero retrocediera un par de pasos, suficientes para que Allen tuviese la oportunidad de golpearlo en pleno pecho con Aegis. Khroro, quien no vio venir aquel golpe, retrocedió un par de pasos más mientras escupía un poco de saliva al suelo por la fuerza del golpe. Siguió retrocediendo hasta recobrar el aliento que el golpe de Allen le había robado, y observó a su contrincante mientras analizaba la forma en que podía derrotarlo sin matarlo como le había ordenado Beelzebub antes de irrumpir en la habitación. Sin detenerse a pensarlo por más tiempo, Khroro hizo aparecer su habitual lanza dorada mientras comenzaba a expulsar desde distintos focos de su cuerpo aquella electricidad característica de él. No obstante, Allen sintió algo extraño proveniente de su amigo apenas manifestó su poder. Alzó una ceja, levemente confundido, mientras se colocaba en posición defensiva.

—¿Qué ocurre? —preguntó Khroro rápidamente al ver la postura tomada por Allen.

—¿No utilizarás todo tú poder? —preguntó Allen a su vez, descolocando a Khroro con aquella contra-pregunta.

—¿A qué te refieres? —volvió a preguntar mientras mostraba un rostro de desconcierto.

—No estás utilizando el poder de Júpiter, y sabes que en el Modo Fusión soy mucho más fuerte que tú —aclaró Allen mientras cruzaba miradas con su amigo. Ambos se miraron mutuamente en silencio, mientras Khroro pensaba en las palabras del chico como sí algo de ellas no lograse entender. A Allen, por otra parte, le extrañó la postura del chico de cabello dorado. Se conocían a la perfección, habían entrenado juntos muchas veces. Era tan obvio lo que Allen estaba diciendo, que algo más debía pasar para que Khroro no lo entendiese, o no recordase las diferencias entre el poder de ambos.

—Tsk, no sé de qué hablas.

La respuesta de Khroro dejó a Allen incrédulo, pero no lo dejó pensar más allá porque en un abrir y cerrar de ojos desapareció del campo visual del chico. Repentinamente, cuatro truenos golpearon en el suelo alrededor de Allen y Khroro emergió desde uno de ellos velozmente. Allen alcanzó a verlo por el rabillo del ojo para esquivar el filo de su lanza, aunque un pequeño corte se formó en uno de sus pómulos, del cual brotó una pequeña gota de sangre. Con una gran agilidad, Allen se giró para golpear con su codo en pleno rostro de Khroro, no obstante, este alcanzó a levantar su mano izquierda para recibir el golpe con la palma de la mano. Aun así, el golpe de Allen llevaba concentrado tal poder, que Khroro salió impulsado hacia atrás tras el impacto. Khroro plantó bien sus pies en el suelo para evitar chocar contra la pared a su espalda, y rápidamente volvió a embestir a Allen.

Al mismo tiempo, en el sector contrario de la habitación, más cerca de la puerta de entrada, se desarrollaba la pelea entre Lancelot y Beelzebub. El demonio aprovechó su velocidad y desapareció del campo visual de Lancelot, atacándolo desde atrás con sus garras metálicas envueltas en electricidad. Lanzó un ataque directo y, confiado, pensó que lograría atravesar al azabache, sin embargo, Lancelot cambió de posición con su sombra en el último segundo. Beelzebub traspasó la sombra del caballero y quedó a merced de su ataque. Lancelot se movió rápido para atacar al demonio desde el costado con un corte horizontal de su espada, pero Beelzebub alcanzó a colocar su cola metálica entremedio, recibiendo el ataque con ella. El choque de la arma del caballero contra la cola del demonio sacó chispas, mientras ninguno de los dos quitaba la vista del contrario.

—Tal y como esperaba del famoso Caballero Ermitaño —comentó de manera burlesca el demonio mientras empujaba su cola con más fuerza contra el caballero.

—¡¿Qué le hiciste a Khroro?! —preguntó Lancelot con brusquedad, haciendo caso omiso al comentario de Beelzebub, mientras igualaba la fuerza de este para empujarlo con su espada.

—¿Oh? Yo al joven Khroro no le he hecho nada. Él actúa por cuenta propia —contestó Beelzebub para después reírse a carcajadas, utilizando su tercer ojo para echarle una mirada de reojo al caballero de pelo dorado.

Lancelot utilizó ese pequeño instante de desconcentración de Beelzebub para volver a intercambiar lugares con su sombra. Pero esta vez, el demonio estaba preparado. Lancelot apareció desde atrás para atacar a Beelzebub con un ataque directo, pero el demonio descargó inmediatamente una serie de truenos en un radio de dos metros alrededor suyo, los cuales imposibilitaron al caballero seguir avanzando sin ser golpeado por alguno de los truenos. Beelzebub aprovechó ese momento de dudas en el Caballero Ermitaño para desaparecer velozmente y aparecer detrás de Lancelot, rodeando su cuello con su cola metálica, comenzando a asfixiarlo con todas sus fuerzas. Lancelot soltó su espada e inconscientemente colocó sus manos en la cola de Beelzebub para apretarla e intentar apartarla, sin mayor éxito. El caballero comenzó a sentir como el aire poco a poco abandonaba su cuerpo. Beelzebub apretó con más fuerza, buscando no solo asfixiar a Lancelot sino que además lo hacía con el deseo de arrancarle la cabeza al caballero. Comenzó a reírse a carcajadas, mientras que con sus garras envueltas en electricidad comenzó a dañar severamente las extremidades de Lancelot, adormeciéndoselas y generándole algunas quemaduras, mientras este comenzaba a moverse con desesperación por la falta de aire.

Allen, al darse cuenta de la situación, quiso ir en ayuda de Lancelot. Lo mismo pasó con Valentine y Nívea, quienes se habían quedado estancadas en su lugar cuando comenzó la batalla. Quisieron ir en auxilio de Lancelot, al igual que Allen, pero Khroro les cerró el paso a los tres lanzándoles bolas de electricidad y generando un cerco de relámpagos. Allen apretó sus dientes y se vio obligado a centrarse en esquivar los ataques de Khroro, mientras escuchaba los jadeos de ahogado que Lancelot emitía. Parecía que en cualquier momento el Caballero Ermitaño perdería la consciencia y Beelzebub se saldría con la suya, hasta que la risa burlesca y malvada del demonio se transformó en un rugido de dolor. En aquel instante, incluso Khroro se olvidó de atacar y se giró para observar lo que estaba ocurriendo.

Beelzebub retrocedía mientras se retorcía de dolor, tomando su cola mientras aullaba. O más bien, lo que quedaba de su cola. Un prolijo corte había separado la cola de Beelzebub en dos mitades, y el demonio se aferraba al trozo que le quedaba mientras el otro seguía colgando alrededor del cuello de Lancelot, ya sin asfixiarlo. El Caballero Ermitaño cayó al suelo de rodillas y rápidamente arrojó el trozo de cola lejos, colocando sus palmas también en el suelo mientras buscaba recobrar poco a poco el aliento perdido. Fue entonces cuando una nueva ráfaga de cortes se dirigió hacia Beelzebub, quien pese a encontrarse aullando de dolor, logró evadirlos sin problemas. Allen y los demás comenzaron a sentir instantáneamente un poder que ellos conocían, y giraron sus cabezas hacia la puerta de la habitación.

De pie, en su forma perfecta, con una katana de color rojo y cargando el cuerpo de Draco sobre uno de sus hombros, se encontraba Hiro mirándolos con una sonrisa.

—Creo que llegué en el momento justo —comentó el albino mientras Valentine y Nívea soltaban al mismo tiempo un suspiro de alivio al ver a Hiro.

Beelzebub, sin embargo, observó al recién llegado con furia. Rápidamente, y para sorpresa de todos, dejó de actuar e hizo crecer su cola de nuevo, mientras envolvía sus garras en electricidad. Pero entonces, la mirada del demonio pasó de Hiro al cuerpo de Draco que cargaba sobre sus hombros. Beelzebub entreabrió su boca y sus ojos se llenaron de malicia, momento en el que susurró unas palabras que Allen nuevamente no entendería.

—Ha llegado la última pieza del rompecabezas...

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora