Capítulo LII

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Para sorpresa de los caballeros, aparecieron frente a la gran casona de Lancelot. Valentine, que se encontraba sentada en el patio, ahogó un grito de sorpresa al verlos aparecer y corrió a recibirlos. Nívea le explicó todo sin entrar en mayores detalles y la rubia, sin perder tiempo, tomó a Afrodita y comenzó a curarla. Draco, por su parte, llevó el cadáver de Craneus al patio trasero, lugar donde habían enterrado a Milo y a Thomas. Hasta el momento, ninguno de los seis había reparado en la oscuridad en la que se hallaban sumidos. Allen fue el primero en darse cuenta de aquello y todos alzaron la vista al cielo, comprobando el porqué de aquella oscuridad. El eclipse ya estaba completo.

—Hace unas horas que todo se sumió en oscuridad —Les comentó Valentine antes de llevar a Afrodita al interior de la casona. Los seis caballeros, en tanto, se quedaron a fuera observando el eclipse.

—Otra vez llegamos tarde... —murmuró Allen con pesar, bajando la vista hacia el suelo. Una mano se posó en su hombro y, al alzar la vista, pudo ver a Draco a su lado, mirándolo con una sonrisa.

—Solo debemos derrotar a Júpiter y listo, fin del problema —Lo animó el pelirrojo. Boric chocó sus puños emocionado y Hiro desvió la mirada sonriendo confiado.

—Pero Júpiter parece ser invencible... —intentó reclamar el chico, pero entonces Nívea se posó a su otro lado y también le sonrió.

—Si estamos todos juntos, es imposible perder. Somos los Caballeros de la Realeza, ¿recuerdas? —Le dijo con una gran sonrisa. Allen la miró y asintió con decisión. Los seis volvieron a alzar su vista hacia el eclipse.

—Será nuestra última batalla... —susurró Boric.

—Tenemos que dar lo mejor de nosotros —aportó Hiro. Una ligera brisa comenzó a correr en el lugar, mientras los seis caballeros miraban el oscuro cielo.

—Es hora de partir. La humanidad nos necesita —Draco dio un paso hacia adelante pero Lancelot se interpuso y tomó la palabra rápidamente.

—Esperen un momento. Tengo que ir a ver a Khroro, lo necesitaremos en esta última batalla —El ermitaño se volteó y se encaminó a la entrada de la casona. El resto se miró confundidos y lo siguieron velozmente.

Lancelot ingresó de golpe en la habitación donde Khroro descansaba, seguido por los otros cinco caballeros. Khroro se sobresaltó y los miró sorprendidos, pero esbozó una leve sonrisa al ver a todos sus amigos con vida.

—¡Chicos! ¡¿Volvieron?! ¡¿Qué está pasando?! —exclamó mientras Lancelot se acercaba a él.

—No tenemos tiempo, después te pondremos al tanto de todo —Le dijo el azabache mientras sacaba un pequeño frasco. Allen y los demás se acercaron para ver el contenido de aquel frasco y pronto comprendieron lo que Lancelot estaba haciendo—. Logré sacarle una pequeña muestra de sangre a Júpiter cuando lo atacamos junto a Allen. Con esto podrás volver a mover tu cuerpo, te necesitamos en la batalla final.

El rostro de Khroro así como el de los demás se iluminó tras las palabras de Lancelot. El rubio caballero bebió la sangre de Júpiter sin titubear y tras unos momentos de expectante espera, logró volver a mover su cuerpo lentamente. Se puso en pie y apretó sus puños frente a sus ojos; sentía algo diferente, sentía un nuevo poder corriendo por su cuerpo. Alzó la vista y cruzó su mirada con Lancelot, quien había formado una leve sonrisa en su rostro. Khroro le dio las gracias y los siete se dispusieron a partir. Abandonaron la enorme casona y se colocaron en hilera, observando el extenso terreno verde frente a ellos y el cielo oscuro adornando aquel paisaje rural. Nívea estiró su mano para comenzar a formar el portal que los llevaría hacia Júpiter, pero Khroro le sujetó el brazo de golpe.

—Está aquí.

De pronto, una serie de rayos y truenos comenzaron a golpear el terreno frente a sus ojos. Los siete caballeros alzaron su vista y pudieron ver la silueta del demonio con forma de águila en lo alto, flotando frente al eclipse, mientras descargaba sus rayos y truenos contra el terreno a sus pies. Sus amarillentos ojos se posaron en los Caballeros de la Realeza, quienes aguardaban en hilera. Sonrió ampliamente y se acercó, disfrutando de cada momento como un niño disfruta de un dulce.

—Veo que escaparon del Infierno sin problemas. No esperaba menos de ustedes —dijo con una mezcla de burla en su tono de voz. Ninguno de los caballeros contestó, provocando que Júpiter frunciese el ceño—. ¿Les comió la lengua los ratones? ¿O quizás es tanto el miedo que sienten que no pueden hablar? —El demonio rio a carcajadas, pero al no recibir respuesta nuevamente se irritó. Respiró hondo y continuó con su discurso—. Como verán, ustedes son lo único que impide que mi plan esté completo. El eclipse ya se completó, el mundo está sumido en oscuridad y desesperación, gran parte de las ciudades ya están destruidas. Solo debo deshacerme de ustedes y podré cantar victoria —hizo una pausa y observó los rostros de los siete caballeros. Ninguno pestañeaba ni mostraba alguna emoción en su rostro. Júpiter apretó sus puños, sintiendo que lo estaban subestimando—. Ya superé toda perfección gracias a él —apuntó a Allen con una de sus garras mientras sonreía de aquella forma tétrica con la que solía sonreír. Pero, por alguna razón que el demonio no comprendió, los caballeros no se veían con temor. Draco fue el primero en dar un paso al frente.

—Nosotros no te tememos, Júpiter.

—Ya no eres una amenaza para nosotros —Boric se adelantó chocando sus puños.

—No creas que vas a derrotarnos esta vez —Hiro avanzó jugando con su katana y sonriendo.

—Nosotros siete juntos somos más fuertes que tú —Nívea se paró junto a sus compañeros mientras acomodaba sus gafas.

—Hoy tengo ganas de comer pollo frito a la hora de la cena —bromeó Khroro y avanzó mientras envolvía sus manos en electricidad.

—Alguien que utiliza a sus hermanos, alguien como tú que asesina a quienes dice querer, es incapaz de derrotarnos. Eres débil, Júpiter —Lancelot dio un paso al frente mientras miraba al demonio con frialdad.

—Este será tú fin —Allen fue el último en dar un paso al frente al igual que sus compañeros. El chico y el demonio cruzaron miradas. Júpiter pudo sentir el valor reflejado en los ojos del chico. Por un momento, Júpiter pudo visualizar la imagen de los antiguos doce Caballeros de la Mesa Redonda detrás de los Caballeros de la Realeza. Los siete caballeros se miraron y asintieron con determinación. Acto seguido, materializaron sus armaduras y dieron inicio a la batalla final contra Júpiter.  

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora