Capítulo LXXXVII

416 38 3
                                    

El silencio se volvió a apoderar de la habitación donde se desarrollaba la pelea. Khroro y Allen se mantuvieron en guardia, aunque sus miradas se habían dirigido a Beelzebub, el último en hablar y quien se mantenía observando el cuerpo de Draco. Lancelot de a poco había recobrado el aliento y se había puesto en pie, frotándose ligeramente el cuello mientras analizaba el nuevo escenario. Valentine seguía inmóvil, sollozando, mientras que Nívea solo tenía ojos para el cuerpo de Draco que Hiro llevaba al hombro. El albino, al darse cuenta de la preocupación en los ojos de la líder, se apuró en aclarar.

—Tranquilos, no está muerto, solo inconsciente. Así lo encontré —comentó Hiro mientras dejaba con sumo cuidado el cuerpo de Draco en el suelo, lo más cercano a la puerta, mientras Nívea no aguantaba más y comenzaba correr hacia el pelirrojo, seguida de lejos por Valentine, aun enormemente conmocionada.

Nívea se arrodilló apresuradamente junto a Draco y tomó su cabeza entre sus manos, notando inmediatamente el frío que desprendía el cuerpo del caballero. Estaba congelado. La castaña se apresuró en verificar los pulsos vitales de Draco, suspirando con alivio al notar que se encontraba sano y salvo. Rápidamente acurrucó al pelirrojo entre sus brazos, mordiéndose el labio inferior para evitar derramar una lágrima allí mismo, mientras Valentine llegaba junto a ellos y se agachaba en silencio, envolviendo sus manos en un aura celeste para tratar las heridas de Draco.

Hiro observó aquella escena con una sonrisa de ternura dibujada en su rostro, pero su semblante cambió en cosa de segundos. Apretó la empuñadura de Demonslayer y dirigió su mirada hacia Khroro. Allen alzó levemente sus cejas en señal de sorpresa al ver el rostro de Hiro; nunca había visto al espadachín tan enfadado como en aquel momento.

—¡¿Realmente vas a traicionarnos, Khroro?! —gritó con rabia mientras apuntaba la punta de su katana hacia el chico de cabellos dorados. Este, sin intimidarse por la amenaza del albino, sonrió levemente mientras levantaba su lanza y la apuntaba de la misma manera a Hiro.

—Ven y compruébalo, don justicia —contestó de forma provocativa mientras el aura dorada a su alrededor aumentaba, al igual que el aura plateada alrededor de Hiro. En un abrir y cerrar de ojos, ambos desaparecieron de la vista de los demás. Solo Allen fue capaz de seguirlos con la mirada.

Demoslayer y la lanza de Khroro chocaron con fuerza en lo alto de la habitación, enviando ondas expansivas que permitieron al resto encontrarlos. Ambos contrincantes se separaron, momento en el que Khroro chasqueó sus dedos para enviar un rayo de electricidad contra Hiro. El espadachín desplegó sus enormes y hermosas alas de dragón para impulsarse en el aire, esquivando el ataque de Khroro con una pirueta, para luego mandar varios ataques cortantes. Khroro comenzó a girar velozmente su lanza delante de sí mismo, generando chispas alrededor de ella para bloquear los ataques de Hiro. Cuando dejó de hacer girar su lanza, Hiro había desaparecido de su vista.

El albino se había desplazado utilizando sus alas y se había posicionado por sobre la cabeza de Khroro, bajando mientras tomaba su katana con ambas manos para ejercer mayor fuerza al corte. Khroro se alcanzó a percatar del movimiento de Hiro y utilizó su técnica de duplicado, cambiando de lugar rápidamente con una copia de él hecha de electricidad. Hiro atravesó la copia de Khroro e inmediatamente sintió la descarga eléctrica recorriendo su cuerpo. El antiguo caballero sonrió, pensando que su técnica había funcionado, pero su sonrisa se borró rápidamente al ver como Hiro resultaba sin heridas, notando entonces como la piel del espadachín se había vuelto de acero. Las extremidades y el torso de Hiro estaban envueltos en ligeras chispas eléctricas que le daban un aspecto aún más imponente.

—Sería una lástima que el acero no sea tan buen conductor de electricidad —comentó Hiro sonriendo levemente, para luego volver a poner su semblante serio. Pese al esfuerzo que estaba haciendo, el espadachín no podía perdonar la actitud de Khroro.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora