Capítulo LXVI

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Allen y el resto de los Caballeros de la Realeza dejaron atrás a Khroro enfrentando a Leviathan y cruzaron a la segunda habitación. La ambientación, como se lo esperaban, cambió de golpe y se transformó en una selva tropical, con un olor a putrefacción rondando el lugar, y que les obligó a cubrir sus narices. Entre la flora del lugar, divisaron a lo lejos unas escaleras de rocas que llevaban a una puerta castaña, la cual los llevaría a la tercera habitación. Sin embargo, tenían claro que el demonio Belphegor los estaba esperando en algún lugar de esa habitación para atacarlos. Allen tenía muchas ganas de entrar en acción, sin embargo, Lancelot lo contuvo.

—Tú deber es llegar ante Luzbel con todas tus energías intactas, del resto nos encargaremos nosotros —Le dijo mientras guiaba al grupo hacia las escaleras.

—¡Pero...! —Intentó reclamar el azabache, pero Draco le puso una mano en el hombro y le dirigió una sonrisa mientras caminaban.

—Somos un equipo, confía más en nosotros —Le pidió el pelirrojo. Allen asintió y agachó la mirada, apretando sus puños con fuerza. No quería seguir poniendo en riesgo a sus amigos, para eso debía acabar lo más rápido posible con su padre.

De repente, comenzó a correr una ráfaga de viento que detuvo a los guerreros y los puso en alerta. Los árboles se agitaron a su alrededor y la tierra comenzó a temblar con fuerza. Entonces, una ráfaga mucho más fuerte que la anterior azotó el lugar, obligando a los caballeros a cubrir sus ojos. Después de un momento que les pareció interminable, la ráfaga cesó y pudieron abrir los ojos.

El lugar había cambiado por completo. La selva dio paso a un seco desierto sin vida alguna que impresionó a los guerreros. La arena se movía en distintos espacios del lugar, haciendo que los caballeros girasen constantemente sus cabezas a la espera de la aparición del demonio.

De repente, unas cadenas oxidadas aparecieron desde debajo de la arena del desierto y envolvieron las piernas de Boric antes de que este se diese cuenta. Allen fue el primero en reaccionar y desenfundó a Gram, lanzando un corte con todas sus fuerzas contra las cadenas, sin embargo, esta siguieron sin alterarse y arrastraron a Boric hacia abajo hasta enterrarlo en la arena. Hiro y Draco se abalanzaron sobre Boric para intentar ayudarlo, pero la fuerza con la que las cadenas jalaban fue tal que no lograron hacer nada. Solo vieron como los dedos del moreno desaparecían entre la arena, buscando aferrarse a algo para mantenerse en la superficie. Inmediatamente tras eso, la figura de Belphegor emergió desde el fondo de la arena donde Boric había desaparecido. Las cadenas que antes envolvían sus brazos ahora colgaban de ellos al igual que de sus piernas, rodeadas por un aura de color índigo.

—Qué bueno que ya llegaron, tenía mucha hambre... —murmuró el oso demoniaco mientras llevaba una de sus verdes garras a su hocico para lamerla lentamente, mientras miraba a los caballeros que se habían agrupado.

Allen apretó su mandibula y saltó sin pensarlo dos veces, blandiendo con todas sus fuerzas a Gram. Lanzó un corte cruzado pero entonces Belphegor lo bloqueó con una sola de sus garras verdes, mientras que con su otra mano tomaba a Allen del cuello y lo lanzaba contra el suelo de arena.

Hiro se movió ágilmente para tomar a Allen y alejarlo del demonio, antes de que este cayese contra él con todas sus fuerzas. Nívea atacó de frente a Belphegor pero este detuvo el ataque con sus garras y estuvo a punto de herirla de gravedad, de no ser por la intervención de Draco. El pelirrojo disparó sus balas de hielo desde atrás al demonio, congelándolo por completo. Nívea se juntó con Draco mientras los demás caballeros observaban el cuerpo inmóvil del oso demoniaco.

Por un momento creyeron que Draco y sus balas habían logrado detener sin mayores problemas al demonio, sin embargo, los ojos de este se movieron de golpe en su dirección. Momentos después, Belphegor utilizaba su fuerza bestial para romper el hielo que lo aprisionaba para luego embestir contra Draco.

Nívea levantó una muralla hecha de arena para bloquear el ataque de Belphegor, pero solo consiguió detenerlo los segundos necesarios para romper la defensa de la líder, sin embargo, Lancelot y Hiro aparecieron de golpe desde atrás de la muralla destruida y atacaron con un corte directo a los brazos del demonio; según ellos, el punto más fuerte de Belphegor. Con un movimiento ágil, el oso demoniaco enrolló las cadenas de sus pies en las espadas de ambos guerreros para jalarlos hacia abajo, mientras posaba sus garras en las cabezas de ambos y los azotaba contra el suelo. Nívea levantó un escudo ovalado de arena sobre los dos caballeros, utilizando todas sus fuerzas para resistir los ataques del demonio mientras Allen volvía a ponerse en pie y atacaba desde el flanco derecho con un ataque de llamas combinadas, mientras desde la izquierda Draco atacaba con una ventisca de hielo desde sus alas. Ambos ataques colisionaron contra Belphegor, generando un gran estallido que Nívea aprovechó para sacar a Lancelot y a Hiro y alejarlos del demonio. Allen y Draco se volvieron a poner en guardia, pues ambos sabían que sus ataques no habían derrotado a Belphegor.

De repente, ambos caballeros se vieron atrapados por cadenas hechas de arena que emergieron desde el suelo, enrollándose alrededor de sus piernas. Ambos buscaron liberarse atacando las cadenas con sus espadas, pero fue en vano; las cadenas comenzaron a jalar con fuerza hacia abajo mientras la figura de Belphegor aparecía frente a ellos y les sonreía con malicia.

—Creo que ustedes dos serán la mejor parte del banquete —murmuró mientras relamía sus colmillos y apretaba sus garras con ansiedad. Pero entonces, la tierra comenzó a temblar.

Allen y Draco intercambiaron miradas, mientras Nívea y los demás intentaban mantenerse en pie ante el movimiento terrestre. En el rostro de Belphegor se reflejó un notorio rastro de confusión, el cual aumentó cuando unas lianas emergieron desde el suelo de manera inexplicable y se enrollaron alrededor de las extremidades del demonio, con tanta fuerza que este no pudo moverse más. Antes de que el demonio lograse entender lo que sucedía, una esfera de tierra lo aprisionó, mientras las cadenas que mantenían atrapados a Allen y Draco desaparecían. Fue entonces cuando una figura emergió desde la arena frente a ellos.

El temblor de la tierra cesó, y lo primero que vieron fue una capa blanca ondeando frente a ellos y unos guanteletes rojos. Boric había regresado al campo de batalla portando su armadura. El moreno los miró de reojo y les dirigió una amplia sonrisa.

—Casi me muero —bromeó mientras hacía chocar sus puños con fuerza. Nívea y el resto se apresuraron en reunirse con los tres caballeros, pero entonces Boric extendió su brazo de forma horizontal mientras observaba la prisión de tierra donde se encontraba Belphegor—. A este déjenmelo a mí.

—¿Estás seguro? —Se apresuró a preguntar Lancelot, antes de que otro se opusiese a la decisión del moreno. Boric lo miró de reojo y sonrió, asintiendo energéticamente con su cabeza. Lancelot también asintió y, sin perder el tiempo, se volteó y se encaminó hacia las escaleras de rocas. Los demás titubearon, pero ante la insistencia de Boric, siguieron al Caballero Ermitaño hacia las escaleras. El único que no se movió fue Hiro, quien observaba a su amigo con preocupación.

—Vete ya, la prisión no contendrá por mucho tiempo más a Belphegor —Boric se giró y le sonrió a su amigo, estirando su puño hacia él. Hiro lo miró unos segundos, suspiró y alzó también su puño para chocarlo con el de Boric.

—Que no se te ocurra morir —murmuró el albino, mientras se giraba y corría para seguir a los demás caballeros. Boric los miró por última vez y se giró, observando la prisión de tierra que poco a poco comenzaba a resquebrajarse.

—No sé si pueda prometer eso —Boric sonrió de manera nerviosa mientras apretaba sus puños.

En ese momento, la prisión de tierra estalló en miles de pedazos y Belphegor atacó con mayor vehemencia a Boric, chocando ambos sus puños con todas sus fuerzas. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora