Capítulo LXVII

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El choque entre ambos puños provocó un enorme temblor en el suelo, y el segundo choque hizo que el suelo bajo los pies de Boric se hundiese ligeramente. El moreno tomó las cadenas que colgaban desde los brazos del demonio y lo arrojó lo más lejos posible, lo que le permitió sacar una jeringa con sangre negra en ella: la sangre del demonio Ceres. Se la inyectó sin dudar y tanto su cuerpo como su armadura sufrieron una transformación.

La piel de Boric ahora era escamosa como la de un cocodrilo, su armadura había cambiado de color, siendo ahora mitad castaño y mitad verde, mientras que sus guanteletes rojos desaparecieron, dejando sus manos desnudas; además, su musculatura aumentó ligeramente.

Belphegor observó el cambio de Boric atentamente y sonrió de lado al ver su transformación, relamiendo una vez más sus garras verduscas. Ambos saltaron al mismo tiempo y chocaron reiteradas veces sus puños en el aire; con la transformación del caballero, sus fuerzas se habían equiparado. Belphegor enrolló una de sus cadenas alrededor del brazo derecho de Boric y lo jaló hacia él, chocando su frente contra el mentón del caballero. El golpe fue tan certero, que Boric estuvo por perder la consciencia allí mismo. El moreno le escupió la sangre en la cara al demonio, lo cual lo cegó el tiempo suficiente como para que Boric hiciese aparecer una liana alrededor de los brazos del demonio para sujetarlo, golpeando su abdomen con todas sus fuerzas. El oso demoniaco escupió su sangre verde en la mejilla de Boric, y ambos retrocedieron.

—No lo haces nada mal, humano —susurró el demonio, lamiendo la mezcla entre su sangre y la del caballero en sus garras.

—Lo mismo digo —Boric sonrió confiado y chocó sus puños, dispuesto a volver a la carga.



En esos momentos, en la tercera habitación...

Allen y los demás ya no podían soportar de buena manera el intenso calor que allí hacía. Se encontraban de pie sobre un terreno de tierra rodeado por un enorme mar de lava ardiendo, con un pequeño sendero que guiaba hacia las escaleras que conectaban con la cuarta habitación. Sabían que debían seguir por aquel sendero, pero también sabían que Satán haría acto de presencia en cuanto decidieran avanzar, así que aguardaron.

—¡Aparece ya, maldita bestia! —gritó Hiro impacientado, mientras gotas de sudor caían constantemente por sus mejillas, al igual que de las de todos los caballeros.

Como si hubiese estado esperando que lo invocasen, el demonio Satán apareció desde atrás de los caballeros, emergiendo desde el mar de lava que los rodeaba. Flotaba gracias a sus dos enormes alas negras, mientras un aura naranja rodeaba toda su silueta. El demonio con aspecto de gorila los miraba fijamente con sus ojos rojos, mientras una sonrisa comenzaba a dibujarse lentamente en su rostro.

—Que impaciente, estimado caballero —Satán se rio a carcajadas y, antes de que los caballeros respondiesen, juntó sus manos abriendo las palmas en dirección a los humanos y lanzó, desde el centro de ambas palmas, una poderosa llamarada de fuego.

Allen saltó de inmediato para colocarse frente a sus compañeros, alzando a Aegis delante de sí para contener el ataque de Satán. El ataque llevaba tanta potencia, algo que Allen no esperaba, que lo obligó a retroceder un par de pasos hasta repeler por completo la llamarada. Cuando apartó su escudo, Satán estaba frente a él, riéndose ligeramente.

—Así que tú eres el hijo de Luzbel... —susurró inspeccionado al chico con la mirada. Allen tragó saliva y blandió a Gram, lanzando un corte diagonal que Satán contuvo con solo una de sus garras. Allen lo miró sorprendido, mientras que Satán lo miraba con una sonrisa burlesca—. Oh, no lastimes a uno de tus tíos...

—¡Cierra la boca! —gritó con rabia el chico, aumentando la fuerza en su espada. Satán retrocedió en el momento justo para evitar el corte de Gram, recibiendo una ligera herida en su mejilla derecha, con lo cual alzó el vuelo para alejarse del chico. Antes de que Allen pudiese saltar en dirección a Satán, una mano en su hombro lo contuvo. Al girarse, pudo ver a Draco y a Lancelot mirándole con una mirada de reproche.

—Ya lo hablamos Allen, tú tienes que llegar ante Luzbel con todas tus fuerzas intactas —Draco lo retó pero luego le dirigió una sonrisa amigable. Lancelot lo miró momentáneamente y luego alzó su vista hacia el demonio con aspecto de gorila. Pese al intenso calor que hacía en el lugar, ambos caballeros parecían mantenerse sin problemas.

—Quien se quede a pelear aquí, tendrá el reto más difícil en cuanto al escenario se refiere —señaló el Caballero Ermitaño, mirando de reojo la lava que los rodeaba.

—Por eso debo quedarme aquí a pelear, yo puedo resistir mejor el calor que aquí hace —exclamó Allen, mirando implorante a Lancelot.

—Ya te dijimos que no —El azabache negó con la cabeza. Allen bajó la mirada ante la negativa y apretó sus puños, realmente molesto.

—Yo me enfrentaré a Satán.

La propuesta sorprendió a todos, incluyendo a Lancelot y Draco. A Allen le dio un vuelco el corazón al alzar la vista y ver a Afrodita, sonriendo y caminando a paso firme hasta colocarse frente al chico. Portaba ya su armadura de color rosado y en su mano ya tenía su látigo azul, lista para enfrentarse a Satán. Inmediatamente, Allen se abalanzó hacia ella para impedírselo.

—¡No, Afrodita, aun estas herida! —exclamó el chico con notoria preocupación, pero Afrodita siguió sonriendo dulcemente.

—Tranquilo, Allen, gracias a Vale ya estoy bien —aseguró la chica, dándole un suave beso en la mejilla para luego pasar junto a él y entre los otros dos caballeros, mirando a Satán con decisión—. No vine a este lugar para ser una carga para ustedes, mis queridos compañeros. Me ausenté de muchas batallas ya... —La chica apretó con fuerza su látigo y giró su cabeza para dirigirle una sonrisa a todos los caballeros—. Soy la única que puede detenerlo, así que sigan adelante.

Allen quiso intentar detenerla una vez más, pero entonces Lancelot lo detuvo y sacó una jeringa con sangre negra que le arrojó a Afrodita. Acto seguido, tomó al chico del hombro y lo alejó del campo de batalla, guiándolo junto al resto hacia las escaleras. Lo último que Allen vio antes de cruzar a la cuarta habitación, fue a Afrodita envuelta en un aura azul mientras Satán se abalanzaba sobre ella.

—¡Te comeré entera! —gritó el demonio mientras volaba a toda velocidad hacia la chica.

—Veamos si lo consigues —Le desafió Afrodita, sonriendo ampliamente mientras agitaba su látigo. «Mi amado Allen, te alcanzaré pronto» pensó la chica mientras se disponía a luchar contra Satán.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora