Capítulo XXXI

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Khroro apretaba sus puños con fuerza y rabia. Se encontraba de pie sobre la azotea de un edificio y miraba como, a pocos metros de distancia, todo estaba cubierto de agua. Un enorme tsunami había sepultado no solo a la ciudad de Sidney, sino que también a toda Australia, minutos antes de la llegada del guerrero. Solo los edificios más altos lograban sobresalir del agua. El rubio caballero miraba en todas direcciones con desesperación e impotencia; no había ninguna esperanza de encontrar a alguien con vida. El agua se movía con fuerza, arrasándolo todo aun. Escombros flotaban y chocaban contra las paredes de los pocos edificios que sobresalían del agua.

De repente, cuatro figuras emergieron de las profundidades del agua y se abalanzaron sobre el chico. Eran 4 tiburones, pero no tiburones normales, eran tiburones monstruosos, el doble de grande que los comunes y corrientes. Eran de color negro y sus colmillos eran enormes. El chico pudo divisar rastros de sangre en los colmillos de los tiburones cuando saltó para esquivarlos. En el aire, Khroro materializó su armadura mientras los tiburones volvían a ocultarse en lo profundo del mar. Cuando volvió a posarse sobre la azotea del edificio, uno de los cuatro tiburones apareció frente a él, abriendo grande sus fauces. Khroro estiró su lanza frente a él para mantener al tiburón a distancia. El monstruoso animal se agitaba buscando romper la lanza del chico. Khroro utilizó todas sus fuerzas para apartar al animal, el cual se sumergió una vez más en el agua. Pasaron los minutos y los tiburones no hicieron aparición, manteniendo a Khroro concentrado y a la defensiva. Se giraba constantemente al oír los ruidos que provocaban los tiburones al nadar alrededor de él, sobresaltándose al más mínimo indicio de los monstruos. Cuando comenzaba a impacientarse, una voz arriba de él lo hizo perder la concentración.

—Serás la presa perfecta para mis queridos niños.

En lo alto del cielo, flotando gracias a unas escamosas alas, se encontraba el demonio mitad tiburón, Neptuno. Portaba su enorme tridente dorado en su mano derecha. Aquel tridente tenía una particularidad: sus tres puntas eran colmillos de tiburón. El demonio observaba a Khroro con un rostro serio. A diferencia de otros demonios, Neptuno era más calculador y menos confiado. Antes de que Khroro contestase, los cuatro tiburones volvieron a emerger del agua, lanzándose contra el caballero. Khroro golpeó el suelo con su lanza, provocando enormes chispas de electricidad que golpearon a los cuatro tiburones de lleno, devolviéndolos al agua. Entonces, emergió del agua una quinta criatura, totalmente distinta las demás. Un Liopleurodon, un monstruo marítimo de la era jurásica, apareció ante Khroro, enseñando sus colmillos llenos de restos de carne humana. La bestia marítima media más de 10 metros y avanzaba con sorprendente agilidad hacia el caballero. Khroro se quedó inmóvil por un par de segundos al ver a la enorme bestia aparecer, pero reaccionó a tiempo para impulsarse con su lanza y saltar lo más alto posible, evadiendo así al Liopleurodon. La bestia se sumergió en el agua, convirtiéndose en una nueva preocupación para el caballero mientras descendía.

—Mis bebes hicieron muy bien su tarea. Se comieron a todos los que vivían en este país en cosa de minutos —dijo el demonio, esbozando una leve sonrisa mientras miraba a Khroro.

—Entonces, lo único bueno de todo esto es que el almuerzo será pescado frito —contestó el chico, sonriendo ampliamente mientras descargaba sus chispas hacia el agua.

Los cuatro tiburones y el Liopleurodon saltaron del agua, estimulados por la electricidad de Khroro, y volvieron a atacar al chico. El caballero cerró sus ojos, envolvió su puño en chispas eléctricas y saltó contra uno de los tiburones, golpeándolo en el centro de la cabeza. Luego, con gran agilidad, atravesó a la bestia con la punta de su lanza, rematándolo con una gran descarga eléctrica. Sacó su lanza, se impulsó pateando la cabeza del tiburón con ambos pies y atacó al siguiente tiburón. Le lanzó una descarga eléctrica con ambas manos, la cual golpeó de lleno a la bestia, calcinándola. Los otros dos tiburones se abalanzaron velozmente contra Khroro, pero el chico fue más rápido y las esquivó elevándose. Esperó a que ambos tiburones se alineasen uno sobre el otro por debajo de él, y les lanzó su lanza envuelta en electricidad. La lanza atravesó a ambos tiburones en el centro de la cabeza. Khroro movió su dedo índice hacia sí mismo y la lanza retornó, atravesando a los tiburones de vuelta, a la mano diestra del chico. Pudo sentir el grito de rabia de Neptuno al ver a sus tiburones muertos y sonrió ampliamente. Solo faltaba el Liopleurodon, el cual se había vuelto a ocultar en lo profundo del agua. Khroro cayó y se paró sobre el cadáver electrocutado de uno de los tiburones. Entonces volvió a abrir sus ojos, los cuales tuvo cerrados durante toda la pelea con los tiburones, y observó a Neptuno.

—¿Jaque Mate? —Khroro sonreía ampliamente mientras observaba al demonio. Para su sorpresa, Neptuno le devolvió la sonrisa.

—Creo que el Jaque Mate es mío.

El chico bajó su vista instantáneamente al oír las palabras del demonio. Pudo ver como la silueta de dos grandes fauces se acercaban a él, desde abajo del agua, a gran velocidad. Sin poder reaccionar a tiempo, Khroro solo vio como las fauces del Liopleurodon emergían del fondo del agua y lo apresaban. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora