Capítulo LXV

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—¡Caballeros de la Realeza! ¡Ataquen con todo su poder!

Allen abrió grande sus ojos al escuchar los gritos de aquella voz. Provenía desde el centro del demonio y la conocía muy bien: la voz de Khroro. Leviathan estaba igual de sorprendido, lo que aumentó cuando, momentos después del grito del rubio, el cuerpo del demonio comenzó a verse rodeado por chispas eléctricas de color blanco y negro.

—¡¿Qué mierda está pasando aquí?! —gruñó Leviathan, viéndose completamente inmovilizado por aquella electricidad que comenzaba a rodear su enorme cuerpo.

—¡¿Crees que sería lo suficientemente idiota para dejarme comer por ti sin un plan?! —La voz de Khroro se escuchaba fuerte y claro desde el interior del cuerpo del demonio. La respuesta del caballero hizo enfurecer aún más a Leviathan.

Hiro, Draco y Lancelot se colocaron de pie con las fuerzas que le quedaban e intercambiaron miradas. De alguna manera, Khroro no estaba muerto y les estaba dando la posibilidad de atacar al demonio al inmovilizarlo. Sin perder el tiempo, los haces de luz negro, blanco y plateado volvieron a encenderse y los caballeros manifestaron sus armaduras más poderosas para volver a atacar contra el demonio. Draco alzó el vuelo y batió sus alas con fuerza, generando una poderosa ventisca con fragmentos de hielo que se incrustaron por todo el cuerpo de Leviathan. Hiro aparecía y desaparecía en segundos, haciendo gala de su gran velocidad, cortando en diferentes lugares al demonio con sus katanas revestidas en acero. Lancelot se separó de su sombra y ambos se colocaron frente a Leviathan, alzando sus espadas al mismo tiempo y lanzando un corte en forma de media luna con perfecta sincronía. El ataque se juntó en una equis y golpeó de lleno el pecho de Leviathan, dejándole una marca de sangre negra.

—¡Malditos humanos! —gritó Leviathan con desesperación, mientras los tres caballeros seguían atacándole con sus técnicas más poderosas.

Leviathan abrió grande sus fauces y, presa de la desesperación, generó un torbellino de agua el cual lanzó contra los caballeros, pero al no enfocar bien por el estado en el que se encontraba, el ataque pasó de largo sin que los tres guerreros tuviesen que esquivarlo. En ese momento, la electricidad que rodeaba a Leviathan comenzó a intensificarse y, para sorpresa de los caballeros, el demonio comenzó a inflarse lentamente hasta convertirse en un globo. Ninguno sabía lo que estaba pasando pero, por precaución, decidieron alejarse lo más posible de Leviathan.

—Es como si fuese a explorar... —murmuró Hiro mientras se ponían a una distancia considerable del demonio.

—¡¿Qué es esto? —gritaba Leviathan, cuyos ojos ya se encontraban completamente desorbitados. Entonces, la voz de Khroro se escuchó nuevamente.

—¡Esto es tú fin, maldito demonio!

Los caballeros pudieron sentir un gran poder proveniente desde el interior de Leviathan, uno muy similar al de Júpiter. Fue entonces cuando en el exterior, frente al demonio, comenzó a generarse una enorme lanza dorada, formada solo de electricidad. La punta de la lanza apuntaba directamente al centro del cuerpo del demonio, mientras la electricidad que la formaba aumentaba cada vez más de intensidad. Leviathan miró aterrado como aquella lanza se dirigía hacia él, clavándose en el centro de su abdomen y haciendo explotar de golpe al demonio en miles de pedazos. Allen observó con impresión aquella escena, con los miles de pedazos en los que se había convertido Leviathan cayendo al suelo, mientras un haz de luz dorada flotaba sobre los restos del demonio. Allen pudo ver a Khroro desplegando unas enormes y hermosas alas similares a las de Júpiter, mientras la electricidad de color blanco y negro rodeaba su silueta.

—Te dije que acabaría contigo, lagartija —susurró el caballero mientras se alejaba.

La primera en llegar ante Khroro fue Valentine, quien lo abrazó con fuerza mientras escondía su rostro y sus lágrimas en el cuello del chico. Allen llegó junto a los demás, y estiró su puño cerrado hacia Khroro, quien le devolvió el gesto chocando su puño con el de Allen.

—No nos vuelvas a preocupar así —Lo regañó el azabache, riendo ambos al mismo tiempo.

—¿Lo dice el tipo que se mete en problemas cada dos segundos? —contestó a su vez el rubio, haciendo reír a todos los demás.

Sin perder más el tiempo, y sin dejar que Valentine curase aun sus heridas, los Caballeros de la Realeza se dirigieron hacia la escalera de cristal que los llevaría a la siguiente habitación y al siguiente demonio esperándolos: Belphegor. Lancelot guiaba y dirigía al grupo, seguido de cerca por Nívea y por Draco.

Estaban por comenzar a subir por la escalera de cristal, cuando sintieron una nueva presión en el lugar que los hizo detenerse de golpe.

—Esto debe ser una broma... —murmuró Khroro con una sonrisa nerviosa, mientras él y los demás se giraban lentamente.

De pie, entre los restos del demonio Leviathan, se encontraba un hombre que los observaba fijamente. Allen pudo ver a lo lejos que su apariencia era humana, pero su piel eran escamas rojas y vio como una cola de reptil se desenrollaba desde su cintura. Aquel hombre de aspecto de reptil tenía el cabello largo y blanco, y unos ojos profundos y azules. En su mano tenía un tridente de color azul que media prácticamente lo mismo que aquel hombre.

—¿Quién es él? —preguntó Valentine, quien estaba aferrada al brazo de Khroro y observaba al hombre con temor.

—Leviathan.

La respuesta sorprendió a todos. En un pestañear, aquel hombre había desaparecido y aparecido en el centro del grupo sin que nadie se percatase. Leviathan hizo girar ágilmente el tridente en sus manos y atacó a Valentine, sin embargo, Khroro la apartó de golpe, se interpuso ante el demonio y bloqueó el ataque con su lanza dorada. Ligeras chispas saltaron cuando ambas armas chocaron entre sí. Humano y demonio intercambiaron miradas, fulminándose mutuamente mientras los demás tomaban posición de pelea.

—No se acerquen —ordenó Khroro al darse cuenta que los demás caballeros pretendían atacar a Leviathan—. Él es mí presa.

—Has roto mi coraza y me has obligado a mostrar mi verdadera forma, te mataré lentamente caballero —susurró el demonio con frialdad, esbozando una leve sonrisa mientras aumentaba la fuerza con la empujaba su tridente hacia Khroro. Este no se intimidó y también aumentó su fuerza.

—Sigan adelante, los alcanzaré cuando termine de freír a este maldito —Khroro sonrió pero volvió a ponerse serio al ver que sus compañeros no se iban—. ¡Váyanse ya!

—Alcánzanos rápido —Le pidió Draco, mientras Lancelot le dirigía una última mirada a Khroro. Allen, al ver la decisión en los ojos de su amigo, se giró y comenzó a subir por las escaleras sin decir una palabra. Los demás siguieron al azabache, no sin antes dirigirle miradas de preocupación a su compañero. Cruzaron la puerta de cristal hacia la siguiente habitación, donde Belphegor los esperaba en medio de la selva.

—Ahora que se fueron, puedo pelear sin problemas contigo —Le dijo Khroro al demonio, con un gesto de confianza en su rostro. Leviathan sonrió y, sin decir nada más, comenzaron la batalla. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora