Capítulo III

1.6K 134 10
                                    


Los dos días pasaron sin mayores problemas para Allen. En un comienzo había quedado pensativo, pero al poco tiempo había terminado por creer las palabras de los Caballeros de la Realeza. Si lo que Nívea y Draco le habían dicho era cierto, sería la oportunidad que Allen buscaba para ser reconocido. Ser parte de ese grupo lo llevaría a formar parte de la historia. Con esa idea en mente pasó los dos días siguientes con ansiedad. Volvió a salir con Minerva, pero sus pensamientos estaban con los Caballeros de la Realeza, así que no disfrutó la salida como solía hacer. La chica pareció notarlo y realizó un comentario que a Allen le pareció extraño:

—Ya era hora de que cambiases Allen.

Un raro comentario que para Allen no pasó inadvertido, pero que al rato dejó de darle importancia. Dejó a la chica más temprano de lo normal en su casa y volvió rápidamente a su casa, esperando encontrar allí a Nívea y Draco. Cuando llegó, un lujoso auto negro lo esperaba afuera de su hogar. De él descendieron los dos Caballeros, ambos con su habitual estilo de vestir.

—¿Vendrás con nosotros? —preguntó la mujer mientras lo saludaba con un afectuoso beso, mientras Draco le estrechaba la mano.

—Sí, no lo dudé por ningún momento. Seré parte de los Caballeros de la Realeza —respondió el azabache con decisión. Draco sonrió ampliamente y Nívea aplaudió con entusiasmo ante la respuesta del chico.

—¡Bien! ¡No perdamos tiempo entonces! ¿Tienes todo listo? ¿Te despediste de tus seres queridos? —preguntó Nívea.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó a su vez el chico sin saber a qué se refería.

—Vivirás en el cuartel de los Caballeros desde ahora en adelante, preparándote para el enfrentamiento con los Demonios. No tendrás tiempo para ver a tus seres queridos —le contestó la mujer y se encogió levemente de hombros. Allen se quedó pasmado y pensó en sus amigos y en Minerva. No se había despedido de ellos y ya no tendría la oportunidad de hacerlo. Suspiró y entró en su casa sin contestar. Ordenó rápidamente su bolso con lo necesario: ropa, artículos de aseo y una foto de él junto a sus padres, y bajó.

—Vamos —le dijo a los Caballeros con la decisión que le caracterizaba. Subieron al auto y partieron, amparados en la oscuridad de la fría noche.

En ese momento, en el último círculo del Inframundo, uno de los Demonios del Apocalipsis despertaba de su sueño y se liberaba del sello que lo había tenido prisionero durante miles de años. Dio un par de pasos, vio a varios de sus hermanos aun prisioneros y liberó un rugido que recorrió cada rincón del Infierno. El demonio, con el aspecto de un león humanoide, con cuatro alas de fuego en su espalda, desató la ira que había acumulado todo ese tiempo a través de ese rugido. El eco de su rugido aún se escuchaba a lo lejos, cuando un rayo golpeó junto al demonio. De aquel rayo apareció un demonio con aspecto de águila humanoide, cargando un rayo en su mano izquierda. Tenía dos extensas alas en su espalda y sus piernas terminaban en 3 enormes garras.

—Tranquilízate, hermano Apolo —le dijo con un tono suave mientras se paraba a su lado y observaba al resto de los demonios.

—No me pidas que me calme, hermano Júpiter... ¡Mira como están nuestros hermanos! —gruñó el demonio león con ira, enseñando sus fieros colmillos mientras sus puños se encendían en llamas—. ¡No voy a perdonar a esos malditos humanos!

—Nadie aquí los va a perdonar, Apolo. Pero debes tranquilizarte y guardar tus energías para lo que se viene —aclaró el demonio águila mientras se paseaba mirando a sus compañeros encerrados—. Ya falta poco para que nuestros hermanos despierten. Cuando eso ocurra, comenzaremos la masacre.

—Eso me gusta más... —susurró Apolo, disolviendo las llamas de sus puños mientras se paraba a observar al resto de los demonios junto con Júpiter.

—Eres el cuarto en despertar, los otros dos están en el palacio del Área Sombría descansando y reuniendo fuerzas. Ve y haz lo mismo —recomendó Júpiter. Apolo asintió y alzó el vuelo en dirección al palacio, dejando a su hermano solo. Poco a poco, los demonios comenzaban a despertar y a preparar lo que sería la invasión al mundo humano.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora