Capítulo XXI

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Tanto caballeros como demonios miraron con sorpresa la primera transformación de Allen, mientras este mordía su dedo índice. El cabello del chico lentamente se fue erizando, sus ojos se tornaron de color rojo escarlata y una enorme llama lo envolvió. Cuando la llama se disolvió, Allen ya portaba por primera vez su armadura de caballero. La armadura de Allen era de color blanco con bordes rojos, así como sus hombreras y la enorme capa que se había desplegado en su espalda; las rodilleras en tanto tenían forma de llamas rojizas. En su diestra portaba una espada también de color rojo mientras que con su zurda sostenía un enorme escudo ovalado, con bordes anaranjados y una llama tallada en el centro. Allen dirigió su vista hacia los demonios y sonrió, mientras expulsaba su poder y las llamas escarlatas comenzaban a rodearlo a él y a su espada. Milo, Draco y Nívea también estaban preparados; se miraron entre ellos, asintieron y se dispersaron. Milo alzó el vuelo y se posicionó junto a Hiro, sin apartar su vista aun de Apolo, quien le devolvió la mirada con fiereza. Nívea se juntó con Boric y blandió su fina espada en dirección a Vulcano. Draco se posicionó a la par con Thomas y apuntó el cañón en su mano izquierda hacia Vesta. Allen en tanto hizo dupla con Khroro y ambos juntaron sus espaldas para enfrentar a Neptuno y Diana. Por primera vez, caballeros y demonios se habían emparejado numéricamente.

—¿Qué haces aquí? ¿Qué pasó con Afrodita y Vale? —le preguntó Khroro a Allen en un susurro mientras mantenía su vista fija en Neptuno.

—Afrodita y Valentine siguen buscando a Craneus, con Milo decidimos venir después de recibir el mensaje que Hiro nos mandó —contestó el chico, observando fijamente a Diana.

—¿Hiro les mandó un mensaje?

—Sí, mandó un mensaje pidiendo refuerzos. Deduzco que lo mandó después de ver la situación en la que ustedes se encontraban...

—¿Hasta cuándo conversarán? —preguntó Neptuno enseñando sus colmillos mientras apuntaba su tridente hacia los caballeros. Sin esperar más, les lanzó bolones de agua desde la punta de su tridente.

—¡Estábamos viendo de qué manera te íbamos a cocinar cuando acabemos contigo! —gritó Khroro, sonriendo de manera burlona mientras hacía girar su lanza para desviar el ataque del demonio. Diana a su vez mantuvo distancia de la pelea; debido a que aún tenía el brazo inmovilizado por el anterior ataque de Khroro. Allen cambió su semblante y se mantuvo quieto, sin atacar aun a la sirena.

—No tengo ganas de pelear contra alguien que está herido —Le dijo el azabache mientras bajaba levemente su espada—. Pero ustedes le han hecho mucho daño a nuestro mundo, de ninguna manera voy a perdonarlos por eso.

—No creas que por estar herida voy a ser un rival fácil para ti. Como siempre los humanos subestimando al resto de las criaturas —contestó la sirena, con un leve gesto de rabia mezclada con dolor en su rostro. Alzó su lanza y apuntó hacia Allen, quien no se inmutó ante la amenaza y siguió sin levantar su espada. Se miraron fijamente durante un largo tiempo, examinándose mutuamente. Diana alzó entonces su lanza hacia el cielo y dibujó una enorme sonrisa llena de malicia en su rostro—. Los humanos son tan tontos, que solo ven lo que tienen frente a sus ojos. ¿Cuántos de ustedes notaron que el eclipse ya comenzó?

—¿Eclipse? ¿A qué te refieres? —preguntó el chico mientras alzaba su vista hacia el cielo con incredulidad.

—Nosotros siempre vamos un paso delante de ustedes, humanos... ¡Venus! —el grito de Diana sorprendió a Allen y lo puso en alerta, preparado para la pelea.

Por primera vez Venus, la demonio mitad cisne, dejó el lugar desde el cual observaba la pelea y se posicionó junto a Diana. Sacó un ninjato y, para sorpresa de Allen, enterró el filo en el brazo herido de la demonio mitad sirena. El brazo de la demonio se iluminó y tras unos segundos, volvió a la normalidad, sin vestigios de antiguas heridas.

—Ve y cura a los demás, Venus —le susurró a su compañera. Esta asintió levemente y desapareció de su lado en un instante, tan silenciosamente como había llegado. Diana estiró un par de veces su brazo y luego volvió a mirar a Allen con una sonrisa en su rostro—. ¿Sigues sin querer pelear ahora?

Allen se puso en posición de pelea mientras Venus socorría y curaba las heridas de los demás demonios, para sorpresa y pesar de los caballeros. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora