Capítulo LXVIII

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Khroro retrocedió varios pasos y secó el sudor en su rostro, mientras observaba al demonio Leviathan realizar lo mismo. Ambos se tomaron su tiempo, estudiándose y a la vez fulminándose mutuamente con la mirada.

—¿Ya te cansaste? —preguntó el demonio de forma burlesca, sonriendo ampliamente mientras aun jadeaba ligeramente.

—Ya quisieras, ahora estoy a punto de freírte —contestó desafiante el chico, haciendo girar su lanza alrededor suyo sin dejar de mirar al demonio.

Leviathan abrió su boca y lanzó desde allí un torbellino de agua contra Khroro, quien contestó chasqueando sus dedos para lanzar un rayo eléctrico. Ambos ataques se anularon mutuamente, mientras los dos combatientes saltaban y chocaban sus armas, sacando chispas cuando lanza y tridente colisionaron.



En ese instante, en la cuarta habitación...

El grupo volvía a encontrarse en el cementerio, rodeados por lapidas con nombres ilegibles, mientras una bruma blanca cubría todo, dificultándoles la visión. No había rastro alguno de Barbatos, pero tampoco esperaban encontrarlo tan fácil. Lancelot dio la orden para que todos se mantuviesen agrupados, mientras avanzaban a paso lento en busca de las escaleras hacia la quinta habitación. Llevaban un buen rato caminando, cuando entonces la bruma ante sus ojos se abrió en dos, dejando ante ellos un sendero recto que guiaba hacia unas escaleras hechas de asfalto, ante las cuales se encontraba sentado el anciano Barbatos, acariciando su larga y enorme barba canosa, rodeado por un aura púrpura. El anciano se puso en pie con dificultad, apoyándose en su bastón terminado en cráneo de humano mientras los miraba fijamente. Los Caballeros de la Realeza se pusieron en guardia inmediatamente.

—Oh, jóvenes... Tan imprudentes y llenos de energía —exclamó el anciano Barbatos con su voz desgastada y grave, analizando uno por uno a los caballeros con la mirada. Suspiró y se apartó de las escaleras, dejándoles el camino libre a los caballeros. Estos se miraron entre ellos confundidos, sin saber si se trataba de una trampa o no. Al ver la confusión en el rostro de los chicos, Barbatos aclaró su garganta—. Ya estoy anciano, me canso con facilidad, así que los dejaré pasar a excepción de uno. Elijan rápido quien se quedará en esta habitación y el resto continúe, por favor.

Los caballeros se volvieron a mirar entre ellos al escuchar las palabras de Barbatos, y Hiro rápidamente dio un paso hacia el frente mientras enfundaba y desenfundaban juguetonamente su katana.

—Yo me quedo aquí, ya tenía ganas de pelear un rato —exclamó el albino sonriente. Al ver que los demás aún no se ponían en camino hacia la siguiente habitación, giró su cabeza con el ceño fruncido—. ¿Qué esperan? Vayan rápido, no hay tiempo que perder.

—Cuídate, por favor... —Le pidió Nívea, dándole un apretado abrazo al albino antes de ponerse en marcha junto a los demás. Pasaron sin complicaciones ante Barbatos, quien los siguió atentamente con la mirada hasta que se perdieron tras la puerta de asfalto que llevaba a la quinta habitación. Entonces, el anciano se volvió hacia Hiro, quien estiraba sus brazos y le sonreía ampliamente.

—¿Y bien? ¿Empezamos? —preguntó el albino, revistiendo rápidamente su cuerpo en acero. Barbatos se quedó mirándole en silencio por un tiempo, mientras apoyaba su bastón en el suelo. Hiro alzó una ceja, esperando una respuesta del anciano.

—Sí no me equivoco, ustedes buscan que el joven Allen llegue con Luzbel sin gastar sus energías, ¿Verdad? —preguntó Barbatos con suma cautela. Hiro se sorprendió por la pregunta y dejó su katana envainada, pero con su mano alrededor de la empuñadura listo para atacar.

—Así es, es nuestro plan. ¿Por qué lo preguntas?

—Es imposible que el joven Allen derrote a Luzbel —contestó Barbatos, aun con mucha cautela en sus palabras.

—¿Y eso por qué? —Hiro comenzaba a interesarse en las palabras de Barbatos, pese a que tenía ganas de entrar en combate pronto—. Allen es muy fuerte.

—Es probable que lo sea, pero su justicia está incompleta. No así la de Luzbel, cuya justicia es perfecta —Barbatos seguía mirando con rostro inexpresivo a Hiro, quien no entendía a qué se refería el anciano con sus palabras—. La justicia del joven Allen flaqueará en el momento decisivo.

—¿Desde cuándo estamos hablando de "justicia"? —Hiro realmente no entendía lo que hablaba Barbatos, por un momento pensó que el anciano se había vuelto loco.

—¿Acaso su campaña no se basa en acabar con los demonios en nombre de lo que creen justicia? —susurró Barbatos, entrecerrando ligeramente sus ojos—. Así mismo, nosotros actuamos bajo nuestro propio concepto de justicia. Y las personificaciones de esas justicias son el joven Allen y Luzbel, padre e hijo. Es imposible que ambas convivan, una se sobrepondrá a la otra en base a la fuerza. Es la única forma de hacer valer tú ideal.

—Puede que tengas razón —reconoció Hiro, frunciendo levemente su ceño—. Sin embargo, sigo sin entender por qué dices que la justicia de Allen es débil.

—Luzbel ha pasado por muchas más penurias que el joven Allen —contestó con pasividad Barbatos, volviendo a acariciar su canosa barba—. Desde que se convirtió en uno de los Duques, su justicia se ha ido solidificando.

—¿Qué quieres decir con "desde que se convirtió"? ¿Acaso no siempre lo fue? —Aquella frase había llamado profundamente la atención del albino.

—No soy el indicado para contestar esa pregunta, joven Hiro —Barbatos esbozó una pequeña sonrisa y alzó su bastón. La conversación había terminado, pese a que Hiro quería seguir haciéndole preguntas. Cierto es que no había entendido mucho las palabras de Barbatos, pero ya se preocuparía por ello después de acabar con el anciano demoniaco.

—¿Y qué tan fuerte es tú justicia, Barbatos? —preguntó desafiante el albino, desenfundando y enfundando rápidamente su katana para lanzar un corte veloz contra el anciano. Este alzó su bastón y una ventisca en forma de escudo se creó delante de él, conteniendo el ataque de Hiro.

—Ven y compruébalo, joven Hiro —contestó el anciano igual de desafiante. Hiro sonrió y se abalanzó contra él. La batalla en la cuarta habitación dio comienzo, mientras en la quinta habitación Astaroth y Lilith se juntaban para prepararles una desagradable sorpresa a los Caballeros de la Realeza. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora