Capítulo LXXI

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Hiro se encontraba en un lugar completamente oscuro, cuando de repente aparecieron sus compañeros alrededor de él y, al frente, la figura de su hermano mayor. Por un momento, Hiro sonrió al verse rodeado por sus seres queridos, pero rápidamente se dio cuenta de que algo andaba mal. Los ojos de todos eran simples cuencas vacías.

Aterrado, Hiro quiso escapar de aquel lugar, pero sus pies se encontraban sujetos al suelo, incapaz de moverlos. Fue entonces cuando dos pares de manos tomaron sorpresivamente sus brazos, y al alzar la vista pudo ver a Nívea a la derecha y a Boric a la izquierda. Antes de que pudiese reaccionar, su hermano mayor se acercó a paso lento y desenfundó la katana que pertenecía al albino, enterrándosela miles de veces por todo el cuerpo. Hiro no pudo hacer nada más que sentir el inmenso dolor, al mismo tiempo que notaba como las energías se escapaban de su cuerpo. Cuando sentía que estaba por perder la consciencia, el sueño volvió a repetirse. Y se repitió un centenar de veces mientras Barbatos le robaba la energía por cada vez que se repetía la pesadilla.

Al ver el resultado de su técnica, Barbatos dejó el cuerpo de Hiro tirado en el suelo, sobre una lápida, y se volteó para ir hacia las escaleras hacía la quinta habitación. Con aquella técnica, Hiro moriría dentro de unos minutos y sus fuerzas pasarían a Barbatos. El demonio piso el primer escalón, y entonces sintió una enorme presión sobre sus hombros. Sin poder creerlo, se volteó y observó al albino, de pie y despierto, apuntándole con una de sus katanas.

—He preparado mi mente para suplir aquella debilidad mental que alguna vez Mercurio me recalcó... No conseguirás vencerme con una técnica tan despreciable como esa —susurró el albino, respirando con dificultad pero manteniéndose en pie con firmeza.

—Eres el primer humano capaz de escapar de mí Pesadilla Codiciosa... Eres más fuerte de lo que esperaba, joven Hiro —Barbatos sonrió levemente y alzó su bastón. El albino no perdió el tiempo y volvió al ataque.




En la segunda habitación...

Boric lanzó unas gruesas lianas desde su mano derecha, la que era capaz de controlar la hierba, que aprisionaron los brazos de Belphegor contra su cuerpo. El caballero comenzaba a jadear levemente, pero eso no le impidió embestir al demonio con todas sus fuerzas, transformando su mano izquierda en una más grande, conformada por el elemento tierra, con la cual golpeó al demonio y lo mandó a volar hasta que chocó con un montículo de arena. Boric cayó al suelo y tomó un respiro mientras Belphegor se deshacía de las lianas y batía sus alas para acercarse al caballero. Boric aprovechó ese momento para descansar levemente; no solo el peso de la batalla comenzaba a desgastarlo, también lo hacían la aridez del lugar y el olor a putrefacción que le impedía respirar con normalidad. Eso sumado al eterno problema al corazón que Boric sufría, y que nunca había logrado curar.

Tuvo un fugas recuerdo, de él acostado en una camilla de hospital después de haber sufrido uno de sus recurrentes problemas al corazón, mientras una mujer de cabello castaño acompañada por un hombre pelirrojo y otro albino, le hablaban de ciertas habilidades que él tendría y que ayudarían a toda la humanidad. Sus padres se opusieron por él, pero entonces la mujer de cabello castaño les habló de cierta chica con poderes curativos que podría ayudar con los problemas que el moreno tenía. Desde entonces, Valentine y sus poderes curativos habían ayudado a Boric y le habían permitido ser parte del grupo que conformaban los Caballeros de la Realeza. No obstante, tras la pelea con Ceres, los problemas al corazón habían vuelto debido al enorme esfuerzo realizado pero, por el momento crucial que vivían, no quiso decirle a nadie y continuó luchando contra Júpiter, Plutón y ahora Belphegor.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora