Capitulo XXIV

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Los caballeros dejaron la ciudad de Múnich tal y como estaba, destruida, y volvieron a su cuartel, con la urgencia de curar las críticas heridas que Thomas y Milo habían recibido. El semblante de todos no era el mejor; las bajas y la derrota habían calado hondo en el ánimo de todos los caballeros. Valentine hizo su aparición para tratar las heridas de los dos caballeros, pero en su semblante se notaba claramente la tristeza y la culpa. Nadie le dijo nada, ni le preguntaron sobre Afrodita. En general, ninguno de los caballeros habló mucho tras regresar al cuartel.

Allen, tras ayudar a ubicar a los heridos en sus respectivas habitaciones, se encerró en la suya y se escondió debajo de las sabanas. Muchas cosas pasaban por su mente en ese momento; sentía rabia y a la vez impotencia. No había sido de ayuda en la pelea, se había quedado inmóvil cuando Júpiter apareció frente a él y había perdido a Afrodita sin poder evitarlo. Esos tres pensamientos impedían al chico dormir. Soltó un par de lágrimas, como forma de desahogarse ante la frustración de una nueva perdida. Pensó en Milo, a quien consideraba su maestro, y en cómo había sido derrotado sin esfuerzo. Pensó en Lancelot, quien no había aparecido en el campo de batalla cuando todos lo necesitaban. Pensó en Júpiter y en aquellas palabras que le había dicho. Por último, pensó en Afrodita, en que la había abandonado cuando debería haber estado protegiéndola, y en que ahora su paradero era incierto. Con todos esos pensamientos en mente, cayó rendido ante el sueño y cansancio.

—¡Allen, despierta!

El chico despertó de un sobresalto al sentir que alguien lo zarandeaba, y tardó un par de segundos en orientarse. Lo primero que notó fue su sudor, lo que le hizo recordar la pesadilla que estaba teniendo antes de ser despertado. Corría despavorido por un pasillo oscuro hacia una puerta blanca. Tras cruzar la puerta, se había encontrado con muerte y putrefacción. Con cuerpos descuartizados y con un montículo de cadáveres. Sobre aquel montículo se encontraba Afrodita, desnuda y crucificada. Estaba rodeada por los demonios, quienes lamían las partes del cuerpo de la chica antes de comenzar a destrozarla a mordiscos. En ese momento despertó y se alivió que fuese solo un sueño. Enfocó bien la vista y vio a Draco de pie junto a su cama, observándolo con preocupación.

—¿Qué pasó...? —preguntó el chico mientras se incorporaba de a poco.

—Primero, ¿Qué te pasó a ti, chico?

—Solo fue una pesadilla, nada más...

—Espero que así sea... Has dormido por casi dos días —murmuró el pelirrojo mientras se acariciaba la barba. Allen pudo notar el cansancio en su rostro pero no le dijo nada, ni se excusó por todo el tiempo que había estado dormido. Draco se incorporó y fue hacia la puerta de la habitación—. Nívea convocó a una reunión. Levántate y ven.

Allen tardó, pero se levantó y salió de su habitación. Alrededor de la mesa ya se encontraban sentados Nívea, Draco, Khroro, Hiro, Boric y Valentine, todos claramente desanimados. La que se encontraba peor según Allen era Valentine; no mostraba su habitual esplendor. Cuando llegó a su asiento, lo primero que hizo la chica fue pedir perdón mientras rompía en llanto, luego les contó todo lo que había sucedido. Júpiter había aparecido ante ellas y las había derrotado sin problemas, llevándose a Afrodita sin que ella pudiese evitarlo. Su rostro reflejaba cansancio, pena y frustración. Allen se sentó junto a ella y posó su mano en el hombro de la mujer, apretándoselo suavemente, en señal de aliento. La mujer lo miró, se secó las lágrimas y le devolvió una leve sonrisa. Nívea aclaró su garganta y todos se volvieron hacia ella.

—No sé qué decirles chicos... Hemos sido derrotados una vez más, Thomas y Milo recibieron heridas que, de no ser por la rápida intervención de Vale, habrían sido fatales. Hemos perdido a Craneus y a Afrodita, y quien sabe dónde mierda está Lancelot —La última frase de la mujer estaba cargada notoriamente por la rabia. Sin duda, todos habían esperado que Lancelot hiciera aparición en el campo de batalla. Tras un breve silencio, continuó—. Les seré sincera... Estoy bloqueada, no sé qué debemos hacer ahora... El eclipse ya comenzó...

—Creo que está claro lo que debemos hacer, Nívea —intervino Khroro. El rubio se había mantenido con la cabeza agachada, observando sus manos debajo de la mesa. Alzó su vista y miró a todos antes de continuar—. Si hemos perdido a dos de nuestros compañeros, debemos ir y recuperarlos. Esperemos que Thomas y Milo se recuperen y ataquemos. No podemos ir siempre un paso por detrás de los demonios. Ya han destruido ciudades y van a seguir, no podemos quedarnos aquí sin hacer nada. ¡El eclipse ya comenzó!

—Sí, estoy de acuerdo contigo Khroro, pero... ¿Cómo encontrarlos? —preguntó la líder. Ninguno respondió y el silencio se apoderó del lugar. Inesperadamente, una débil voz proveniente de una de las habitaciones sobresaltó a todos.

—Yo sé cómo encontrarlos...

Pálido, demacrado y apenas en pie, Milo los miraba a todos desde el umbral de la puerta de su habitación. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora