Capítulo XX

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La batalla en el centro de la destruida Múnich entre Caballeros de la Realeza y Demonios del Apocalipsis se llevaba a cabo con gran intensidad. La lluvia caía cada vez más fuerte en el campo de batalla, las explosiones se producían a diestra y siniestra y la tierra temblaba constantemente ante los choques de ambas fuerzas. La llegada de Hiro y Boric había ayudado a emparejar la balanza entre ambas fuerzas, pero los demonios seguían teniendo la ventaja numérica que les permitía preocuparse menos del desgaste. Las batallas se sucedían en distintos focos: Hiro enfrentaba a Apolo y a Mercurio en una batalla aérea mientras Boric mantenía ocupados a Vulcano y a Ceres, alejándolos lo más posible de Khroro. El caballero rubio había aprovechado esto para tomar ventaja y enfrentaba a Neptuno y a Diana, mientras que Thomas resistía los ataques físicos de la combinación entre Marte y Vesta.

Khroro había logrado recuperar parte de sus fuerzas y atacaba sin descanso al tiburón y a la sirena, aprovechando la ventaja que tenía por su habilidad. Diana una vez más apuntó su rayo de hielo a los pies de Khroro pero el chico fue más rápido y lo evadió con un salto, mientras le lanzaba un rayo. La sirena esquivó el ataque pero no pudo esquivar el segundo rayo que Khroro le había mandado; el ataque la golpeó en el brazo izquierdo, dejándolo inmovilizado.

Vesta utilizaba su velocidad para poner en aprietos al robusto Thomas, utilizando sus dagas y kunais para traspasar la defensa del caballero y cortar sus brazos. Thomas era el que estaba más herido de los caballeros pero se mantenía firme y resistía lo que más podía. Probó lanzándole un hachazo a la gata pero esta fue más rápida y lo esquivó, posicionándose detrás de Marte. El demonio mitad toro embistió con todas sus fuerza. Thomas se paró con firmeza y recibió el embiste del demonio sujetándolo de los hombros con sus manos. Marte puso también sus manos en los hombros del caballero y ambos empujaron con todas sus fuerzas. Thomas fue más astuto y golpeó el abdomen de Marte con su rodilla, desestabilizando al demonio quien escupió sangre negra, manchando la armadura del caballero. Este lo tomó con fuerza y lo azotó contra uno de los montículos de escombros.

El cielo comenzó a oscurecerse, anunciando la llegada de la noche, mientras la lluvia seguía cayendo con fuerza en el campo de batalla. Repentinamente, un haz de luz se iluminó en el centro del cielo, alumbrando toda la ciudad. Tanto demonios como caballeros, detuvieron sus peleas y alzaron su vista hacia el haz de luz. Este haz comenzó a descender lentamente hasta posarse en la superficie, donde comenzó a alumbrar con mayor intensidad. Tras varios segundos en que los demonios y caballeros no reaccionaron, el haz de luz comenzó a apagarse, dando paso a la aparición de tres hombres y una mujer.

—Habían tardado en llegar —murmuró Khroro mientras miraba con una sonrisa a los recién llegados.

Nívea, Draco, Milo y Allen habían aparecido formando un circulo en el centro de la ciudad donde se desarrollaba el enfrentamiento. La líder acomodó sus lentes y echó un vistazo al estado de la ciudad, Draco acarició su barba y suspiró, mientras que Milo se quedó observando fijamente, casi sin pestañear, al demonio Apolo. Allen en tanto observó a los demonios y sonrió con ansiedad, haciendo tronar los dedos de sus manos. Luego llevó su dedo índice a su boca, siendo imitado por los otros tres, quienes materializaron sus armaduras rápidamente. La armadura de Draco, desconocida hasta entonces por la mayoría de los caballeros, era blanca con bordes negros, en el peto tenía unas marcas de garras y en su espalda se había desplegado una capa rojiza. Su brazo derecho estaba cubierto por hombreras y brazales de color rojo; y sostenía una espada luminosa con su diestra. El brazo izquierdo en tanto estaba cubierto por hombreras y brazales azules; y su mano se había convertido en una cabeza metálica de lobo, de cuyas fauces sobresalía un cañón.

—Que comience la fiesta —dijo Allen al ver la transformación de sus compañeros, mordiendo entonces su dedo índice. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora