Capítulo XXXIII

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La transformación del demonio había impactado a Khroro, dejándolo inmóvil y con la boca entre abierta. El demonio, que ahora media diez veces más que el caballero, se mantenía flotando frente a él, con una amplia sonrisa en su rostro con la cual enseñaba la enorme cantidad de colmillos que tenía. Khroro pestañeó varias veces y reaccionó, batiendo sus alas para elevarse y alejarse pero Neptuno actuó con una velocidad inesperada para su tamaño, golpeando al chico con su enorme cola. El golpe dejó sin aire a Khroro y lo lanzó lejos, sumergiéndolo en el agua tras la caída. El chico se ahogó pero logró reaccionar a tiempo para salir del agua. Respiró agitadamente mientras se elevaba con sus alas lo más alto posible. Cuando alzó su vista hacia Neptuno, el demonio había desaparecido sin dejar rastro. Con desesperación, Khroro miró en todas las direcciones buscando al demonio. Era inaceptable que un ser de un tamaño como el de Neptuno pasase inadvertido. Entonces el tridente emergió del mar a toda velocidad. Khroro esquivó el ataque del tridente a tiempo, pero no logró esquivar a Neptuno, quien apareció detrás de la lanza. El demonio atrapó al chico entre sus garras y comenzó a apretarlo. Khroro utilizó todas sus fuerzas para intentar liberarse pero la presión del demonio era mucho más fuerte. El chico gritó de dolor y soltó su lanza, la cual cayó al mar y se perdió en el fondo de las aguas. El lugar se llenó de los gritos de dolor de Khroro, mientras Neptuno reía a carcajadas. El demonio por fin había manifestado su lado más bestial.

—¡Estás acabado!

Neptuno apretó con todas sus fuerzas y Khroro sintió como su armadura poco a poco comenzaba a agrietarse. El chico reunió todas sus fuerzas y se envolvió en una intensa electricidad. Neptuno gruñó de dolor y soltó involuntariamente al caballero. Khroro cayó al mar, hundiéndose en el mientras sentía como sus fuerzas se iban poco a poco. Partes de la armadura se desprendieron y se perdieron en el fondo del mar, mientras el chico caía y caía lentamente. «Creo que este sí es mi final» pensó mientras se hundía, cerrando sus ojos y esbozando una leve sonrisa. Entonces el chico tuvo un fugaz recuerdo de la época en la que era maltratado por su padrino y lo ayudó a reaccionar. «No, aún me queda una última carta bajo la manga». Khroro abrió sus ojos, apretó sus puños con determinación y se envolvió en una cantidad intensa de chispas eléctricas. Salió del agua a toda velocidad, batiendo sus alas y se aferró del lomo de Neptuno. El demonio se sorprendió al ver al caballero con vida y comenzó a agitarse, intentando botar al chico.

—¡¿Qué haces?! ¡Tú deberías estar muerto! —gritó el demonio mientras se agitaba con fuerza. Khroro no se cayó y se sujetó con más fuerza.

Comenzó entonces a expulsar una mayor cantidad de electricidad, rodeando de a poco el enorme cuerpo del demonio. Neptuno comenzó a asustarse al ver las chispas eléctricas rodeándolo y trató de agarrar al caballero en su espalda, sin éxito. Khroro siguió expulsando su poder hasta rodear por completo al demonio. Este, presa del temor, voló en dirección al mar hasta sumergirse junto con el caballero. Khroro aguantó la respiración mientras el demonio nadaba a toda velocidad hacia el fondo del mar. En la oscuridad de las profundidades, lo único que iluminaba el lugar eran los cuerpos de Khroro y Neptuno envueltos en electricidad. El caballero ya tenía listo su ataque. «Lo siento chicos, no tengo más opción que utilizar este ataque suicida» pensaba mientras comenzaba a acumular todo su poder. La técnica definitiva de Khroro consistía en reunir todo su poder eléctrico y liberarlo de golpe, pero le traería la consecuencia de perder la sensibilidad de todo su cuerpo. Nívea y Draco siempre le habían dicho que no debía utilizarla. A pesar de saber el riesgo de aquella técnica, el caballero estaba decidido a matar a Neptuno con ella. Khroro cerró sus ojos y sonrió ampliamente, mientras liberaba una gran descarga eléctrica de golpe. Su armadura no aguantó tal poder y estalló en mil pedazos. Neptuno lanzó un enorme grito, mientras era electrocutado por el enorme voltaje del ataque del caballero. Khroro soltó al demonio, ya sin vida, y ambos cuerpos se elevaron hasta flotar en la superficie.

El chico abrió sus ojos, sorprendido por seguir con vida, pero entonces notó que no podía mover ninguno de sus músculos. No sentía nada. Observó el cielo gris mientras la lluvia golpeaba su cara y se rio a carcajadas. Había ganado. Había pagado un alto precio pero había ganado. «Moriré aquí, pero al menos logré completar mi misión» pensó mientras reía. Cuando creía que su cuerpo flotaría en el mar hasta morir, una capa negra ondeó frente a sus ojos. Entonces, la silueta de un hombre apareció frente a él. Aquel hombre lo tomó por debajo de las axilas y lo subió a una balsa.

—¿Qué haces aquí, Lancelot? —Khroro no dejaba de reír y de sonreír, mientras una lágrima caía por su mejilla. El rostro inexpresivo del Caballero Ermitaño apareció ante sus ojos. Khroro nunca se sintió más feliz de ver a Lancelot, como en aquel momento.

—Salvando el trasero de un chico testarudo —contestó, sonriéndole levemente.

—Por primera vez en mi vida, no estoy para bromas... pagué un alto precio por vencer a ese maldito demonio...

—Tranquilo, Khroro, pronto podrás mover tu cuerpo otra vez —aseguró el azabache. Tras unos segundos en silencio, Lancelot giró su cabeza hacia el cuerpo sin vida de Neptuno que flotaba a cierta distancia.

—¿A qué te refieres? —La voz del chico tembló levemente. Lancelot comenzó a mover la balsa hacía el cuerpo del demonio.

—El secreto de los Demonios del Apocalipsis. La razón por la que nos están capturando uno por uno. El secreto tras el poder de los Caballero de la Realeza... Todo está entrelazado. Y lo he descubierto. 

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora