Capítulo XVII

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El pequeño Khroro corría despavorido por los pasillos de su casa, ubicada en un barrio de San Petersburgo, en busca de un refugio, mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Su padrastro lo perseguía para castigarlo, como solía hacer a diario después de emborracharse. Se escondió rápidamente debajo de su cama, pero su padrastro no tardó en encontrarlo. Como solía hacer, le gritó, lo golpeó y le practicó electricidad en las manos. Pese a estar borracho, sabía cómo regular la intensidad para no provocar un daño irreversible. Khroro gritaba y lloraba, deseando que aquel sufrimiento parase rápido. Desde que su padre falleció y su madre se casó de nuevo, la vida del chico no había sido fácil. Cada día se aseguraba de llegar lo más tarde posible a su casa para evitar los gritos y golpizas de su padrastro. «No quiero morir aquí» solía decirse a sí mismo después de recibir aquellos maltratos, deseando cambiar su futuro. Deseaba salvar a su madre y salvarse a él mismo de aquella realidad. Cuando Nívea y Draco se presentaron ante él y le comentaron sobre su condición de descendiente de Bedwyr, el chico no vaciló pero aceptó con una condición: salvar a su madre. Los caballeros no dudaron y tomaron a la madre del joven y la trasladaron de país. Desde entonces, Khroro nunca volvió a saber de su padrastro y se enfocó en su meta, en aquellas palabras que solía repetirse en aquellos días. «No voy a morir aquí, voy a crecer, a hacerme más fuerte y ayudaré a las personas».

«No voy a morir aquí» se repetía Khroro una y otra vez mientras se enfrentaba a los demonios. Diana le lanzó otro rayo de hielo y el chico contrarrestó el ataque haciendo girar la lanza frente a él a su máxima velocidad. El rayo de hielo fue devuelto a Diana, pero Ceres utilizó su habilidad para levantar una muralla de tierra frente a ellos. Khroro se estaba exigiendo al máximo, pero no lograba hacerles el más mínimo daño a sus contrincantes. La habilidad de Ceres era la que más complicaba al caballero. El demonio podía dominar el elemento tierra, una de las debilidades de Khroro, y lo utilizaba constantemente para servir como escudo de sus compañeros. Si el caballero quería tener una oportunidad, lo primero que debía hacer era encargarse del demonio Ceres. Decidió atacarlo, aprovechando que la lluvia empapaba a todos allí, lanzándole un potente rayo desde la punta de su lanza. El demonio recibió el ataque con la coraza que tenía en su espalda, sin provocarle un solo daño. Ceres se volteó y le sonrió con burla al chico. Khroro apretó sus dientes y titubeó un momento.

Vulcano apareció repentinamente por su espalda y lo atacó con su cola-espada. Khroro dio un salto pero Vulcano enrolló su cola en el pie del caballero y lo lanzó contra el suelo. El rubio intentó pararse rápidamente pero Vulcano atacó desde el aire, lanzándole una roca ardiendo en magma desde su cráter. La roca golpeó en plena espalda del chico, generándole un gran daño a su armadura y a él, pero resistió el dolor para pararse lo antes posible. Antes de retomar su posición de ataque, Diana congeló sus pies contra el suelo con sus rayos y Vulcano volvió a lanzarle una roca de magma, esta vez de frente. Khroro volvió a hacer girar su lanza frente a él para repeler el ataque, pero eso le dio tiempo a Vesta de atacarlo por la espalda con sus dagas. Khroro siguió de pie aguantando el dolor de sus heridas, pese a sentir la sangre caer lentamente por ellas, y se zafó del congelamiento golpeando el hielo con su lanza. Envolvió su puño en electricidad y lanzó una enorme bola cargada de su poder contra Vulcano y Vesta. Para decepción del caballero, Ceres volvió a interponerse y recibió el ataque con la enorme coraza en su espalda. Khroro comenzó a agotarse y a desesperarse, y lanzó su ataque reiteradas veces a diestra y siniestra. «No quiero morir aquí». Lanzó rayos alrededor suyo para mantener a los demonios alejados, pero Vulcano fue más ágil y esquivó los rayos, embistiendo al chico y golpeándolo en el abdomen con sus puños. Khroro retrocedió, y en ese momento observó cómo Ceres golpeaba el suelo con su cola metálica. La tierra se agrietó debajo de él y se abrió de golpe. Antes de poder reaccionar, Vesta saltó sobre él y lo golpeó con sus piernas en la cabeza para lanzarlo contra el abismo.

Khroro no pudo reaccionar y cayó, derrotado, hacia el oscuro precipicio mientras Ceres golpeaba el suelo para cerrar la grieta. Pudo escuchar como los demonios se reían a carcajadas. En cosa de segundos, su vida pasó frente a sus ojos. «No quiero morir aquí» se dijo a sí mismo. En ese momento, mientras el caballero caía lentamente, un haz de luz iluminó el lugar.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora