Capítulo LXIII

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Tal y como se lo esperaban, los Caballeros de la Realeza se encontraron sumergidos en un enorme mar tras cruzar la puerta hacia la primera habitación. Y tal como suponían, podían respirar sin mayor problema en aquel lugar.

—Este lugar es mucho más enorme que el castillo, no entiendo que está pasando aquí —murmuró Hiro mientras giraba su cabeza hacia todos lados, inspeccionando el lugar. Pese a ser un mar común y corriente, no había rastro de vida en ninguna parte.

—Sin mencionar que podemos respirar, lo cual es ilógico —aportó Valentine, mirando con extrañeza al resto de sus compañeros.

—Lo único que se me ocurre es que esto no es más que un efecto óptico —Draco tenía una mano apoyada en su mentón y acariciaba su barba, mientras hablaba con voz calmada, analizando la situación. A lo lejos vieron unas enormes escaleras de cristal que llevaban hacía una puerta, también de cristal. Los nueve caballeros coincidieron en que debían ser las puertas hacia la siguiente habitación, así que decidieron encaminarse hacia ella.

—Por lo que vimos anteriormente, diría que estas habitaciones están diseñadas para adaptarse a las habilidades de los duques —analizó Lancelot mientras se encaminaban hacia las escaleras.

—Has acertado, no me esperaba menos del caballero que acabó con Plutón.

Una voz grave y llena de malicia los hizo voltearse de golpe. Ante ellos se encontraba el enorme demonio Leviathan, rodeado por un aura azul. Los caballeros se sentían insignificantes en cuanto a tamaño al estar frente a aquel monstruoso demonio, pero no retrocedieron. Allen quiso dar un paso hacia el frente, pero Khroro se interpuso y le bloqueó el camino.

—Atrás —dijo con firmeza mientras hacía girar su lanza en su mano derecha. Allen se quedó mirándole sin entender. El rubio caballero lo miró de reojo por sobre el hombro, mientras Draco, Hiro y Lancelot se posicionaban junto a él—. Lo mismo para Vale, Boric, Afro, y Nívea. Sus habilidades no tendrán efecto en este lugar y ante este demonio, solo serán un estorbo.

Allen no había caído en la cuenta en que sus habilidades, contra un demonio de agua y bajo el mar, no serían eficaces. Apretó los puños con impotencia, pero dejó que sus compañeros se encargasen de la bestia marítima. Boric utilizaba el elemento tierra, también ineficaz contra el agua, mientras que debían guardar las habilidades de Valentine para más adelante. Afrodita estaba recién recuperándose y Nívea no tendría nada que hacer con su habilidad contra Leviathan. Los cinco retrocedieron para ver la pelea desde lejos.

—Nosotros nos encargaremos de esta bestia —dijo Draco con una enorme sonrisa, mientras apoyaba su espada de luz en su hombro. Los cuatro guerreros se colocaron en hilera frente a Leviathan, quien los miraba con sus enormes ojos rojos, mientras relamía la enorme fila de dientes afilados de su hocico.

—No crean que pasarán de aquí, humanos —susurró mientras al aura azul que lo rodeaban comenzaba a hacerse más intensa.

—A estas alturas, ya me hice experto en freír lagartos marinos —bromeó Khroro, dando un paso hacia al frente. Se notaba bastante confiado, al punto de no utilizar los poderes que la sangre de Júpiter le había otorgado. Miró a sus tres compañeros por sobre el hombro—. Ustedes, cúbranme. Yo acabo con el lagarto.

Antes de que los demás caballeros pudiesen cuestionar su plan, el rubio caballero se abalanzó con gran rapidez contra Leviathan. Allen y el resto pudieron ver un punto amarillo acercándose velozmente al enorme cuerpo del demonio de agua, chocando de golpe contra el abdomen. Khroro envolvió su puño en sus chispas eléctricas y golpeó con todas sus fuerzas en el centro del abdomen del demonio, haciéndole retroceder unos pocos centímetros. Leviathan rio a carcajadas y Khroro alzó su vista incrédulo; no sería una batalla fácil. Los dos enormes brazos del demonio comenzaron a cerrarse, buscando apretar y aplastar a Khroro, sin embargo, se detuvieron a escasos centímetros. Lancelot por un lado y Draco por el otro bloquearon las garras de Leviathan con sus respectivas espadas. Khroro aprovechó el momento y subió a toda velocidad por el pecho del demonio, mientras volvía a envolver su puño en su electricidad. Saltó con toda su potencia y dio un certero golpe en pleno mentón metálico de la bestia, sin embargo, nuevamente no logró hacerle daño alguno. Khroro se apartó flotando en el agua, apretando los dientes por la molestia, y observó como Leviathan abría sus enormes fauces en su dirección y le lanzaba un torbellino de agua con toda su potencia. El rubio caballero se había quedado inmóvil, observando como el ataque del demonio se acercaba para destruirlo, pero entonces Hiro apareció y lo tomó, apartándolo gracias a su gran velocidad.

—Gracias... —murmuró Khroro mientras se separaba de Hiro. El albino le colocó una mano en el hombro y lo contuvo antes de que volviese a abalanzarse contra Leviathan.

—Le estás dando un mal ejemplo —Hiro sonrió ampliamente y señaló a Allen. Khroro lo miró con los ojos bien abiertos—. Tranquilo, para vencer tenemos que trabajar en equipo.

Khroro asintió, sonrió y se dirigió hacia Leviathan en compañía de Hiro. Khroro revistió su lanza en su electricidad, mientras Hiro revestía su katana en acero. Ambos atacaron al mismo tiempo, sin embargo, Leviathan desapareció de golpe de su visión. Khroro y Hiro se detuvieron incrédulos y miraron a Lancelot y a Draco que se encontraban a varios metros de distancia, con el mismo gesto de sorpresa en sus rostros.

—¡Cuidado! —Les gritó Khroro, pero ya era demasiado tarde.

Leviathan apareció detrás de los caballeros de la luz y la oscuridad, atrapándolos a ambos entre sus enormes garras. Khroro y Hiro intentaron acercarse, pero el demonio les volvió a lanzar un torbellino de agua para mantenerlos alejados. Entonces, Leviathan comenzó a apretarlos con todas sus fuerzas, buscando romper las armaduras y, sobre todo, los huesos de los dos caballeros. Ambos intentaron liberarse del poderoso agarre de la bestia marítima, pero sin éxito. Leviathan estaba por triturar a Lancelot y a Draco con sus garras, cuando recibió seis cortes de katana en su abdomen. Sí bien el daño no fue mucho, si fue lo suficiente para que Draco y Lancelot blandiesen sus espadas y lograsen escapar del agarre de Leviathan. El duque de la oscuridad alzó lentamente su vista para encontrarse con la forma perfecta de Hiro, quien sostenía sus seis katanas revestidas con acero. De repente, Khroro apareció desde arriba y, juntando sus manos en forma de martillo y envolviéndolas en su electricidad, golpeó con todas sus fuerzas al demonio en plena cabeza. Leviathan retrocedió un paso por el golpe de Khroro, momento que Hiro, Lancelot y Draco aprovecharon para lanzarse contra el demonio, sin embargo, ocurrió lo que no esperaban. Leviathan abrió grande sus fauces y, ante la mirada atónita y de terror del resto de los caballeros, se tragó de una mordida a Khroro.

—Otro caballero caído —susurró Leviathan mientras relamía su enorme hilera de colmillos.

Los Caballeros de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora